/ lunes 3 de diciembre de 2018

Arte y academia | Las bodas del fígaro, un clásico

Por: Ana María Longi

Las bodas de fígaro, protagonizada por la compañía nacional de ópera del INBA; concluyó con sala llena.

Proveniente de un público que ovacionó de pie al prodigioso elenco, quienes con sonrisas y expresiones amorosas, le correspondieron desde el histórico escenario del Palacio de Mármol, su apoyo y preferencia. ¡Y vaya fenómeno!... Empezando porque el glorificado Wolfgang Amadeus Mozart, compuso la música, para cuatro actos, sobre un libreto en italiano de Lorenzo da Ponte (1749-1838), basado en la pieza de Pierre Augustín Carón de Beaumarchais (1732-1799), Le Mariage de fígaro ou La Folle Journée. Luego entonces, sumemos. La obra fue escrita en 1786; y han transcurrido ya, más de 230 años de relaciones humanas controversiales, que, lamentablemente, -suspiro-, ¡no han cambiado nada!

¿Y quiénes hicieron llorar de emoción a los abarrotados aficionados al Bel Canto? Veamos. Con dirección concertadora del maestro Srba Dinic y un elenco internacional encabezado por el bajo ruso Denis Sedov como Fígaro; el barítono mexicano Armando Piña como el conde Almaviva; la soprano armenia Narine Yeghiyan como la condesa Almaviva; y la soprano rumana Letitia Vitelaru como Susana, prometida de Fígaro. La obra, llegó a su última escenificación novembrina; resaltando con toda justicia, los importantes logros especializados del director de escena Mauricio García Lozano, quien retoma esta ópera bufa, para plantear que en las postrimerías del siglo XXI en las relaciones humanas, impera el machísmo, la lucha de poder, la misoginia, el feminismo a modo: la lucha de hombres contra mujeres, y viceversa.

Ubicada a comienzos del siglo XX en un lugar de Sevilla, España, la obra cuenta la historia de Fígaro y Susana --siervos del conde Almaviva--, quienes están por unirse en matrimonio. Y antes de otorgar su permiso para el enlace, el conde planea seducir a Susana, ejerciendo el abolido "derecho de pernada". La pareja de enamorados, en complicidad con la también engañada condesa Almaviva, se preparan para impedirlo a toda costa. Por otra parte, el propio conde descubre que su paje Cherubino, intenta seducir a la condesa, hecho que despierta su furia contra el joven. Y, a su vez, Marcelina y Bartolo harán lo posible porque Fígaro, cumpla un antiguo contrato que lo obliga a casarse con ella para regocijo del conde. ¡Y vaya lío!. Si en el tratamiento queda clara la fugacidad de las pasiones humanas, también el poder del arte ayuda a todos a reflexionar acerca de las virtudes y defectos del ser humano, esas que el propio Mozart describió hace más de 200 años a través de la música y el canto para dar al mismo tiempo una esperanza a la humanidad.

Y festejémoslo. Porque en esta obra salta a la vista el trabajo del equipo creativo que nos ofreció a todos los espectadores, un ingenioso escenario giratorio, que igualmente nos sugiere, las vueltas que da la vida. La escenografía, estuvo a cargo de Jorge Ballina; la iluminación de Víctor Zapatero; el vestuario, de Jerildy Bosch; el maquillaje, de Maricela Estrada; la coreografía a cargo de la igualmente talentosa: Vivian Cruz. Un beso y hasta la próxima charla.

Por: Ana María Longi

Las bodas de fígaro, protagonizada por la compañía nacional de ópera del INBA; concluyó con sala llena.

Proveniente de un público que ovacionó de pie al prodigioso elenco, quienes con sonrisas y expresiones amorosas, le correspondieron desde el histórico escenario del Palacio de Mármol, su apoyo y preferencia. ¡Y vaya fenómeno!... Empezando porque el glorificado Wolfgang Amadeus Mozart, compuso la música, para cuatro actos, sobre un libreto en italiano de Lorenzo da Ponte (1749-1838), basado en la pieza de Pierre Augustín Carón de Beaumarchais (1732-1799), Le Mariage de fígaro ou La Folle Journée. Luego entonces, sumemos. La obra fue escrita en 1786; y han transcurrido ya, más de 230 años de relaciones humanas controversiales, que, lamentablemente, -suspiro-, ¡no han cambiado nada!

¿Y quiénes hicieron llorar de emoción a los abarrotados aficionados al Bel Canto? Veamos. Con dirección concertadora del maestro Srba Dinic y un elenco internacional encabezado por el bajo ruso Denis Sedov como Fígaro; el barítono mexicano Armando Piña como el conde Almaviva; la soprano armenia Narine Yeghiyan como la condesa Almaviva; y la soprano rumana Letitia Vitelaru como Susana, prometida de Fígaro. La obra, llegó a su última escenificación novembrina; resaltando con toda justicia, los importantes logros especializados del director de escena Mauricio García Lozano, quien retoma esta ópera bufa, para plantear que en las postrimerías del siglo XXI en las relaciones humanas, impera el machísmo, la lucha de poder, la misoginia, el feminismo a modo: la lucha de hombres contra mujeres, y viceversa.

Ubicada a comienzos del siglo XX en un lugar de Sevilla, España, la obra cuenta la historia de Fígaro y Susana --siervos del conde Almaviva--, quienes están por unirse en matrimonio. Y antes de otorgar su permiso para el enlace, el conde planea seducir a Susana, ejerciendo el abolido "derecho de pernada". La pareja de enamorados, en complicidad con la también engañada condesa Almaviva, se preparan para impedirlo a toda costa. Por otra parte, el propio conde descubre que su paje Cherubino, intenta seducir a la condesa, hecho que despierta su furia contra el joven. Y, a su vez, Marcelina y Bartolo harán lo posible porque Fígaro, cumpla un antiguo contrato que lo obliga a casarse con ella para regocijo del conde. ¡Y vaya lío!. Si en el tratamiento queda clara la fugacidad de las pasiones humanas, también el poder del arte ayuda a todos a reflexionar acerca de las virtudes y defectos del ser humano, esas que el propio Mozart describió hace más de 200 años a través de la música y el canto para dar al mismo tiempo una esperanza a la humanidad.

Y festejémoslo. Porque en esta obra salta a la vista el trabajo del equipo creativo que nos ofreció a todos los espectadores, un ingenioso escenario giratorio, que igualmente nos sugiere, las vueltas que da la vida. La escenografía, estuvo a cargo de Jorge Ballina; la iluminación de Víctor Zapatero; el vestuario, de Jerildy Bosch; el maquillaje, de Maricela Estrada; la coreografía a cargo de la igualmente talentosa: Vivian Cruz. Un beso y hasta la próxima charla.