/ miércoles 17 de agosto de 2022

Atentado a Rushdie: Condenable golpe a la libertad creativa

“La libertad es siempre libertad

aún y para el que piensa diferente”.

Rosa de Luxemburgo


En 1988 el mundo presenció atónito la “fatwa” (fetua en español) lanzada por el Ayatola Jomeini: “informar a todos los musulmanes que el autor del libro Versos Satánicos (Salman Rushdie), que se ha escrito, impreso y publicado en oposición al Islam, al Profeta y al Corán, así como a quienes conozcan su contenido, lo publiquen o difundan, todos ellos están condenados a muerte”.

El extremista conductor del pueblo iraní llamó a “todos los musulmanes celosos de su deber a ejecutar (a Rushdie, editores, publicistas y lectores del libro) rápidamente, en donde se les encuentre, con el fin de que nadie insulte los principios sagrados del Islam”; ello ocurrió en los primeros días de febrero de 1989, y desencadenó el asesinato de, al menos, 59 personas ligadas a la obra en diversas latitudes del planeta, así como la promesa de recompensar con 3.3 millones de dólares (de la época) a quien ejecutara al autor del libro condenado.

La tensión internacional provocada por dicha sentencia mortal emitida por la máxima autoridad religiosa de Irán provocó la inmediata protección al escritor, quien vivió una década ‘a salto de mata’, protegido siempre por un cuerpo de seguridad que inexplicablemente falló en su cometido este 12 de agosto en un evento propiciado por la Comunidad Evangélica de Chautauqua, al oeste del estado de Nueva York, donde el reconocido defensor y promotor de la libertad creativa acudió a brindar una conferencia magistral en el curso de una tradición de diálogo interreligioso patrocinado por esa institución.

Es condenable que treinta y tres años después la fetua de Jomeini se haya cumplido, y mucho más condenable que esto haya ocurrido en suelo estadunidense, pues este ataque es una respuesta a la “eliminación” de Ayman al-Zawahiri, el número 2 de Al-Qaeda, asesinado por un dron estadunidense el 1 de agosto de este año en Kabul, la capital de Afganistán.

Ni duda cabe de que esta violenta respuesta representa un nuevo frente de tensión bélica en el planeta, y precisamente ello obliga a recuperar la urgencia de fortalecer el diálogo interreligioso como parte de la diplomacia internacional, y así recuperar los principios que el teólogo suizo Hans Küng nos legó a través de su obra.

Tiempo después de la aparición de Versos Satánicos y sus graves consecuencias islámicas y como una contundente réplica al apocalíptico asesor en seguridad de los Estados Unidos, Samuel Huntington y su obra Choque de Civilizaciones, Küng ofrece a la humanidad las bases para la construcción de un urgente diálogo entre religiones a fin de evitar la debacle prevista por el estadunidense, cuya única finalidad fue siempre fortalecer a la industria armamentista de su país.

Gracias a la capacidad y tolerancia del teólogo suizo que desafió a Juan Pablo II, tuvimos al alcance obras reflexivas sobre el Islam, el judaísmo y el cristianismo que permitieron a Küng establecer los fundamentos comunes de las llamadas religiones abrahámicas, y con ello contar con puntos de encuentro para iniciar ese diálogo con la mira de establecer la paz entre estas tres grandes creencias para, en seguida, proseguir la ruta conciliatoria con el resto de confesiones del mundo.

Küng afirmó que sin la adopción de una ética mundial no es posible garantizar la supervivencia de la humanidad, y para ello en 1997 propuso puntualmente la adopción de una ética política y económica a fin de que el mundo abrazara premisas morales comunes que permitieran abordar un diálogo entre religiones para establecer la paz, convencido de que sin paz religiosa es imposible garantizar la paz mundial, y que para logara esa paz entre creencias es necesario establecer un intercambio de ideas fluido y permanente.

Tras varios años de análisis, el suizo concluyó que “nuestro planeta no podrá sobrevivir sin una ética mundial, asumida conjuntamente por creyentes y no creyentes”, meta aún alcanzable y cuya urgencia ante los últimos acontecimientos nos obliga más que nunca a reforzar esa vertiente de la construcción de paz, sobre todo ante las reacciones registradas en Irán al conocerse el cumplimiento de la fetua, hecho que promovió la bendición “a las manos del que degolló el cuello del enemigo de dios”, tal y como lo publicó el diario conservador Kayhan en su primera plana de este 13 de agosto.

El fortalecimiento de este diálogo implica recuperar la vigencia del respeto y la defensa a la libertad de pensamiento y de creación, tal y como la aplicaba Rosa de Luxemburgo ante quienes diferían de ella.

“La libertad es siempre libertad

aún y para el que piensa diferente”.

Rosa de Luxemburgo


En 1988 el mundo presenció atónito la “fatwa” (fetua en español) lanzada por el Ayatola Jomeini: “informar a todos los musulmanes que el autor del libro Versos Satánicos (Salman Rushdie), que se ha escrito, impreso y publicado en oposición al Islam, al Profeta y al Corán, así como a quienes conozcan su contenido, lo publiquen o difundan, todos ellos están condenados a muerte”.

El extremista conductor del pueblo iraní llamó a “todos los musulmanes celosos de su deber a ejecutar (a Rushdie, editores, publicistas y lectores del libro) rápidamente, en donde se les encuentre, con el fin de que nadie insulte los principios sagrados del Islam”; ello ocurrió en los primeros días de febrero de 1989, y desencadenó el asesinato de, al menos, 59 personas ligadas a la obra en diversas latitudes del planeta, así como la promesa de recompensar con 3.3 millones de dólares (de la época) a quien ejecutara al autor del libro condenado.

La tensión internacional provocada por dicha sentencia mortal emitida por la máxima autoridad religiosa de Irán provocó la inmediata protección al escritor, quien vivió una década ‘a salto de mata’, protegido siempre por un cuerpo de seguridad que inexplicablemente falló en su cometido este 12 de agosto en un evento propiciado por la Comunidad Evangélica de Chautauqua, al oeste del estado de Nueva York, donde el reconocido defensor y promotor de la libertad creativa acudió a brindar una conferencia magistral en el curso de una tradición de diálogo interreligioso patrocinado por esa institución.

Es condenable que treinta y tres años después la fetua de Jomeini se haya cumplido, y mucho más condenable que esto haya ocurrido en suelo estadunidense, pues este ataque es una respuesta a la “eliminación” de Ayman al-Zawahiri, el número 2 de Al-Qaeda, asesinado por un dron estadunidense el 1 de agosto de este año en Kabul, la capital de Afganistán.

Ni duda cabe de que esta violenta respuesta representa un nuevo frente de tensión bélica en el planeta, y precisamente ello obliga a recuperar la urgencia de fortalecer el diálogo interreligioso como parte de la diplomacia internacional, y así recuperar los principios que el teólogo suizo Hans Küng nos legó a través de su obra.

Tiempo después de la aparición de Versos Satánicos y sus graves consecuencias islámicas y como una contundente réplica al apocalíptico asesor en seguridad de los Estados Unidos, Samuel Huntington y su obra Choque de Civilizaciones, Küng ofrece a la humanidad las bases para la construcción de un urgente diálogo entre religiones a fin de evitar la debacle prevista por el estadunidense, cuya única finalidad fue siempre fortalecer a la industria armamentista de su país.

Gracias a la capacidad y tolerancia del teólogo suizo que desafió a Juan Pablo II, tuvimos al alcance obras reflexivas sobre el Islam, el judaísmo y el cristianismo que permitieron a Küng establecer los fundamentos comunes de las llamadas religiones abrahámicas, y con ello contar con puntos de encuentro para iniciar ese diálogo con la mira de establecer la paz entre estas tres grandes creencias para, en seguida, proseguir la ruta conciliatoria con el resto de confesiones del mundo.

Küng afirmó que sin la adopción de una ética mundial no es posible garantizar la supervivencia de la humanidad, y para ello en 1997 propuso puntualmente la adopción de una ética política y económica a fin de que el mundo abrazara premisas morales comunes que permitieran abordar un diálogo entre religiones para establecer la paz, convencido de que sin paz religiosa es imposible garantizar la paz mundial, y que para logara esa paz entre creencias es necesario establecer un intercambio de ideas fluido y permanente.

Tras varios años de análisis, el suizo concluyó que “nuestro planeta no podrá sobrevivir sin una ética mundial, asumida conjuntamente por creyentes y no creyentes”, meta aún alcanzable y cuya urgencia ante los últimos acontecimientos nos obliga más que nunca a reforzar esa vertiente de la construcción de paz, sobre todo ante las reacciones registradas en Irán al conocerse el cumplimiento de la fetua, hecho que promovió la bendición “a las manos del que degolló el cuello del enemigo de dios”, tal y como lo publicó el diario conservador Kayhan en su primera plana de este 13 de agosto.

El fortalecimiento de este diálogo implica recuperar la vigencia del respeto y la defensa a la libertad de pensamiento y de creación, tal y como la aplicaba Rosa de Luxemburgo ante quienes diferían de ella.

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