/ martes 5 de febrero de 2019

Bazar de la Cultura | Cinco siglos sin Leonardo da Vinci

Por: Juan Manuel Vizuet

“El pintor debe buscar ser universal”, decía Leonardo da Vinci. Su obra es el mejor ejemplo de ello. La Virgen, el Niño Jesús y Santa Ana (1510), conservada en el Louvre, trasciende el arte sacro: simboliza el vínculo entre las generaciones.

Los ojos amorosos de María encuentran los de su hijo y expresan la maternidad de todas las épocas, en todos los pueblos. En este 2019, el 2 de mayo, se cumplirán 500 años de la muerte del genio.

Europa conmemora este acontecimiento: el Louvre cuenta con cinco piezas de Da Vinci, entre ellas, naturalmente, La Gioconda y La virgen de las rocas. La Biblioteca Ambrosiana de Milán, Italia, exhibe el Códice Atlántico, una inapreciable colección de dibujos y textos del renacentista. Es un antecedente de la Enciclopedia del iluminismo francés.

La Galería de la Reina del Palacio de Buckingham, en Londres, presentará cerca de 200 piezas originales de Da Vinci.

Cuando existía el Museo Tecnológico en nuestro país, se presentó la muestra Da Vinci, máquinas en movimiento, con los inventos más famosos del genio, en tamaño natural y con los materiales de su época.

Entre las biografías más recomendables destaca Leonardo da Vinci, la encarnación del genio, de Marcel Brion (Javier Vergara Editor, Barcelona, 2002). El libro, publicado originalmente en 1995, reconstruye el contexto del Renacimiento: documenta cómo Italia vivió un apogeo científico y cultural durante esa época. Da Vinci no era un genio solitario, sino la máxima figura entre varias generaciones de grandes talentos. Desde su juventud, Leonardo admiraba a maestros como León Battista Alberti o Paulo Uccello.

Brion descubre la identificación del joven formado en el taller de Andrea Verrocchio con Uccello y Alberti; como ellos, da Vinci se apasionó por todos los ámbitos del saber, no solamente por los relacionados directamente con el oficio del artista: “A fin de que la obra de arte pudiera integrarse, como elemento viviente y armónico en la propia estructura de ese Cosmos, en la formación del artista debían concurrir todas las ciencias”, (Brion, página 30).

En aquellos tiempos, los artistas empezaban como aprendices de un maestro; Brion comenta la alegría de Verrocchio cuando su mejor discípulo emprendió su propio derrotero. El biógrafo analiza varias de las obras maestras de Da Vinci, como La adoración de los magos: “Los personajes están dispuestos en un extraordinario hemiciclo que parece girar en espiral” (ídem, página 53). Brion se adentra en la infancia de Leonardo, cuyos primeros cinco años fueron de libertad para la contemplación de la naturaleza; fue el comienzo de su insaciable curiosidad científica y humanista.

El lector comprende así uno de los factores esenciales en la vida del genio: su esfuerzo infatigable. Leonardo da Vinci es un modelo para nuestro tiempo

Por: Juan Manuel Vizuet

“El pintor debe buscar ser universal”, decía Leonardo da Vinci. Su obra es el mejor ejemplo de ello. La Virgen, el Niño Jesús y Santa Ana (1510), conservada en el Louvre, trasciende el arte sacro: simboliza el vínculo entre las generaciones.

Los ojos amorosos de María encuentran los de su hijo y expresan la maternidad de todas las épocas, en todos los pueblos. En este 2019, el 2 de mayo, se cumplirán 500 años de la muerte del genio.

Europa conmemora este acontecimiento: el Louvre cuenta con cinco piezas de Da Vinci, entre ellas, naturalmente, La Gioconda y La virgen de las rocas. La Biblioteca Ambrosiana de Milán, Italia, exhibe el Códice Atlántico, una inapreciable colección de dibujos y textos del renacentista. Es un antecedente de la Enciclopedia del iluminismo francés.

La Galería de la Reina del Palacio de Buckingham, en Londres, presentará cerca de 200 piezas originales de Da Vinci.

Cuando existía el Museo Tecnológico en nuestro país, se presentó la muestra Da Vinci, máquinas en movimiento, con los inventos más famosos del genio, en tamaño natural y con los materiales de su época.

Entre las biografías más recomendables destaca Leonardo da Vinci, la encarnación del genio, de Marcel Brion (Javier Vergara Editor, Barcelona, 2002). El libro, publicado originalmente en 1995, reconstruye el contexto del Renacimiento: documenta cómo Italia vivió un apogeo científico y cultural durante esa época. Da Vinci no era un genio solitario, sino la máxima figura entre varias generaciones de grandes talentos. Desde su juventud, Leonardo admiraba a maestros como León Battista Alberti o Paulo Uccello.

Brion descubre la identificación del joven formado en el taller de Andrea Verrocchio con Uccello y Alberti; como ellos, da Vinci se apasionó por todos los ámbitos del saber, no solamente por los relacionados directamente con el oficio del artista: “A fin de que la obra de arte pudiera integrarse, como elemento viviente y armónico en la propia estructura de ese Cosmos, en la formación del artista debían concurrir todas las ciencias”, (Brion, página 30).

En aquellos tiempos, los artistas empezaban como aprendices de un maestro; Brion comenta la alegría de Verrocchio cuando su mejor discípulo emprendió su propio derrotero. El biógrafo analiza varias de las obras maestras de Da Vinci, como La adoración de los magos: “Los personajes están dispuestos en un extraordinario hemiciclo que parece girar en espiral” (ídem, página 53). Brion se adentra en la infancia de Leonardo, cuyos primeros cinco años fueron de libertad para la contemplación de la naturaleza; fue el comienzo de su insaciable curiosidad científica y humanista.

El lector comprende así uno de los factores esenciales en la vida del genio: su esfuerzo infatigable. Leonardo da Vinci es un modelo para nuestro tiempo