/ lunes 6 de junio de 2022

Arte y Academia

EL GARBOSO ZAPATEADO ESPAÑOL, RETORNA A MEXICO…¡¡¡OLÉ¡¡¡

Durante nuestro “encontronazo cultural”, y habiéndonos acostumbrado ya a nuestra condición de “mexicas”; fuimos, a la vez, aceptando, ejercitando, estudiando, amando y, por consiguiente, aprendiendo, todo lo que España integraba a nuestra nueva vida; ya fuera por las buenas, o, por las malas. Para transformarnos, así, en todo lo que ya sabemos: En una “Nueva España”. Y, entre todos los miles de aprendizajes que prosiguieron, descubrimos los cuatro foros que constituirían nuestras raíces eternas, profundas, determinantes y, hasta ciento por ciento educativas, trascendentes e irrevocables: Religión, idioma, escolaridad y artes de teatro y música y, por supuesto también: ¡Danza! Y, así fue qué, mediante éstas, las primeras manifestaciones se hicieron evidentes en los entretenimientos cortesanos de los califas árabes y, en las teatrales de la época de los Reyes Católicos. Y continuando con los detalles, es, anotable, por consiguiente, que en el siglo XVI se desarrollaron una serie de danzas cortesanas como la zarabanda, la chacona, el pasacalle y la folía, y las litúrgicas, llamados “seises”, que todavía se ejecutan en la catedral de Sevilla.

Y bueno. La noticia propositiva estriba, en que el tan histórico espectáculo, lo disfrutaremos, este cercano martes 31, a partir de las 11:00 horas. Justamente, en el Centro Cultural de España, ubicado en la calle de Guatemala l8, de nuestro Centro Histórico. Teniendo, la oportunidad, de admirar el proyecto del citado Ballet Nacional de España, organizado –como lo mencionamos--, por la Embajada de España en México; el Instituto Nacional de las Artes escénicas y la Música, y, el Ballet Nacional de España. Oportunidad, que todos tendremos, para comprobar, que, tan admirados bailables populares, ejercieron gran influencia en la diversidad, empezando por las narraciones religiosas, de espectáculos campesinos y de procesiones. Resultando, que ya al final del siglo XVI, el resto de Europa al conocerlas a comienzos del siglo XVII, empezaron a ponerse de moda entre los maestros europeos de danza y en los bailes aristocráticos de entonces.

Y ya en el siglo XVIII—continuando--, el bolero, derivado de las seguidillas, ocupaba la vanguardia de los bailes de sociedad. Y, entendámoslo, no se trataba tan sólo del nombre de un baile, sino, fundamentalmente, de un término aplicado a manera de enseñanza. Misma, que alcanzó su esplendor en el siglo XIX. ¿Y, ¿por qué? Simple: Porque conquista a los coreógrafos de la época que utilizan cada vez más este material español. Y así se prosigue, porque este auge encantó no sólo a artistas españoles, sino a otros de la cultura del ballet europeo como Fanny Elssler, María Taglioni y Carlotta Grisi; aunque la pasión por lo español ya se había desatado, con figuras de la coreografía como Charles Didelot, Gasparo Angiolioni, Gaetano Vestris y Salvatore Viganó; siendo, el fandango su símbolo internacional como estandarte estético y canon divulgativo. Ahora bien, y ordenando las ideas La danza española actual consta de cuatro grandes categorías: Empezando por las regionales. Es decir, L la jota de Aragón, las sevillanas de Andalucía y el extendido fandango. El flamenco, la danza de los gitanos del sur de España con posibles reminiscencias de bailes de la India. Sin olvidarnos de la escuela bolera o danza clásica española que apareció como una estilización para el escenario de danzas regionales individuales. Con una enseñanza transmitida por maestros de baile, la escuela bolera alcanzó su cenit a principios del siglo XIX. Etapa que adquirió una técnica específica y una terminología que explicaba con gran belleza, su carácter orgulloso y sensual y el porte característico del dorso, los brazos y la cabeza. Propia de la danza española neoclásica, el renacimiento de la danza clásica española y muchísimo más que todo esto, a finales del siglo XIX.

A principios del siglo XX empieza a resurgir la danza española a través del genio de la bailarina española de origen argentino Antonia Mercé, conocida como “La Argentina”, quien bebió en las raíces del flamenco, el folclore y la escuela bolera. Ella fue la primera en bailar la música de los grandes compositores españoles como Enrique Granados o Isaac Albéniz. El maestro Joan Magriñá contribuyó a devolver a la danza española todo el prestigio que había tenido años atrás, del mismo modo que la familia Pericet. Estableciéndose de esta manera una continuidad en su labor como maestros y coreógrafos. Famosos exponentes, junto con la bailarina española de origen argentino La Argentinita (Encarnación López); Teresa Boronat, bailarina de grandes facultades; las españolas Pilar López y Mariemma, también coreógrafa y maestra; el bailarín español Vicente Escudero, el coreógrafo y bailarín Antonio Ruiz y el bailarín y coreógrafo estadounidense José Greco.

Ahora bien: ¿Y qué es lo que nos provoca tanta alegría, desde la tranquilidad de nuestras butacas teatrales? La respuesta es, definitivamente: Todo. Porque, en realidad, la danza española, relatada con ritmo ternario y movimientos animados con acompañamiento de castañuelas y guitarras, es un compás que está distribuida en estrofas de cuatro versos alternativos de siete y cinco sílabas con asonancia en los pares y seguidas de estribillos de tres versos de cinco sílabas. Es decir, que tanto el primero como el tercero. Junto, con el segundo que se compone de siete, no cesan de danzar, Señalándose con ello, que. Manuel de Falla, consideraba como variante “La Seguidilla”, como el más antiguo de todos los cantes flamencos, y, enraizándola con el litúrgico bizantino. Y bueno, de la seguidilla, hay testimonios desde el siglo XVI. Ya qué, como atestigua Cervantes en su Quijote, se bailaba y cantaba en su época. Más tarde, formó parte esencial en los sainetes y tonadillas del siglo XVIII y, posteriormente, de las zarzuelas. Sus principales variantes son: manchegas (originarias de La Mancha, con ritmo muy vivo). Sumadas a boleras señoriales y reposadas. Murcianas, sevillanas, gitanas, llamadas también payeras, y, “Seguidillas; (de carácter sentimental y movimiento lento), que contiene un doble ritmo alternado, compuesto de coreografía con un preludio instrumental e interludio conocido como “falseta”, entre cada estrofa. La jaleada tiene un ritmo combinado y está emparentada con la cachucha. Bizet compuso unas célebres seguidillas para su ópera Carmen (1875) y Albéniz subtituló Seguidillas a su “Castilla” de la Suite española.

Los bailes populares ejercieron una gran influencia sobre todas las otras formas, en especial como resultado de su continuo empleo en obras religiosas, en espectáculos campesinos y en las procesiones. Al final del siglo XVI, el resto de Europa conoció estas influencias y a comienzos del siglo XVII las formas españolas de baile empezaron a ponerse de moda entre los maestros europeos de danza y en los bailes aristocráticos de entonces. Conceptuando, que las seguidillas, ocupaba la vanguardia de los bailes españoles de sociedad. No era sólo el nombre de un baile, sino también un término aplicado a una forma de enseñanza. Este tipo de danza que alcanza su esplendor en el siglo XIX cautivó a los coreógrafos de entonces cada vez más, utilizando este material español de manera continua. Este auge alcanzó no sólo a artistas españoles, sino a otros de la cultura del ballet europeo como las bailarinas Fanny Elssler, María Taglioni y Carlotta Grisi; aunque la pasión por lo español había empezado antes, con los coreógrafos Charles Didelot, Gasparo Angiolioni, Gaetano Vestris y Salvatore Viganó, siendo el fandango su símbolo internacional, estandarte estético y canon divulgativo. Así qué, y por tanto, la danza española moderna consta de cuatro grandes categorías: Las danzas regionales, como la jota de Aragón, las sevillanas de Andalucía y el extendido fandango. El flamenco, la danza de los gitanos del sur de España con posibles reminiscencias de bailes de la India La escuela bolera o danza clásica española que apareció como una estilización para el escenario de danzas regionales individuales. Con una enseñanza transmitida por maestros de baile, la escuela bolera alcanzó su cenit a principios del siglo XIX, y adquirió una técnica específica y una terminología, además de su carácter orgulloso y sensual y el porte característico del torso, los brazos y la cabeza. 4) La danza española neoclásica, el renacimiento de la danza clásica española a finales del siglo XIX.

A principios del siglo XX empieza a resurgir la danza española a través del genio de la bailarina española de origen argentino Antonia Mercé ‘La Argentina’, quien bebió en las raíces del flamenco, el folclore y la escuela bolera. Ella fue la primera en interpretar las autorías de los grandes compositores españoles como Enrique Granados o Isaac Albéniz. El maestro Joan Magriñá contribuyó a devolver a la danza española todo el prestigio que había tenido años atrás, del mismo modo que la familia Pericet, quienes establecieron, una continuidad en su labor como maestros de coreografía. Siendo, famosos exponentes de este resurgimiento, la bailarina española de origen argentino, La Argentinita (Encarnación López; Teresa Boronat, bailarina de grandes facultades; las bailarinas españolas Pilar López y Mariemma, también coreógrafa y maestra; el bailarín español Vicente Escudero; el coreógrafo y bailarín Antonio Ruiz y el bailarín y coreógrafo estadounidense José Greco.

Danza española cantada, de ritmo ternario y movimiento animado, con acompañamiento de castañuelas y guitarras. El compás, está distribuido en estrofas de cuatro versos alternativos de siete y cinco sílabas con asonancia en los pares, seguidas de estribillos de tres versos de cinco sílabas el primero y tercero y de siete el segundo. Manuel de Falla consideraba a su variante la seguidilla como el más antiguo de todos los cantes flamencos, enraizándola con el cante litúrgico bizantino. De la seguidilla hay testimonios desde el siglo XVI; como atestigua Cervantes en su Quijote, se bailaba y cantaba en su época. Más tarde, formó parte esencial en los sainetes y tonadillas del siglo XVIII y posteriormente, de las zarzuelas. Sus principales variantes son: manchegas (originarias de La Mancha, con ritmo muy vivo), boleras (señoriales y reposadas), murcianas, sevillanas, gitanas (también llamadas “payeras” y, “seguidllas”, (de carácter sentimental y movimiento lento); que contiene un doble ritmo alternado. Componiéndose, su coreografía de un preludio instrumental e interludio (llamados “falsetas” entre cada estrofa. La jaleada tiene un ritmo combinado y está emparentada con la cachucha. Bizet compuso unas célebres seguidillas para su ópera Carmen (1875) y Albéniz subtituló Seguidillas a su “Castilla” de la Suite española. Así qué, y sintiéndome también, muy “hispana”, me despido con un Beso.

EL GARBOSO ZAPATEADO ESPAÑOL, RETORNA A MEXICO…¡¡¡OLÉ¡¡¡

Durante nuestro “encontronazo cultural”, y habiéndonos acostumbrado ya a nuestra condición de “mexicas”; fuimos, a la vez, aceptando, ejercitando, estudiando, amando y, por consiguiente, aprendiendo, todo lo que España integraba a nuestra nueva vida; ya fuera por las buenas, o, por las malas. Para transformarnos, así, en todo lo que ya sabemos: En una “Nueva España”. Y, entre todos los miles de aprendizajes que prosiguieron, descubrimos los cuatro foros que constituirían nuestras raíces eternas, profundas, determinantes y, hasta ciento por ciento educativas, trascendentes e irrevocables: Religión, idioma, escolaridad y artes de teatro y música y, por supuesto también: ¡Danza! Y, así fue qué, mediante éstas, las primeras manifestaciones se hicieron evidentes en los entretenimientos cortesanos de los califas árabes y, en las teatrales de la época de los Reyes Católicos. Y continuando con los detalles, es, anotable, por consiguiente, que en el siglo XVI se desarrollaron una serie de danzas cortesanas como la zarabanda, la chacona, el pasacalle y la folía, y las litúrgicas, llamados “seises”, que todavía se ejecutan en la catedral de Sevilla.

Y bueno. La noticia propositiva estriba, en que el tan histórico espectáculo, lo disfrutaremos, este cercano martes 31, a partir de las 11:00 horas. Justamente, en el Centro Cultural de España, ubicado en la calle de Guatemala l8, de nuestro Centro Histórico. Teniendo, la oportunidad, de admirar el proyecto del citado Ballet Nacional de España, organizado –como lo mencionamos--, por la Embajada de España en México; el Instituto Nacional de las Artes escénicas y la Música, y, el Ballet Nacional de España. Oportunidad, que todos tendremos, para comprobar, que, tan admirados bailables populares, ejercieron gran influencia en la diversidad, empezando por las narraciones religiosas, de espectáculos campesinos y de procesiones. Resultando, que ya al final del siglo XVI, el resto de Europa al conocerlas a comienzos del siglo XVII, empezaron a ponerse de moda entre los maestros europeos de danza y en los bailes aristocráticos de entonces.

Y ya en el siglo XVIII—continuando--, el bolero, derivado de las seguidillas, ocupaba la vanguardia de los bailes de sociedad. Y, entendámoslo, no se trataba tan sólo del nombre de un baile, sino, fundamentalmente, de un término aplicado a manera de enseñanza. Misma, que alcanzó su esplendor en el siglo XIX. ¿Y, ¿por qué? Simple: Porque conquista a los coreógrafos de la época que utilizan cada vez más este material español. Y así se prosigue, porque este auge encantó no sólo a artistas españoles, sino a otros de la cultura del ballet europeo como Fanny Elssler, María Taglioni y Carlotta Grisi; aunque la pasión por lo español ya se había desatado, con figuras de la coreografía como Charles Didelot, Gasparo Angiolioni, Gaetano Vestris y Salvatore Viganó; siendo, el fandango su símbolo internacional como estandarte estético y canon divulgativo. Ahora bien, y ordenando las ideas La danza española actual consta de cuatro grandes categorías: Empezando por las regionales. Es decir, L la jota de Aragón, las sevillanas de Andalucía y el extendido fandango. El flamenco, la danza de los gitanos del sur de España con posibles reminiscencias de bailes de la India. Sin olvidarnos de la escuela bolera o danza clásica española que apareció como una estilización para el escenario de danzas regionales individuales. Con una enseñanza transmitida por maestros de baile, la escuela bolera alcanzó su cenit a principios del siglo XIX. Etapa que adquirió una técnica específica y una terminología que explicaba con gran belleza, su carácter orgulloso y sensual y el porte característico del dorso, los brazos y la cabeza. Propia de la danza española neoclásica, el renacimiento de la danza clásica española y muchísimo más que todo esto, a finales del siglo XIX.

A principios del siglo XX empieza a resurgir la danza española a través del genio de la bailarina española de origen argentino Antonia Mercé, conocida como “La Argentina”, quien bebió en las raíces del flamenco, el folclore y la escuela bolera. Ella fue la primera en bailar la música de los grandes compositores españoles como Enrique Granados o Isaac Albéniz. El maestro Joan Magriñá contribuyó a devolver a la danza española todo el prestigio que había tenido años atrás, del mismo modo que la familia Pericet. Estableciéndose de esta manera una continuidad en su labor como maestros y coreógrafos. Famosos exponentes, junto con la bailarina española de origen argentino La Argentinita (Encarnación López); Teresa Boronat, bailarina de grandes facultades; las españolas Pilar López y Mariemma, también coreógrafa y maestra; el bailarín español Vicente Escudero, el coreógrafo y bailarín Antonio Ruiz y el bailarín y coreógrafo estadounidense José Greco.

Ahora bien: ¿Y qué es lo que nos provoca tanta alegría, desde la tranquilidad de nuestras butacas teatrales? La respuesta es, definitivamente: Todo. Porque, en realidad, la danza española, relatada con ritmo ternario y movimientos animados con acompañamiento de castañuelas y guitarras, es un compás que está distribuida en estrofas de cuatro versos alternativos de siete y cinco sílabas con asonancia en los pares y seguidas de estribillos de tres versos de cinco sílabas. Es decir, que tanto el primero como el tercero. Junto, con el segundo que se compone de siete, no cesan de danzar, Señalándose con ello, que. Manuel de Falla, consideraba como variante “La Seguidilla”, como el más antiguo de todos los cantes flamencos, y, enraizándola con el litúrgico bizantino. Y bueno, de la seguidilla, hay testimonios desde el siglo XVI. Ya qué, como atestigua Cervantes en su Quijote, se bailaba y cantaba en su época. Más tarde, formó parte esencial en los sainetes y tonadillas del siglo XVIII y, posteriormente, de las zarzuelas. Sus principales variantes son: manchegas (originarias de La Mancha, con ritmo muy vivo). Sumadas a boleras señoriales y reposadas. Murcianas, sevillanas, gitanas, llamadas también payeras, y, “Seguidillas; (de carácter sentimental y movimiento lento), que contiene un doble ritmo alternado, compuesto de coreografía con un preludio instrumental e interludio conocido como “falseta”, entre cada estrofa. La jaleada tiene un ritmo combinado y está emparentada con la cachucha. Bizet compuso unas célebres seguidillas para su ópera Carmen (1875) y Albéniz subtituló Seguidillas a su “Castilla” de la Suite española.

Los bailes populares ejercieron una gran influencia sobre todas las otras formas, en especial como resultado de su continuo empleo en obras religiosas, en espectáculos campesinos y en las procesiones. Al final del siglo XVI, el resto de Europa conoció estas influencias y a comienzos del siglo XVII las formas españolas de baile empezaron a ponerse de moda entre los maestros europeos de danza y en los bailes aristocráticos de entonces. Conceptuando, que las seguidillas, ocupaba la vanguardia de los bailes españoles de sociedad. No era sólo el nombre de un baile, sino también un término aplicado a una forma de enseñanza. Este tipo de danza que alcanza su esplendor en el siglo XIX cautivó a los coreógrafos de entonces cada vez más, utilizando este material español de manera continua. Este auge alcanzó no sólo a artistas españoles, sino a otros de la cultura del ballet europeo como las bailarinas Fanny Elssler, María Taglioni y Carlotta Grisi; aunque la pasión por lo español había empezado antes, con los coreógrafos Charles Didelot, Gasparo Angiolioni, Gaetano Vestris y Salvatore Viganó, siendo el fandango su símbolo internacional, estandarte estético y canon divulgativo. Así qué, y por tanto, la danza española moderna consta de cuatro grandes categorías: Las danzas regionales, como la jota de Aragón, las sevillanas de Andalucía y el extendido fandango. El flamenco, la danza de los gitanos del sur de España con posibles reminiscencias de bailes de la India La escuela bolera o danza clásica española que apareció como una estilización para el escenario de danzas regionales individuales. Con una enseñanza transmitida por maestros de baile, la escuela bolera alcanzó su cenit a principios del siglo XIX, y adquirió una técnica específica y una terminología, además de su carácter orgulloso y sensual y el porte característico del torso, los brazos y la cabeza. 4) La danza española neoclásica, el renacimiento de la danza clásica española a finales del siglo XIX.

A principios del siglo XX empieza a resurgir la danza española a través del genio de la bailarina española de origen argentino Antonia Mercé ‘La Argentina’, quien bebió en las raíces del flamenco, el folclore y la escuela bolera. Ella fue la primera en interpretar las autorías de los grandes compositores españoles como Enrique Granados o Isaac Albéniz. El maestro Joan Magriñá contribuyó a devolver a la danza española todo el prestigio que había tenido años atrás, del mismo modo que la familia Pericet, quienes establecieron, una continuidad en su labor como maestros de coreografía. Siendo, famosos exponentes de este resurgimiento, la bailarina española de origen argentino, La Argentinita (Encarnación López; Teresa Boronat, bailarina de grandes facultades; las bailarinas españolas Pilar López y Mariemma, también coreógrafa y maestra; el bailarín español Vicente Escudero; el coreógrafo y bailarín Antonio Ruiz y el bailarín y coreógrafo estadounidense José Greco.

Danza española cantada, de ritmo ternario y movimiento animado, con acompañamiento de castañuelas y guitarras. El compás, está distribuido en estrofas de cuatro versos alternativos de siete y cinco sílabas con asonancia en los pares, seguidas de estribillos de tres versos de cinco sílabas el primero y tercero y de siete el segundo. Manuel de Falla consideraba a su variante la seguidilla como el más antiguo de todos los cantes flamencos, enraizándola con el cante litúrgico bizantino. De la seguidilla hay testimonios desde el siglo XVI; como atestigua Cervantes en su Quijote, se bailaba y cantaba en su época. Más tarde, formó parte esencial en los sainetes y tonadillas del siglo XVIII y posteriormente, de las zarzuelas. Sus principales variantes son: manchegas (originarias de La Mancha, con ritmo muy vivo), boleras (señoriales y reposadas), murcianas, sevillanas, gitanas (también llamadas “payeras” y, “seguidllas”, (de carácter sentimental y movimiento lento); que contiene un doble ritmo alternado. Componiéndose, su coreografía de un preludio instrumental e interludio (llamados “falsetas” entre cada estrofa. La jaleada tiene un ritmo combinado y está emparentada con la cachucha. Bizet compuso unas célebres seguidillas para su ópera Carmen (1875) y Albéniz subtituló Seguidillas a su “Castilla” de la Suite española. Así qué, y sintiéndome también, muy “hispana”, me despido con un Beso.