/ lunes 6 de abril de 2020

Bájenle una rayita, dice el Presidente

Ya sabemos que al Presidente López Obrador le gusta usar un lenguaje sin recato, comunica de manera sencilla y directo a la yugular de la oposición. Es un hábil demagogo. Y la verdad, desde el “cállate chachalaca” del 2006 hasta el “me canso ganso” ha tenido un caldo de cultivo en los dos sexenios anteriores que le han empoderado como un líder opositor sensacional. Es el arquetipo del candidato carismático.

Hoy como Presidente su habilidad para comunicar se basa en que cada mañana nos enjareta una puesta en escena cuyo objetivo es ponernos de cabeza a quienes desde nuestra libertad reaccionamos frente a lo que decide. Pero ¿acaso López Obrador en esencia es distinto a los presidentes que hemos tenido desde la revolución mexicana? Algunos más educados sin duda, pero en el ejercicio del poder han hecho lo que les ha venido en gana. Recordemos la eterna discusión de la oposición en el Congreso de la Unión cada informe presidencial. Por más que los grupos parlamentarios opositores al PRI exigieron cambiar el formato del informe para dejar de ser un congreso sometido a escuchar pasivamente la perorata presidencial, nada ha cambiado. No hay, como en una democracia moderna, una interlocución entre presidencia y el Congreso. No ha habido manera de detener decisiones presidenciales, peor cuando tiene mayoría en el Congreso. La Oposición mexicana, tanto de los partidos como desde las OSC se han obligado a ser hábiles en la negociación en cada sexenio para lograr reformas estructurales, pero ha quedado pendiente la que acote al presidencialismo.

Así que hoy López Obrador ejerce el poder igual que sus antecesores, nada ha cambiado en las formas de ejercer el poder presidencial. Y eso que llama Cuarta Transformación no es más que una lista de ideas de lo que ha decidido hacer usando el poder que tiene, porque no hay otro poder que lo acote. Y si hay que tirar a la basura la inversión del NAICM para concretar “su idea” en Santa Lucía, se hace porque él lo ordena. Si el mundo está en la ruta de prescindir de energías fósiles, para el señor eso no le impedirá levantar -con dineros de la hacienda pública- al anciano y arcaico PEMEX y construir su Dos Bocas, aunque la mitad de las actuales refinerías no funcionen no porque no se quiera, sino porque el petróleo se está acabando. Igual ante la pandemia del COVID19, él decidió cuándo el Quédate En Casa y cuántas pruebas se deberán hacer para mantener una curva chata del contagio, aunque no refleje la realidad, opínese como se opine por la OMS y por los expertos, vaya, hasta por el sentido común.

Yo no pienso que tenemos el gobierno que nos merecemos, el problema es que hay un sistema debidamente articulado desde que los generales de la revolución depusieron las armas. Ejercer la democracia no sólo se concreta votando, necesitamos construir ciudadanía, harto difícil porque hoy millones de personas sólo piensan lo que van a comer al día y dependen de la filantropía gubernamental y el partido en el poder seguirá teniendo un electorado manipulable.

El Covid19 son pequeñas bombas tronándonos en las manos, hay que tomarlo en serio: urge apoyar a la planta productiva, a personas desempleadas y enfermas como otros países lo hacen, privilegiar los dineros para este fin. Si no se concreta, estamos obligados a subirle dos rayitas más a nuestra exigencia de rescatar al país del populista incapaz.

Defensora de Derechos Humanos

Ya sabemos que al Presidente López Obrador le gusta usar un lenguaje sin recato, comunica de manera sencilla y directo a la yugular de la oposición. Es un hábil demagogo. Y la verdad, desde el “cállate chachalaca” del 2006 hasta el “me canso ganso” ha tenido un caldo de cultivo en los dos sexenios anteriores que le han empoderado como un líder opositor sensacional. Es el arquetipo del candidato carismático.

Hoy como Presidente su habilidad para comunicar se basa en que cada mañana nos enjareta una puesta en escena cuyo objetivo es ponernos de cabeza a quienes desde nuestra libertad reaccionamos frente a lo que decide. Pero ¿acaso López Obrador en esencia es distinto a los presidentes que hemos tenido desde la revolución mexicana? Algunos más educados sin duda, pero en el ejercicio del poder han hecho lo que les ha venido en gana. Recordemos la eterna discusión de la oposición en el Congreso de la Unión cada informe presidencial. Por más que los grupos parlamentarios opositores al PRI exigieron cambiar el formato del informe para dejar de ser un congreso sometido a escuchar pasivamente la perorata presidencial, nada ha cambiado. No hay, como en una democracia moderna, una interlocución entre presidencia y el Congreso. No ha habido manera de detener decisiones presidenciales, peor cuando tiene mayoría en el Congreso. La Oposición mexicana, tanto de los partidos como desde las OSC se han obligado a ser hábiles en la negociación en cada sexenio para lograr reformas estructurales, pero ha quedado pendiente la que acote al presidencialismo.

Así que hoy López Obrador ejerce el poder igual que sus antecesores, nada ha cambiado en las formas de ejercer el poder presidencial. Y eso que llama Cuarta Transformación no es más que una lista de ideas de lo que ha decidido hacer usando el poder que tiene, porque no hay otro poder que lo acote. Y si hay que tirar a la basura la inversión del NAICM para concretar “su idea” en Santa Lucía, se hace porque él lo ordena. Si el mundo está en la ruta de prescindir de energías fósiles, para el señor eso no le impedirá levantar -con dineros de la hacienda pública- al anciano y arcaico PEMEX y construir su Dos Bocas, aunque la mitad de las actuales refinerías no funcionen no porque no se quiera, sino porque el petróleo se está acabando. Igual ante la pandemia del COVID19, él decidió cuándo el Quédate En Casa y cuántas pruebas se deberán hacer para mantener una curva chata del contagio, aunque no refleje la realidad, opínese como se opine por la OMS y por los expertos, vaya, hasta por el sentido común.

Yo no pienso que tenemos el gobierno que nos merecemos, el problema es que hay un sistema debidamente articulado desde que los generales de la revolución depusieron las armas. Ejercer la democracia no sólo se concreta votando, necesitamos construir ciudadanía, harto difícil porque hoy millones de personas sólo piensan lo que van a comer al día y dependen de la filantropía gubernamental y el partido en el poder seguirá teniendo un electorado manipulable.

El Covid19 son pequeñas bombas tronándonos en las manos, hay que tomarlo en serio: urge apoyar a la planta productiva, a personas desempleadas y enfermas como otros países lo hacen, privilegiar los dineros para este fin. Si no se concreta, estamos obligados a subirle dos rayitas más a nuestra exigencia de rescatar al país del populista incapaz.

Defensora de Derechos Humanos