/ martes 12 de junio de 2018

Bazar de la cultura | Fuimos modernos: el diseño de un país optimista

Por: Juan Amael Vizzuett Olvera

Un refresco “Pep”, de naranja, muy popular en 1940, reposa con su respectivo vaso promocional sobre una mesa de cocina estilo 1950. Un automóvil “Borgward”, nacional pese a su nombre germánico, reluce como charol entre la resolana veraniega; la aurea “Silla de Akhenatón”, creada por Pedro Friedeberg, ilumina un comedor “mid-century”. Es el diseño mexicano reunido en la muestra Fuimos modernos.

En el Museo de Arte Moderno, hospitalaria nave espacial, cada una de las 350 piezas se halla como en su casa. La exposición se adentra hasta la cocina de “la gran familia mexicana”, como se decía en aquellos días; también enseña el comedor, la estancia, la oficina, el parque público, el flamante metro.

La silla con ángulos agudos de Clara Porset, dispuesta junto al cromado ajedrez de Diego Matthai, se enmarca en el panorama del jardín escultórico, y la visita se vuelve un viaje en el tiempo.

Todavía quedan en algunos parques públicos los amigables zoológicos de concreto, dispuestos para el regocijo infantil durante los jóvenes años setenta.

“Había un optimismo en general, porque se vivía la bonanza y la estabilidad. Desde el punto de vista del gremio, existió mucho optimismo porque hubo un gran respaldo de las instituciones y la profesionalización de tanto talento, porque las universidades también apoyaron las carreras de Diseño, que no existían”, dice a esta columna la doctora Sylvia Navarrete, directora del MAM.

“Fue un momento fantástico”, dice el especialista Marco Coello. Agrega: “Quienes somos mayores y nos tocó ser ver todo esto, lo recordamos con mucho cariño. Pero también es importante que las nuevas generaciones vean la altura y el nivel en el que estaba el Diseño de México en ese momento. Ahora, ante los nuevos retos del diseño industrial social, México tiene mucho que aportar. Creo que es un punto de reflexión muy interesante para retomar, para ver de dónde venimos y adónde queremos ir como diseñadores, como arquitectos, como urbanistas”.

Coello considera vital recuperar aquella colaboración entre arquitectos, diseñadores, sociólogos.

La doctora Navarrete comenta: “A nosotros como Museo de Arte Moderno nos toca reflexionar sobre cuál es la genealogía de la creación actual. Así volteamos la mirada a los años cuarenta-ochenta, cuando hubo un gran auge del diseño mexicano, que respondió a factores político, económicos y sociales. Tratamos de regresar a esa época con mucha fruición, con sentido del placer, para ver cómo era la vida cotidiana de la clase media, cuáles fueron los grandes adelantos en el diseño urbanístico, en el gráfico, en el industrial; también, claro, las experiencias que se han olvidado pero que fueron muy importantes en ese periodo.”

Fuimos modernos espera a nostálgicos y futuristas en Paseo de la Reforma y Gandhi.

Por: Juan Amael Vizzuett Olvera

Un refresco “Pep”, de naranja, muy popular en 1940, reposa con su respectivo vaso promocional sobre una mesa de cocina estilo 1950. Un automóvil “Borgward”, nacional pese a su nombre germánico, reluce como charol entre la resolana veraniega; la aurea “Silla de Akhenatón”, creada por Pedro Friedeberg, ilumina un comedor “mid-century”. Es el diseño mexicano reunido en la muestra Fuimos modernos.

En el Museo de Arte Moderno, hospitalaria nave espacial, cada una de las 350 piezas se halla como en su casa. La exposición se adentra hasta la cocina de “la gran familia mexicana”, como se decía en aquellos días; también enseña el comedor, la estancia, la oficina, el parque público, el flamante metro.

La silla con ángulos agudos de Clara Porset, dispuesta junto al cromado ajedrez de Diego Matthai, se enmarca en el panorama del jardín escultórico, y la visita se vuelve un viaje en el tiempo.

Todavía quedan en algunos parques públicos los amigables zoológicos de concreto, dispuestos para el regocijo infantil durante los jóvenes años setenta.

“Había un optimismo en general, porque se vivía la bonanza y la estabilidad. Desde el punto de vista del gremio, existió mucho optimismo porque hubo un gran respaldo de las instituciones y la profesionalización de tanto talento, porque las universidades también apoyaron las carreras de Diseño, que no existían”, dice a esta columna la doctora Sylvia Navarrete, directora del MAM.

“Fue un momento fantástico”, dice el especialista Marco Coello. Agrega: “Quienes somos mayores y nos tocó ser ver todo esto, lo recordamos con mucho cariño. Pero también es importante que las nuevas generaciones vean la altura y el nivel en el que estaba el Diseño de México en ese momento. Ahora, ante los nuevos retos del diseño industrial social, México tiene mucho que aportar. Creo que es un punto de reflexión muy interesante para retomar, para ver de dónde venimos y adónde queremos ir como diseñadores, como arquitectos, como urbanistas”.

Coello considera vital recuperar aquella colaboración entre arquitectos, diseñadores, sociólogos.

La doctora Navarrete comenta: “A nosotros como Museo de Arte Moderno nos toca reflexionar sobre cuál es la genealogía de la creación actual. Así volteamos la mirada a los años cuarenta-ochenta, cuando hubo un gran auge del diseño mexicano, que respondió a factores político, económicos y sociales. Tratamos de regresar a esa época con mucha fruición, con sentido del placer, para ver cómo era la vida cotidiana de la clase media, cuáles fueron los grandes adelantos en el diseño urbanístico, en el gráfico, en el industrial; también, claro, las experiencias que se han olvidado pero que fueron muy importantes en ese periodo.”

Fuimos modernos espera a nostálgicos y futuristas en Paseo de la Reforma y Gandhi.