/ lunes 9 de noviembre de 2020

Arte y Academia | Aquella auto entrevista de José Luis Cuevas

Por Ana María Longi


En 1978 me reuní con mi amigo, el pintor José Luis Cuevas, en un café de la Zona Rosa para entrevistarlo. Cual no sería mi sorpresa cuando José Luis me pidió un favor.

-Ana María, déjame auto entrevistarme-, me dijo y recuerdo que sin decir palabras le pasé algunas cuartillas, le presté una pluma y comenzó a escribir mientras yo tomaba café en silencio.

Aquel manuscrito todavía lo conservo y da cuenta de muchos rasgos de su personalidad a finales de los años setenta, su ímpetu, su pasión, sus malhumores, sus miedos. Reproduciré aquí algunos fragmentos de esa larga auto entrevista que se realizó frente a mis ojos el entonces enfant terrible de la ruptura de la pintura mexicana


-¿Qué odia Cuevas y qué ama de sí mismo?

"Odio mi salud precaria, mis arterias en estado de ebullición que me obligan a frenar con cierta frecuencia mis impulsos. Odio a mi corazón cuando se acelera y me advierte su presencia con esas punzadas en la parte de mi cuerpo que lo alberga.

"Odio todo aquello que me limita. Un corazón enfermo le impide a uno dar rienda suelta a sus sueños. Recuerdo que hace tres años estaba participando en una mesa redonda en la Casa del Lago. Mi intervención recibió de inmediato una reacción en mi contra, del público surgieron injurias o bien protestas airadas. Raquel Tibol se levantó para refutarme, lo hizo en un tono agresivo, yo la escuchaba y me preparaba para contratacar.

De pronto sentí pinchazos en la zona del pecho y me faltaba el aire. Me asusté. Dejé de prestar atención a lo que decían. Me preocupaba tan solo mi malestar físico y temía ser fulminado por un infarto. Me levanté y abandoné la sala en medio de silbidos.

Mi corazón me hizo una mala jugada y le dio el triunfo a mis opositores".

Asimismo señaló que "amo mis manos (las dos porque soy ambidiestro). Amo mi paladar y mi lengua que me permiten disfrutar de sabores y texturas. Amo mis ojos porque muy a menudo me permiten ver lo que otros no ven".

-¿Qué objetos ama y cuáles odia Cuevas?

"Amo antes que nada mis instrumentos de trabajo, nunca tiro mis pinceles y mis plumillas, una vez utilizados se convierten en parte de mí.

Por otra parte, odio todo instrumento de muerte o que cause dolor, sobre todo aquellos utilizados para la tortura. Odio enterarme de que utilicen la tortura como medio de extraer información".

-¿Qué odia Cuevas y qué ama de las mujeres? "Si la mujer es propia, amo ante todo la manera en que se entrega y expresa su amor. Si la mujer es ajena, odio ante todo su fidelidad".

-¿Qué odia y qué ama de México?

"De México no odio nada, de los mexicanos algo, sobre todo la corrupción y el hacer de ella parte de la vida cotidiana".

-¿Qué odia y ama de París?

"París es una ciudad a la que siento femenina y cada vez que recorro sus calles y callejones intento poseerla como a una mujer, quizá solo odio de su entorno a algunos seudo intelectuales que lamentablemente se convierten en modelos para muchos mexicanos".

-¿Que odia y ama Cuevas de cada día?

"De los días amo todo, desde que comienzan a salir los primeros rayos del Sol, sin embargo conforme pasan las horas comienzo a odiar mi hipocondría.

Suelo leer muchos libros de medicina. Hago muchas llamadas al doctor Cesarman que es también un buen amigo. Observo mi presión arterial a diario y constantemente equivoco los diagnósticos.

Basta que observe una mancha en mi piel o note una leve protuberancia para que imagine un cáncer. El más ligero dolor en la zona del corazón me lleva a la certidumbre de que el infarto se anuncia. Vivo en una constante agonía. Sólo la muerte pondrá término a esta mi angustia de sentirme enfermo".

Recuerdo que al terminar de escribir, José Luis doblo las hojas en tres y me las entregó. No las leí inmediatamente. Pasamos la tarde charlando y disfrutando del ambiente de la Zona Rosa, entonces epicentro cultural y bohemio de la ciudad de México. Sin duda una tarde que a través de sus palabras e inmortalizó en el tiempo. Les dejo un beso

Por Ana María Longi


En 1978 me reuní con mi amigo, el pintor José Luis Cuevas, en un café de la Zona Rosa para entrevistarlo. Cual no sería mi sorpresa cuando José Luis me pidió un favor.

-Ana María, déjame auto entrevistarme-, me dijo y recuerdo que sin decir palabras le pasé algunas cuartillas, le presté una pluma y comenzó a escribir mientras yo tomaba café en silencio.

Aquel manuscrito todavía lo conservo y da cuenta de muchos rasgos de su personalidad a finales de los años setenta, su ímpetu, su pasión, sus malhumores, sus miedos. Reproduciré aquí algunos fragmentos de esa larga auto entrevista que se realizó frente a mis ojos el entonces enfant terrible de la ruptura de la pintura mexicana


-¿Qué odia Cuevas y qué ama de sí mismo?

"Odio mi salud precaria, mis arterias en estado de ebullición que me obligan a frenar con cierta frecuencia mis impulsos. Odio a mi corazón cuando se acelera y me advierte su presencia con esas punzadas en la parte de mi cuerpo que lo alberga.

"Odio todo aquello que me limita. Un corazón enfermo le impide a uno dar rienda suelta a sus sueños. Recuerdo que hace tres años estaba participando en una mesa redonda en la Casa del Lago. Mi intervención recibió de inmediato una reacción en mi contra, del público surgieron injurias o bien protestas airadas. Raquel Tibol se levantó para refutarme, lo hizo en un tono agresivo, yo la escuchaba y me preparaba para contratacar.

De pronto sentí pinchazos en la zona del pecho y me faltaba el aire. Me asusté. Dejé de prestar atención a lo que decían. Me preocupaba tan solo mi malestar físico y temía ser fulminado por un infarto. Me levanté y abandoné la sala en medio de silbidos.

Mi corazón me hizo una mala jugada y le dio el triunfo a mis opositores".

Asimismo señaló que "amo mis manos (las dos porque soy ambidiestro). Amo mi paladar y mi lengua que me permiten disfrutar de sabores y texturas. Amo mis ojos porque muy a menudo me permiten ver lo que otros no ven".

-¿Qué objetos ama y cuáles odia Cuevas?

"Amo antes que nada mis instrumentos de trabajo, nunca tiro mis pinceles y mis plumillas, una vez utilizados se convierten en parte de mí.

Por otra parte, odio todo instrumento de muerte o que cause dolor, sobre todo aquellos utilizados para la tortura. Odio enterarme de que utilicen la tortura como medio de extraer información".

-¿Qué odia Cuevas y qué ama de las mujeres? "Si la mujer es propia, amo ante todo la manera en que se entrega y expresa su amor. Si la mujer es ajena, odio ante todo su fidelidad".

-¿Qué odia y qué ama de México?

"De México no odio nada, de los mexicanos algo, sobre todo la corrupción y el hacer de ella parte de la vida cotidiana".

-¿Qué odia y ama de París?

"París es una ciudad a la que siento femenina y cada vez que recorro sus calles y callejones intento poseerla como a una mujer, quizá solo odio de su entorno a algunos seudo intelectuales que lamentablemente se convierten en modelos para muchos mexicanos".

-¿Que odia y ama Cuevas de cada día?

"De los días amo todo, desde que comienzan a salir los primeros rayos del Sol, sin embargo conforme pasan las horas comienzo a odiar mi hipocondría.

Suelo leer muchos libros de medicina. Hago muchas llamadas al doctor Cesarman que es también un buen amigo. Observo mi presión arterial a diario y constantemente equivoco los diagnósticos.

Basta que observe una mancha en mi piel o note una leve protuberancia para que imagine un cáncer. El más ligero dolor en la zona del corazón me lleva a la certidumbre de que el infarto se anuncia. Vivo en una constante agonía. Sólo la muerte pondrá término a esta mi angustia de sentirme enfermo".

Recuerdo que al terminar de escribir, José Luis doblo las hojas en tres y me las entregó. No las leí inmediatamente. Pasamos la tarde charlando y disfrutando del ambiente de la Zona Rosa, entonces epicentro cultural y bohemio de la ciudad de México. Sin duda una tarde que a través de sus palabras e inmortalizó en el tiempo. Les dejo un beso