La soberanía nacional radica esencial y originariamente en la población, la cual la ejerce por medio de los Poderes de la Unión y de los Poderes locales. Entre ellos no existe ni puede haber una jerarquización y mucho menos una subordinación, pues su origen es el mismo: la soberanía popular. Lo que los hace distintos son sus atribuciones.
Por ello, el Poder Ejecutivo Federal no es más ni menos que el Poder Ejecutivo de una entidad, pues ambos surgen de la voluntad popular y tienes obligaciones que cumplir.
Lo anterior viene a colación debido al inicio de la administración del Presidente Andrés Manuel López Obrador, quien fruto del voto popular asumió desde el 1 de diciembre pasado las facultades que asisten al Poder Ejecutivo Federal y está decidido a imprimir su sello personal en su ejercicio.
Para lograr su cometido, el Primer Mandatario ha viajado en aerolínea comercial a diversas entidades del país, en las cuales organiza actos en plazas públicas para anunciar la puesta en marcha de diversos programas, así como la realización de obras públicas. Esos actos son organizados por los llamados “superdelegados”, los cuales echan mano de simpatizantes del partido en el gobierno para llenar las plazas.
Esa carga partidista se ha traducido en abucheos y gritos en contra de gobernantes que son de otro extracto partidista, quienes habían soportado estoicamente esa emboscada, mientras el Presidente de la República se mostraba apenado y convocante al respeto.
Sin embargo, el gobernante de Guerrero ha sacado la casta y hecho respetar la soberanía del Estado que lleva por nombre el de un digno mexicano que prefirió morir antes que violentar el interés público.
El 11 de enero pasado, en Tlapa, Guerrero, a Héctor Astudillo le tendieron una emboscada y ante ello, el hombre por el que votó la mayoría de la población guerrerense exigió directamente al Presidente de la República respeto para su Estado y para su gente.
Y es que los abucheos no son contra la persona, sino contra la voluntad popular. De ahí la enérgica, clara y oportuna exigencia que el gobernador de Guerrero le hizo al Presidente, y que pudimos ver gracias al video que circuló en las redes sociales, en el que se percibe a un gobernador decidido a no pasar por alto esa ofensa al Estado de Guerrero.
Y dio resultado.
Durante su visita el 7 de febrero al municipio de Iguala, Guerrero, el Presidente hizo lo que no había logrado en sus anteriores visitas a los Estados: poner orden y hacer prevalecer la visión de Estado y el interés público en México, traducido en el respeto a la investidura del gobernador Héctor Astudillo Flores.
Acatando el mandato de las urnas, Héctor Astudillo ha cumplido con la obligación elemental de hacer que se respete a las y los guerrerenses, al tiempo que avanza en materia económica al garantizar nuevas inversiones en Guerrero, como lo es la llegada de la cadena hotelera Dreams al Puerto de Acapulco y la realización de la Convención Bancaria en el Estado.
Importantes logros los de Héctor Astudillo a favor de sus paisanos.
camachovargas@prodigy.net.mx
@jlcamachov