/ sábado 25 de noviembre de 2017

Barbarie

Los homicidios aterran. Cuando los muertos son personas conocidas se recrudece el miedo. Los calibres de violencia en este paraíso autóctono alcanzan magnitudes insospechadas, sin que las autoridades den la cara, cuando menos, para fingir que tratarán de poner un alto..

Primero fue Adolfo Lagos, alto ejecutivo de televisa, a quien se presume mató su propio guardaespaldas, cuando quisieron robarle la bicicleta en la que transitaba. Días después, asesinaron con increíble rudeza al Ombudsman de Baja California Sur, a su hijo y dejaron gravemente heridas a su esposa e hija.

La barbarie se desata y, los encargados de darnos seguridad, ¡en la baba! Su prioridades la electoritis. Enredados en su miseria cerebral, cuanta actividad realizan solo tiene ese objetivo. Y aquí habría que incluir al resto de la “clase política” y sobre todo, a la caterva de suspirantes, que “no dan paso sin huarache”.

Se politiza cualquier tema y los contendientes intentan sacar raja. Obsesionados, analizan los gestos de quienes van a la cabeza y de aquel que decidirá con el “divino dedazo”. Se destaza toda expresión y se especula hacia quien se dirige, en el ancestral juego sexenal, mancha antidemocrática por excelencia.

Mientras se ocupan en semejantes entuertos, los índices delictivos rompen marcas y se difunde que el mes de octubre se llevó la palma. El más violento, desde el 2011, con la friolera de dos mil 371 cadáveres. Y la casta divina, tan fresca. Frente a los reclamos senatoriales, el “diligentísimo” Secretario de Gobernación (Ni más ni menos que encargado de la seguridad), reconoció que la “situación es compleja”.

Se pintan solos para salirse por la tangente y cantinflear, como si la responsabilidad recayera en “la tía de las muchachas”. Se dio el lujo de decir que poco se comentaba la reducción del índice delictivo, en los primeros dos años del Peñiato. ¡Dioses!, ¿por qué entonces no pudieron afianzar la baja y conseguir abatirla?

La negligencia y en buena medida la colusión de autoridades con las bandas criminales, propiciaron que entidades como Baja California Sur, de haber sido un remanso de paz se transformara en infierno. El que ocupe el tercer lugar en homicidios y que éstos ya alcanzaran a la avenida principal de La Paz, confirma el que no se puso un alto a tiempo.

Las matanzas empiezan en la periferia, en colonias proletarias. Cuando se ignoran, sube la escala y terminan por cubrir la “plaza” y diezmar sin distinción de jerarquía y clase social.

Menos de dos, de cada 10 homicidios dolosos, se consigna. La incompetencia de los Ministerios Públicos debería ser un foco rojo para las autoridades. La impunidad, motor y fuerza del delito, campea en este territorio, en paralelo con la corrupción, que transforma a quienes deberían defendernos, en socios de los maleantes.

Nos sentimos impotentes ante el crimen de personas conocidas. Olvidamos a quienes les arrebatan la vida en un asalto, en transporte público, por quitarles un mugroso celular o los veinte pesos, que llevan por todo capital.

Violencia llama a más violencia. Aberraciones, como la violación de tres pequeñas (12, 11 y 10 años) y la muerte de la mayor (Ciudad Juárez), claman al cielo. ¿Alguien cree que se detendrá a las bestias que lo hicieron, cuando sucedió en un barrio de marginados?

El tejido social se destroza y “los de arriba” hacen las maletas y se disponen a tomar las de Villadiego. Con las alforjas llenas vivirán a sus anchas; al fin y al cabo, ¿qué tanto afecta unos miles de muertitos más?

 

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq

Los homicidios aterran. Cuando los muertos son personas conocidas se recrudece el miedo. Los calibres de violencia en este paraíso autóctono alcanzan magnitudes insospechadas, sin que las autoridades den la cara, cuando menos, para fingir que tratarán de poner un alto..

Primero fue Adolfo Lagos, alto ejecutivo de televisa, a quien se presume mató su propio guardaespaldas, cuando quisieron robarle la bicicleta en la que transitaba. Días después, asesinaron con increíble rudeza al Ombudsman de Baja California Sur, a su hijo y dejaron gravemente heridas a su esposa e hija.

La barbarie se desata y, los encargados de darnos seguridad, ¡en la baba! Su prioridades la electoritis. Enredados en su miseria cerebral, cuanta actividad realizan solo tiene ese objetivo. Y aquí habría que incluir al resto de la “clase política” y sobre todo, a la caterva de suspirantes, que “no dan paso sin huarache”.

Se politiza cualquier tema y los contendientes intentan sacar raja. Obsesionados, analizan los gestos de quienes van a la cabeza y de aquel que decidirá con el “divino dedazo”. Se destaza toda expresión y se especula hacia quien se dirige, en el ancestral juego sexenal, mancha antidemocrática por excelencia.

Mientras se ocupan en semejantes entuertos, los índices delictivos rompen marcas y se difunde que el mes de octubre se llevó la palma. El más violento, desde el 2011, con la friolera de dos mil 371 cadáveres. Y la casta divina, tan fresca. Frente a los reclamos senatoriales, el “diligentísimo” Secretario de Gobernación (Ni más ni menos que encargado de la seguridad), reconoció que la “situación es compleja”.

Se pintan solos para salirse por la tangente y cantinflear, como si la responsabilidad recayera en “la tía de las muchachas”. Se dio el lujo de decir que poco se comentaba la reducción del índice delictivo, en los primeros dos años del Peñiato. ¡Dioses!, ¿por qué entonces no pudieron afianzar la baja y conseguir abatirla?

La negligencia y en buena medida la colusión de autoridades con las bandas criminales, propiciaron que entidades como Baja California Sur, de haber sido un remanso de paz se transformara en infierno. El que ocupe el tercer lugar en homicidios y que éstos ya alcanzaran a la avenida principal de La Paz, confirma el que no se puso un alto a tiempo.

Las matanzas empiezan en la periferia, en colonias proletarias. Cuando se ignoran, sube la escala y terminan por cubrir la “plaza” y diezmar sin distinción de jerarquía y clase social.

Menos de dos, de cada 10 homicidios dolosos, se consigna. La incompetencia de los Ministerios Públicos debería ser un foco rojo para las autoridades. La impunidad, motor y fuerza del delito, campea en este territorio, en paralelo con la corrupción, que transforma a quienes deberían defendernos, en socios de los maleantes.

Nos sentimos impotentes ante el crimen de personas conocidas. Olvidamos a quienes les arrebatan la vida en un asalto, en transporte público, por quitarles un mugroso celular o los veinte pesos, que llevan por todo capital.

Violencia llama a más violencia. Aberraciones, como la violación de tres pequeñas (12, 11 y 10 años) y la muerte de la mayor (Ciudad Juárez), claman al cielo. ¿Alguien cree que se detendrá a las bestias que lo hicieron, cuando sucedió en un barrio de marginados?

El tejido social se destroza y “los de arriba” hacen las maletas y se disponen a tomar las de Villadiego. Con las alforjas llenas vivirán a sus anchas; al fin y al cabo, ¿qué tanto afecta unos miles de muertitos más?

 

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq