/ domingo 14 de mayo de 2023

Arte y academia | Octavio Paz, la cultura ancestral y la Coatlicue

Aunque fue polémico, para algunos, impositivo, para otros un ejemplo del intelectual colmado de soberbia, le pese a quien le pese, Octavio Paz es uno de los escritores más importantes de México y de los que más profundizaron en la cultura de nuestros ancestros.

Su interés en nuestro pasado para explicar el presente, es evidente en su obra literaria y sus ensayos. Para Paz, la civilización que construyeron nuestros fundadores es fundamental para entender la identidad de México, así como para comprender la línea cronológica espiritual y la idiosincrasia de este país.

Desde su juventud, Paz exploró el rico mosaico de civilizaciones que conformaron a México e incluso, se oponía al término "cultura prehispánica", por considerarlo parte de un sutil racismo alimentado por los académicos europeos.

Durante sus años de secundaria, se sumergió en la lectura de las obras de los grandes poetas mexicanos del siglo XIX y comenzó a tomar conciencia de la importancia de las culturas madres de México. Profundizó en su conocimiento e influencia en nuestro presente.

Su interés en las culturas de los ancestros de México se manifestó más claramente en su obra literaria y ensayística. En sus primeros libros de poesía, aparecen referencias a ese México antiguo y sus deidades. En su ensayo más famoso, “El laberinto de la soledad”, Paz explora nuestra cultura y reflexiona sobre su identidad.

Pero había un personaje de nuestro mundo antiguo que sin duda fascinaba a Paz como ningún otro: la legendaria Coatlicue.

Octavio Paz veía a esta diosa como un ser aterrador. En cierta forma comprendía por qué los conquistadores españoles la veían como un demonio y la habían enterrado cabeza abajo en el área que hoy conocemos como el Zócalo.

La escultura de la Coatlicue, en opinión de Paz, es una obra de arte sorprendente y cautivadora que refleja la complejidad y riqueza de la cultura mexica.

La escultura representa a la diosa de la tierra y la fertilidad. Mide 2.7 metros de altura y está tallada en roca basáltica. La figura de Coatlicue se presenta como una mujer anciana, con su torso desnudo y sus cuatro brazos extendidos. El tocado de la diosa está hecho de serpientes entrelazadas y su falda está adornada con cráneos y corazones humanos.

Octavio Paz estudió a esta figura durante muchos años y le impresionaba también el terror que causaba en los europeos. De hecho fue enterrada y desenterrada varias veces.

En una ocasión, narraba Octavio, el propio Humboldt pidió que la desenterraran para poder verla y estudiarla.

Así lo hicieron las autoridades de la época para complacerlo. Pero después de que el experto concluyó su estudio y manifestó sentirse también aterrado por la imponente presencia de la deidad de piedra, fue puesta bajo tierra nuevamente.

Para Paz cada detalle de la escultura está cargado de significados simbólicos que hablan de lo mexicano al nivel más profundo. La presencia de serpientes, cráneos y corazones humanos, por ejemplo, representa la dualidad de la vida y la muerte.

La Coatlicue es una diosa de la vida y la fertilidad, pero también es una diosa de la muerte y la destrucción.

Lo más interesante de esta obra de arte es el hecho de que la imagen es una fusión de diferentes elementos culturales. La figura de la diosa se basa en antiguas tradiciones mesoamericanas, pero también hay aspectos que hablan de esa dualidad que existía con respecto al llamado inframundo.

A Octavio lo intrigaban las similitudes entre los nueve niveles del inframundo del México antiguo y los nueve círculos del infierno que decribió Dante en su obra. Sin embargo, lo fascinaban descripciones que alejaban a ese temido lugar gobernado por el dios Mictlantecuhtli de la visión eurocentrista sobre un mundo de castigo ligado al mal.

Por el contrario, el inframundo de los ancestros de México era algo más parecido a un vientre, un lugar de tierra fértil donde crecía la vida, en el caso de esas tradiciones el famoso árbol florido que con sus raíces en la tierra del inframundo y su tronco y frutos extendiéndose hacia el cielo, regaba después a la tierra donde habitamos de una lluvia de vida.

Nunca lo dijo textualmente, pero sin duda Octavio Paz sabía que las tradiciones europeas judeocristianas, tenían mucho que aprender de la sabiduría de ese lugar conquistado al que a través de los siglos habían tachado de tierra de salvajes.

En conclusión, la escultura de la Coatlicue es también un ejemplo impresionante de la rica y compleja cultura que ha sido denostada a lo largo de los siglos por una visión europea. Algo que Octavio Paz percibió y que de hecho, sabía que causaba miedo a los conquistadores. Se preguntaba ¿por qué nunca destruyeron a la Coatlicue?

Se cree que la escultura de la diosa se encontraba en la cima del Templo Mayor. Pues no la destruyeron por ese mismo temor que les inspiraba la cultura del México antiguo. Prefirieron enterrarla de cabeza para olvidarla. Pero, ironías del destino. La estaban regresando a su hábitat, a esa tierra fértil del inframundo donde como semilla, volvió a florecer.

Aunque fue polémico, para algunos, impositivo, para otros un ejemplo del intelectual colmado de soberbia, le pese a quien le pese, Octavio Paz es uno de los escritores más importantes de México y de los que más profundizaron en la cultura de nuestros ancestros.

Su interés en nuestro pasado para explicar el presente, es evidente en su obra literaria y sus ensayos. Para Paz, la civilización que construyeron nuestros fundadores es fundamental para entender la identidad de México, así como para comprender la línea cronológica espiritual y la idiosincrasia de este país.

Desde su juventud, Paz exploró el rico mosaico de civilizaciones que conformaron a México e incluso, se oponía al término "cultura prehispánica", por considerarlo parte de un sutil racismo alimentado por los académicos europeos.

Durante sus años de secundaria, se sumergió en la lectura de las obras de los grandes poetas mexicanos del siglo XIX y comenzó a tomar conciencia de la importancia de las culturas madres de México. Profundizó en su conocimiento e influencia en nuestro presente.

Su interés en las culturas de los ancestros de México se manifestó más claramente en su obra literaria y ensayística. En sus primeros libros de poesía, aparecen referencias a ese México antiguo y sus deidades. En su ensayo más famoso, “El laberinto de la soledad”, Paz explora nuestra cultura y reflexiona sobre su identidad.

Pero había un personaje de nuestro mundo antiguo que sin duda fascinaba a Paz como ningún otro: la legendaria Coatlicue.

Octavio Paz veía a esta diosa como un ser aterrador. En cierta forma comprendía por qué los conquistadores españoles la veían como un demonio y la habían enterrado cabeza abajo en el área que hoy conocemos como el Zócalo.

La escultura de la Coatlicue, en opinión de Paz, es una obra de arte sorprendente y cautivadora que refleja la complejidad y riqueza de la cultura mexica.

La escultura representa a la diosa de la tierra y la fertilidad. Mide 2.7 metros de altura y está tallada en roca basáltica. La figura de Coatlicue se presenta como una mujer anciana, con su torso desnudo y sus cuatro brazos extendidos. El tocado de la diosa está hecho de serpientes entrelazadas y su falda está adornada con cráneos y corazones humanos.

Octavio Paz estudió a esta figura durante muchos años y le impresionaba también el terror que causaba en los europeos. De hecho fue enterrada y desenterrada varias veces.

En una ocasión, narraba Octavio, el propio Humboldt pidió que la desenterraran para poder verla y estudiarla.

Así lo hicieron las autoridades de la época para complacerlo. Pero después de que el experto concluyó su estudio y manifestó sentirse también aterrado por la imponente presencia de la deidad de piedra, fue puesta bajo tierra nuevamente.

Para Paz cada detalle de la escultura está cargado de significados simbólicos que hablan de lo mexicano al nivel más profundo. La presencia de serpientes, cráneos y corazones humanos, por ejemplo, representa la dualidad de la vida y la muerte.

La Coatlicue es una diosa de la vida y la fertilidad, pero también es una diosa de la muerte y la destrucción.

Lo más interesante de esta obra de arte es el hecho de que la imagen es una fusión de diferentes elementos culturales. La figura de la diosa se basa en antiguas tradiciones mesoamericanas, pero también hay aspectos que hablan de esa dualidad que existía con respecto al llamado inframundo.

A Octavio lo intrigaban las similitudes entre los nueve niveles del inframundo del México antiguo y los nueve círculos del infierno que decribió Dante en su obra. Sin embargo, lo fascinaban descripciones que alejaban a ese temido lugar gobernado por el dios Mictlantecuhtli de la visión eurocentrista sobre un mundo de castigo ligado al mal.

Por el contrario, el inframundo de los ancestros de México era algo más parecido a un vientre, un lugar de tierra fértil donde crecía la vida, en el caso de esas tradiciones el famoso árbol florido que con sus raíces en la tierra del inframundo y su tronco y frutos extendiéndose hacia el cielo, regaba después a la tierra donde habitamos de una lluvia de vida.

Nunca lo dijo textualmente, pero sin duda Octavio Paz sabía que las tradiciones europeas judeocristianas, tenían mucho que aprender de la sabiduría de ese lugar conquistado al que a través de los siglos habían tachado de tierra de salvajes.

En conclusión, la escultura de la Coatlicue es también un ejemplo impresionante de la rica y compleja cultura que ha sido denostada a lo largo de los siglos por una visión europea. Algo que Octavio Paz percibió y que de hecho, sabía que causaba miedo a los conquistadores. Se preguntaba ¿por qué nunca destruyeron a la Coatlicue?

Se cree que la escultura de la diosa se encontraba en la cima del Templo Mayor. Pues no la destruyeron por ese mismo temor que les inspiraba la cultura del México antiguo. Prefirieron enterrarla de cabeza para olvidarla. Pero, ironías del destino. La estaban regresando a su hábitat, a esa tierra fértil del inframundo donde como semilla, volvió a florecer.