/ martes 23 de abril de 2019

Bazar de la Cultura | Notre Dame y la difamada Edad Media

Por: Juan Amael Vizuet

El incendio de la Catedral de Notre Dame, con todas sus pérdidas irrecuperables, le recordó al mundo el legado cultural de la Edad Media. Aquel milenio nunca fue "la era del oscurantismo"; sus generaciones ni siquiera se llamaban a sí mismas "medievales", se asumían como la humanidad moderna, la posterior a la Antigüedad.

Mas el Renacimiento se propuso la recuperación de una grandeza anterior a la caída de Roma; los mil años comprendidos entre las dos “épocas luminosas” empezaron a denominarse "Edad Media".

El Iluminismo del siglo XVIII miró con extrema severidad a la denominada Edad Media; hasta el lúcido Voltaire la enjuició injustamente: "Todas las artes perecieron… Lo que desgraciadamente nos resta de la arquitectura y de la escultura de aquellos tiempos, es un conjunto grotesco de groserías y de baratijas..."

Vino luego el positivismo del siglo XIX, legitimador de la era industrial. Mientras Doré, Gavarni, Elizabeth Gazkell o Dickens exponían la miseria de la clase obrera, Comte exaltaba a la nueva "era positiva regida por la ciencia”, y tildaba a la Edad Media de "etapa teológica, dominada por el pensamiento mágico”.

El adjetivo "medieval" mantiene hoy sus connotaciones condenatorias. El historiador galo Jacques Heers en La invención de la Edad Media (1992), considera a aquella época un "chivo expiatorio" de la modernidad, de sus fracasos y equivocaciones.

Quizá el mayor aporte a la comprensión de la Edad Media se le deba a la erudita francesa Régine Pernoud (1909-1998). Sus libros La mujer en tiempos de las cruzadas, Hildegarda de Bingen y Para Acabar con la Edad Media demostraron cómo la cultura medieval valoró el legado de la Antigüedad; empero, no se limitó a repetir los estilos clásicos, creó nuevas formas de expresión, como la arquitectura gótica y la novela; Pernoud reivindica igualmente el sistema feudal, atacado por los revolucionarios del siglo XVIII como sinónimo del "viejo régimen".

Régine Pernoud documenta el papel prominente de numerosas mujeres medievales, en el Estado, la Iglesia y la intelectualidad; el declive de aquel orden perjudicó a la mujer; los siervos vivían en condiciones mucho más llevaderas que los antiguos esclavos y que los obreros del siglo XIX; los procesos por brujería, tan esgrimidos contra el mundo medieval, aparecieron hasta el siglo XIV. Alcanzaron su auge durante las siguientes dos centurias. La esclavitud renació con el fin de la era feudal.

La difamación de la Edad Media sirvió para justificar a la sociedad industrial; mas Doré plasmó al obrero victoriano prisionero en barriadas sórdidas, sometido a largas jornadas extenuantes a cambio de jornales mezquinos.

Notre Dame de París fue uno de los prodigios del arte medieval; su estructura se mantuvo en pie y su mera efigie es prueba de la grandeza de su época.

Por: Juan Amael Vizuet

El incendio de la Catedral de Notre Dame, con todas sus pérdidas irrecuperables, le recordó al mundo el legado cultural de la Edad Media. Aquel milenio nunca fue "la era del oscurantismo"; sus generaciones ni siquiera se llamaban a sí mismas "medievales", se asumían como la humanidad moderna, la posterior a la Antigüedad.

Mas el Renacimiento se propuso la recuperación de una grandeza anterior a la caída de Roma; los mil años comprendidos entre las dos “épocas luminosas” empezaron a denominarse "Edad Media".

El Iluminismo del siglo XVIII miró con extrema severidad a la denominada Edad Media; hasta el lúcido Voltaire la enjuició injustamente: "Todas las artes perecieron… Lo que desgraciadamente nos resta de la arquitectura y de la escultura de aquellos tiempos, es un conjunto grotesco de groserías y de baratijas..."

Vino luego el positivismo del siglo XIX, legitimador de la era industrial. Mientras Doré, Gavarni, Elizabeth Gazkell o Dickens exponían la miseria de la clase obrera, Comte exaltaba a la nueva "era positiva regida por la ciencia”, y tildaba a la Edad Media de "etapa teológica, dominada por el pensamiento mágico”.

El adjetivo "medieval" mantiene hoy sus connotaciones condenatorias. El historiador galo Jacques Heers en La invención de la Edad Media (1992), considera a aquella época un "chivo expiatorio" de la modernidad, de sus fracasos y equivocaciones.

Quizá el mayor aporte a la comprensión de la Edad Media se le deba a la erudita francesa Régine Pernoud (1909-1998). Sus libros La mujer en tiempos de las cruzadas, Hildegarda de Bingen y Para Acabar con la Edad Media demostraron cómo la cultura medieval valoró el legado de la Antigüedad; empero, no se limitó a repetir los estilos clásicos, creó nuevas formas de expresión, como la arquitectura gótica y la novela; Pernoud reivindica igualmente el sistema feudal, atacado por los revolucionarios del siglo XVIII como sinónimo del "viejo régimen".

Régine Pernoud documenta el papel prominente de numerosas mujeres medievales, en el Estado, la Iglesia y la intelectualidad; el declive de aquel orden perjudicó a la mujer; los siervos vivían en condiciones mucho más llevaderas que los antiguos esclavos y que los obreros del siglo XIX; los procesos por brujería, tan esgrimidos contra el mundo medieval, aparecieron hasta el siglo XIV. Alcanzaron su auge durante las siguientes dos centurias. La esclavitud renació con el fin de la era feudal.

La difamación de la Edad Media sirvió para justificar a la sociedad industrial; mas Doré plasmó al obrero victoriano prisionero en barriadas sórdidas, sometido a largas jornadas extenuantes a cambio de jornales mezquinos.

Notre Dame de París fue uno de los prodigios del arte medieval; su estructura se mantuvo en pie y su mera efigie es prueba de la grandeza de su época.