/ martes 25 de febrero de 2020

Bazar de la Cultura | Bretécher, adiós a la mejor del mundo

Por: Juan Amael Vizzuett Olvera


Cuando el semanario izquierdista parisino Le Nouvel Observateur empezó a publicar la historietaLos frustrados, de Claire Bretécher, numerosos lectores sintieron que aquella página era un espejo donde se veían a ellos mismos, con sus propias incongruencias, fragilidades y simulaciones “progresistas”. Algunos, irritados, cancelaron sus suscripciones, pero la revista mantuvo su espacio para la joven nativa de Nantes.

Bretécher había colaborado tempranamente con Goscinny, uno de los mayores guionistas de les bandes dessinées. Paulatinamente forjó su estilo, en apariencia desgarbado, pero en realidad resuelto con una estética irritante, antítesis de la amable línea clara; Bretécher dibujaba deliberadamente a sus personajes feos, ceñudos, abatidos, azorados. Tan cautivos de las modas “informales” como de los prejuicios progresistas.

Para sorpresa del público, Bretécher, nacida en 1940, dirigió sus lápices y plumillas contra los propios sectores en que se inscribía. Las derechas, blanco habitual de las caricaturas socialistas, le preocupaban mucho menos que las izquierdas, enredadas en sus propias inconsistencias éticas.

En Los frustrados, ciertoabatido militante le relataba a un amigo su experiencia al servicio de las publicaciones socialistas marginales: lo persuadieron de que lo explotaban en su empleo, así que se unió a la lucha subterránea.Los dirigentes se dedicaban a debatir, pero a la hora del trabajo, le dejaban toda la carga al solitario protagonista; nunca le pagaban un centavo; le conseguían posaday alimentos aquí y allá en casa de algún militante. Harta de la trashumancia y la miseria, la novia abandonaba al narrador. Por fin, el hombre dejaba la lucha subterránea y se enteraba de un trabajo en el metro.

Durante una reunión de “progres”, unmilitante se quitaba una por una las prendas provenientes de países imperialistas y corporaciones multinacionales. Una vez en traje de Adán, sus amigos le daban un suéter y una copa de wiski, producto de una corporación contaminante. El protagonista, al borde del resfriado, admitía quea su edad la rebeldía ya no podía ser tan radical.

Una jacobina proclamaba a cuanto amigo se encontraba que ella y su compañero no celebraban la Navidad. “Yo solamente la festejo por mis padres” contestaba un camarada. Una vez en su casa, mientras en la televisión ofrecían las felicitaciones navideñas, la protagonista lloraba en silencio.

El arte de la recién desaparecida autora es así: devastador, riguroso y lúcido.

En México, Bretécher es tan ignota como casi todas las figuras de la historieta europea. Venturosamente, en Internet se hallan algunos de sus trabajos. No han perdido vigencia y su alcance es universal: hoy por hoyexpresan la crítica más certera a la izquierda desde la izquierda.

Por: Juan Amael Vizzuett Olvera


Cuando el semanario izquierdista parisino Le Nouvel Observateur empezó a publicar la historietaLos frustrados, de Claire Bretécher, numerosos lectores sintieron que aquella página era un espejo donde se veían a ellos mismos, con sus propias incongruencias, fragilidades y simulaciones “progresistas”. Algunos, irritados, cancelaron sus suscripciones, pero la revista mantuvo su espacio para la joven nativa de Nantes.

Bretécher había colaborado tempranamente con Goscinny, uno de los mayores guionistas de les bandes dessinées. Paulatinamente forjó su estilo, en apariencia desgarbado, pero en realidad resuelto con una estética irritante, antítesis de la amable línea clara; Bretécher dibujaba deliberadamente a sus personajes feos, ceñudos, abatidos, azorados. Tan cautivos de las modas “informales” como de los prejuicios progresistas.

Para sorpresa del público, Bretécher, nacida en 1940, dirigió sus lápices y plumillas contra los propios sectores en que se inscribía. Las derechas, blanco habitual de las caricaturas socialistas, le preocupaban mucho menos que las izquierdas, enredadas en sus propias inconsistencias éticas.

En Los frustrados, ciertoabatido militante le relataba a un amigo su experiencia al servicio de las publicaciones socialistas marginales: lo persuadieron de que lo explotaban en su empleo, así que se unió a la lucha subterránea.Los dirigentes se dedicaban a debatir, pero a la hora del trabajo, le dejaban toda la carga al solitario protagonista; nunca le pagaban un centavo; le conseguían posaday alimentos aquí y allá en casa de algún militante. Harta de la trashumancia y la miseria, la novia abandonaba al narrador. Por fin, el hombre dejaba la lucha subterránea y se enteraba de un trabajo en el metro.

Durante una reunión de “progres”, unmilitante se quitaba una por una las prendas provenientes de países imperialistas y corporaciones multinacionales. Una vez en traje de Adán, sus amigos le daban un suéter y una copa de wiski, producto de una corporación contaminante. El protagonista, al borde del resfriado, admitía quea su edad la rebeldía ya no podía ser tan radical.

Una jacobina proclamaba a cuanto amigo se encontraba que ella y su compañero no celebraban la Navidad. “Yo solamente la festejo por mis padres” contestaba un camarada. Una vez en su casa, mientras en la televisión ofrecían las felicitaciones navideñas, la protagonista lloraba en silencio.

El arte de la recién desaparecida autora es así: devastador, riguroso y lúcido.

En México, Bretécher es tan ignota como casi todas las figuras de la historieta europea. Venturosamente, en Internet se hallan algunos de sus trabajos. No han perdido vigencia y su alcance es universal: hoy por hoyexpresan la crítica más certera a la izquierda desde la izquierda.