/ martes 13 de octubre de 2020

Arte y Academia | Silvestre Revueltas, 80 años sin nuestro genio

Por: Ana María Longi

El otro día escuché un disco con algunas de las obras de Silvestre Revueltas y debo confesar que aún con el paso de las décadas me sigue cimbrando el alma y el sonido de sus notas es una poderosa energía que perdura en el cuerpo y en la mente por varias horas y días. El pasado seis de octubre se cumplieron 80 años de la muerte de este gran genio de la música de nuestra nación, quizá el más importante de todos los tiempos, no sólo por sus obras inmortales como Sensemayá o La noche de los mayas, sino porque colocó a México en el mapa mundial de las naciones que han producido pilares universales de la música, a la altura de un Bach, un Chopin o un Beethoven. Pero sin duda, cuando uno analiza la vida de Revueltas, lo primero que llama la atención es lo joven que era cuando realizó algunas de sus grandes obras. Bien se dice que los genios como Mozart comienzan desde muy temprana edad a mostrar aptitudes, pues fue justo lo que ocurrió con Silvestre, qien desde muy joven reconoció en la música su pasión y al ser el mayor de cuatro hermanos decidió aventurarse en la ciudad de México para buscar un lugar en la convocatoria de el Conservatorio Nacional de Música donde comenzó a perfeccionar sus aptitudes. Se ha dicho mucho que pertenecía a la corriente de músicos nacionalistas, bien es sabido que en nuestro país a menudo se buscaban las etiquetas fáciles para catalogar todo lo cultural, sin embargo, en mi humilde opinión, la música de Revueltas va mucho más allá, cada composición sobrepasa lo nacional para ir hacia lo universal. Su música nos mostró que el ser mexicano es ser enigma, es ser cosmos, es imaginar la creación del toda nuestra cultura hacia el infinito de los tiempos. En 1917, cuando muchos estaban inmersos en los tiempos políticos el viajó a los Estados Unidos con tan sólo 18 años para ahondar más en una de sus primeras pasiones, el violín. Pero sin duda, aunque dominara el instrumento, su conciencia imaginaba un todo orquestal al que de forma apasionada daba forma en su mente para algún día ponerla sobre notas musicales. Al llegar la década de los 20, Silvestre Revueltas se convierte en uno de los principales promotores nacionales de la música de concierto a lo largo y ancho del país y a finales de esa década ocupó un cargo directivo en la Orquesta Sinfónica Nacional, tenía sólo 29 años. No obstante, hay un periodo al que hay que poner principal atención, pues es cuando compone sus principales obras, quizá inspirado por los tiempos oscuros que vivió en España, país al que viajó en 1936 para apoyar la causa republicana en la guerra civil. Fueron justamente esos cuatro años de gran intensidad, al conocer la guerra, la muerte, la justicia e injusticia, los que fueron el detonador para sacar todo lo que había acumulado sus alma en tantos años de preparación. Curiosamente la guerra civil española lo conectarían más con su México, con la esencia que formaba parte de su subconciente y todo ello se tradujo en sus obras más importantes, algunas ya mencionadas como Sensemayá, terminada en 1938 y La noche de los mayas, que concluyó mágicamente una velada de 1939, sólo un año antes de su muerte, que por cierto se dio en medio de la más absoluta pobreza y olvido. Habría que mencionar en todo esto a otra heroína, de hecho, la verdadera responsable de que conozcamos a este gran genio, su hermana Rosaura Revueltas, quien después de su muerte se dedica a a recopilar todas sus compoisiciones e incluso junta dinero para adquirir algunas en 1943 que ya habían sido vendidas de manera poco clara a oportunistas. Los tiempos políticos no eran los mejores para recibir apoyo debido a las ideas izquierdistas que mantuvo Silvestre hasta su muerte, sin embargo Rosalba logra publicar las obras de su hermano en los Estados Unidos y a partir de ese momento muchas orquestas de ese país y músicos inteligentes reconocieron en aquellas composiciones a uno de los mayores genios de la música universal. Fue bochornoso culturalmente hablando que fueran los extranjeros, antes que los mexicanos, los primeros en dar el valor que merece a la obra de Silvestre Revueltas, nuestro Mozart, nuestro Chopin, nuestro Beethoven, nuestro Bach nacional. ¿Cuantos Revueltas habrá por ahí sin el debido reconocimiento, cuantas grandes sinfonías estarán acumulando polvo sin ser descubiertas? Una pregunta al aire cuando se cumplen ocho décadas de la muerte de este gran músico... les dejo un beso.

Por: Ana María Longi

El otro día escuché un disco con algunas de las obras de Silvestre Revueltas y debo confesar que aún con el paso de las décadas me sigue cimbrando el alma y el sonido de sus notas es una poderosa energía que perdura en el cuerpo y en la mente por varias horas y días. El pasado seis de octubre se cumplieron 80 años de la muerte de este gran genio de la música de nuestra nación, quizá el más importante de todos los tiempos, no sólo por sus obras inmortales como Sensemayá o La noche de los mayas, sino porque colocó a México en el mapa mundial de las naciones que han producido pilares universales de la música, a la altura de un Bach, un Chopin o un Beethoven. Pero sin duda, cuando uno analiza la vida de Revueltas, lo primero que llama la atención es lo joven que era cuando realizó algunas de sus grandes obras. Bien se dice que los genios como Mozart comienzan desde muy temprana edad a mostrar aptitudes, pues fue justo lo que ocurrió con Silvestre, qien desde muy joven reconoció en la música su pasión y al ser el mayor de cuatro hermanos decidió aventurarse en la ciudad de México para buscar un lugar en la convocatoria de el Conservatorio Nacional de Música donde comenzó a perfeccionar sus aptitudes. Se ha dicho mucho que pertenecía a la corriente de músicos nacionalistas, bien es sabido que en nuestro país a menudo se buscaban las etiquetas fáciles para catalogar todo lo cultural, sin embargo, en mi humilde opinión, la música de Revueltas va mucho más allá, cada composición sobrepasa lo nacional para ir hacia lo universal. Su música nos mostró que el ser mexicano es ser enigma, es ser cosmos, es imaginar la creación del toda nuestra cultura hacia el infinito de los tiempos. En 1917, cuando muchos estaban inmersos en los tiempos políticos el viajó a los Estados Unidos con tan sólo 18 años para ahondar más en una de sus primeras pasiones, el violín. Pero sin duda, aunque dominara el instrumento, su conciencia imaginaba un todo orquestal al que de forma apasionada daba forma en su mente para algún día ponerla sobre notas musicales. Al llegar la década de los 20, Silvestre Revueltas se convierte en uno de los principales promotores nacionales de la música de concierto a lo largo y ancho del país y a finales de esa década ocupó un cargo directivo en la Orquesta Sinfónica Nacional, tenía sólo 29 años. No obstante, hay un periodo al que hay que poner principal atención, pues es cuando compone sus principales obras, quizá inspirado por los tiempos oscuros que vivió en España, país al que viajó en 1936 para apoyar la causa republicana en la guerra civil. Fueron justamente esos cuatro años de gran intensidad, al conocer la guerra, la muerte, la justicia e injusticia, los que fueron el detonador para sacar todo lo que había acumulado sus alma en tantos años de preparación. Curiosamente la guerra civil española lo conectarían más con su México, con la esencia que formaba parte de su subconciente y todo ello se tradujo en sus obras más importantes, algunas ya mencionadas como Sensemayá, terminada en 1938 y La noche de los mayas, que concluyó mágicamente una velada de 1939, sólo un año antes de su muerte, que por cierto se dio en medio de la más absoluta pobreza y olvido. Habría que mencionar en todo esto a otra heroína, de hecho, la verdadera responsable de que conozcamos a este gran genio, su hermana Rosaura Revueltas, quien después de su muerte se dedica a a recopilar todas sus compoisiciones e incluso junta dinero para adquirir algunas en 1943 que ya habían sido vendidas de manera poco clara a oportunistas. Los tiempos políticos no eran los mejores para recibir apoyo debido a las ideas izquierdistas que mantuvo Silvestre hasta su muerte, sin embargo Rosalba logra publicar las obras de su hermano en los Estados Unidos y a partir de ese momento muchas orquestas de ese país y músicos inteligentes reconocieron en aquellas composiciones a uno de los mayores genios de la música universal. Fue bochornoso culturalmente hablando que fueran los extranjeros, antes que los mexicanos, los primeros en dar el valor que merece a la obra de Silvestre Revueltas, nuestro Mozart, nuestro Chopin, nuestro Beethoven, nuestro Bach nacional. ¿Cuantos Revueltas habrá por ahí sin el debido reconocimiento, cuantas grandes sinfonías estarán acumulando polvo sin ser descubiertas? Una pregunta al aire cuando se cumplen ocho décadas de la muerte de este gran músico... les dejo un beso.