/ martes 20 de marzo de 2018

Bazar de la cultura

Juan Amael Vizzuett Olvera

  • Un reconocimiento para Hellen Bickham

Cada encuentro con la pintora mexicana Hellen Bickham es memorable: su obra es una celebración de la vida cotidiana. Ajena a las modas, la artista ha recorrido el mundo para retratar a la gente real, en sus momentos de trabajo, reposo o convivencia. Quien mira uno de sus cuadros se reconoce y reconoce a sus seres más cercanos.

La Casa de Coahuila en Coyoacán –Xicoténcatl 10, muy cerca del exConvento de Churubusco– festejó el 8 de marzo con un homenaje a Hellen Bickham. En compañía de sus camaradas del Salón de la Plástica Mexicana, la pintora compartió obras de diferentes periodos, en distintas técnicas. La temática fue la mujer, retratada en sus instantes de reposo, de diálogo, de labor o de alegría.

Hubo, sin embargo, lugar para un políptico de denuncia social, sobre las mujeres víctimas del hampa. La obra de Hellen Bickham, humanista y luminosa, no proclama discursos políticos, pero sí su capacidad de indignación y su solidaridad.

Las mujeres en la obra de Hellen Bickham son intemporales; a veces, sus atuendos pertenecen a épocas lejanas; a veces corresponden a la sencillez moderna, pero siempre habitan el presente y la eternidad.

Causa admiración el dominio de Hellen sobre los materiales y procedimientos; esa maestría se pone siempre en juego para expresar la sensibilidad de la pintora: en su mundo, los seres humanos trabajan generalmente al aire libre, en el campo o en la costa; nunca miran a la naturaleza como objetivo de conquista. A la manera de las antiguas tribus de las praderas, los personajes de Hellen Bickham tratan con respeto al entorno natural, proveedor del sustento, de una identidad comunitaria, y de un lugar en el mundo.

Mas que paisajes, Hellen Bickham pinta seres vegetales con el mismo detenimiento empeñado en los semblantes humanos. Cada cactus, cada maguey, es también un individuo, con rasgos únicos.

“Es usted una artista”, le dijo a Hellen un profesor clarividente. La vocación de la joven nacida en Harbin, Manchuria, “la Moscú del Oriente”, se manifestaba en su admiración hacia las obras de Manet. La formación de Hellen fue autodidacta; sus trabajos pronto ganaron premios. Así se volvieron evidentes sus dones. Pese a ello Hellen aún no se consideraba una profesional. En 1962 descubrió a México, en donde halló su hogar. Por fin, el agregado cultural de la Embajada de México en Inglaterra, Fernando Gamboa, seleccionó unas creaciones de Hellen para una exposición colectiva.

A partir de entonces, Hellen ha ejercido su arte generosamente y ha enseñado sus conocimientos; durante muchos lustros recorrió la ciudad de México en su bicicleta. No había entonces ciclopistas ni campañas prociclismo urbano. En este campo, Hellen ha sidouna precursora.Es una artista merecedora de todos los reconocimientos.

Juan Amael Vizzuett Olvera

  • Un reconocimiento para Hellen Bickham

Cada encuentro con la pintora mexicana Hellen Bickham es memorable: su obra es una celebración de la vida cotidiana. Ajena a las modas, la artista ha recorrido el mundo para retratar a la gente real, en sus momentos de trabajo, reposo o convivencia. Quien mira uno de sus cuadros se reconoce y reconoce a sus seres más cercanos.

La Casa de Coahuila en Coyoacán –Xicoténcatl 10, muy cerca del exConvento de Churubusco– festejó el 8 de marzo con un homenaje a Hellen Bickham. En compañía de sus camaradas del Salón de la Plástica Mexicana, la pintora compartió obras de diferentes periodos, en distintas técnicas. La temática fue la mujer, retratada en sus instantes de reposo, de diálogo, de labor o de alegría.

Hubo, sin embargo, lugar para un políptico de denuncia social, sobre las mujeres víctimas del hampa. La obra de Hellen Bickham, humanista y luminosa, no proclama discursos políticos, pero sí su capacidad de indignación y su solidaridad.

Las mujeres en la obra de Hellen Bickham son intemporales; a veces, sus atuendos pertenecen a épocas lejanas; a veces corresponden a la sencillez moderna, pero siempre habitan el presente y la eternidad.

Causa admiración el dominio de Hellen sobre los materiales y procedimientos; esa maestría se pone siempre en juego para expresar la sensibilidad de la pintora: en su mundo, los seres humanos trabajan generalmente al aire libre, en el campo o en la costa; nunca miran a la naturaleza como objetivo de conquista. A la manera de las antiguas tribus de las praderas, los personajes de Hellen Bickham tratan con respeto al entorno natural, proveedor del sustento, de una identidad comunitaria, y de un lugar en el mundo.

Mas que paisajes, Hellen Bickham pinta seres vegetales con el mismo detenimiento empeñado en los semblantes humanos. Cada cactus, cada maguey, es también un individuo, con rasgos únicos.

“Es usted una artista”, le dijo a Hellen un profesor clarividente. La vocación de la joven nacida en Harbin, Manchuria, “la Moscú del Oriente”, se manifestaba en su admiración hacia las obras de Manet. La formación de Hellen fue autodidacta; sus trabajos pronto ganaron premios. Así se volvieron evidentes sus dones. Pese a ello Hellen aún no se consideraba una profesional. En 1962 descubrió a México, en donde halló su hogar. Por fin, el agregado cultural de la Embajada de México en Inglaterra, Fernando Gamboa, seleccionó unas creaciones de Hellen para una exposición colectiva.

A partir de entonces, Hellen ha ejercido su arte generosamente y ha enseñado sus conocimientos; durante muchos lustros recorrió la ciudad de México en su bicicleta. No había entonces ciclopistas ni campañas prociclismo urbano. En este campo, Hellen ha sidouna precursora.Es una artista merecedora de todos los reconocimientos.