/ martes 6 de agosto de 2019

Bazar de la Cultura | Zapata y los caricaturistas

Por: Juan Amael Vizuet

Cien años, cien Zapatas, la exposición de caricaturas próxima a inaugurarse el 8 de agosto en la Biblioteca José Vasconcelos, obliga a plantear una comparación entre las miradas sobre el caudillo suriano de los cartonistas actuales y aquéllas de los dibujantes porfiristas.

Hace un siglo, las caricaturas de la prensa capitalina invariablemente atacaban sin tregua a Zapata y a su gente. Siempre los tildaron de bárbaros y sanguinarios. Cuando los zapatistas entraron por fin en México, se comportaron con una corrección pasmosa. Los citadinos constataron así que la prensa y sus caricaturistas habían difamado al movimiento.

La historiografía de la caricatura política mexicana guarda muchas sorpresas. Los investigadores documentan la importancia del periódico satírico El Padre Cobos (1869-1880), editado por Ireneo Paz, con dibujos de Lira, al parecer, pseudónimo de Alejandro Casarín.

Sin embargo, una visita a la página de la Biblioteca Nacional de Madrid, España, revela que muchos años antes se publicó en la capital peninsular otro periódico titulado El Padre Cobos, desde el 24 de septiembre de 1854 hasta el 30 de junio de 1856. Según todo lo indica, fue el original. A fines del siglo XIX se editó en Santiago de Chile un nuevo Padre Cobos.

¿Los editores de El padre Cobos mexicano y los del chileno tomaron acaso la idea de la publicación madrileña? Es una mera especulación, pero hay claros casos de influjo, imitación, e incluso plagio de originales europeos y estadounidenses en América Latina.

Smitty, la exitosa tira cómica del neoyorquino Walter Brendt, se copió en el extinto Mundo al Día bogotano con el título de Mojicón. El editor le impuso la tarea a uno de los grandes artistas sudamericanos, Adolfo Samper, quien no firmaba los dibujos, consciente de la inconsistencia ética. Samper triunfó luego con sus propios personajes, pero a la postre, se retiró de la caricatura y la tira cómica, pues no pudo obtener de ellas el sustento familiar.

En América Latina abunda el talento desconocido por nosotros mismos. La retribución por ese trabajo es precaria, no se puede aspirar a la fortuna, como la alcanzó, por ejemplo, el pensilvano Ham Fisher, creador de Joe Palooka.

Una de las creaciones más brillantes de la historieta latinoamericana es Balita, la bala perdida, del antioqueño León Octavio Osorio, quien lleva más de 40 años con este insólito personaje pacifista. Balita no quiere que la disparen porque es enemiga de la violencia; en sus aventuras resuelve los conflictos pacíficamente. Balita, la bala que se negó a matar, simboliza la capacidad para liberarse de un destino absurdo.

La obra y su autor cautivaron al documentalista alemán Ede Müller, quien les dedicó el cortometraje Con los pies en la tierra. Sabía que esa historia merecía contarse.

Por: Juan Amael Vizuet

Cien años, cien Zapatas, la exposición de caricaturas próxima a inaugurarse el 8 de agosto en la Biblioteca José Vasconcelos, obliga a plantear una comparación entre las miradas sobre el caudillo suriano de los cartonistas actuales y aquéllas de los dibujantes porfiristas.

Hace un siglo, las caricaturas de la prensa capitalina invariablemente atacaban sin tregua a Zapata y a su gente. Siempre los tildaron de bárbaros y sanguinarios. Cuando los zapatistas entraron por fin en México, se comportaron con una corrección pasmosa. Los citadinos constataron así que la prensa y sus caricaturistas habían difamado al movimiento.

La historiografía de la caricatura política mexicana guarda muchas sorpresas. Los investigadores documentan la importancia del periódico satírico El Padre Cobos (1869-1880), editado por Ireneo Paz, con dibujos de Lira, al parecer, pseudónimo de Alejandro Casarín.

Sin embargo, una visita a la página de la Biblioteca Nacional de Madrid, España, revela que muchos años antes se publicó en la capital peninsular otro periódico titulado El Padre Cobos, desde el 24 de septiembre de 1854 hasta el 30 de junio de 1856. Según todo lo indica, fue el original. A fines del siglo XIX se editó en Santiago de Chile un nuevo Padre Cobos.

¿Los editores de El padre Cobos mexicano y los del chileno tomaron acaso la idea de la publicación madrileña? Es una mera especulación, pero hay claros casos de influjo, imitación, e incluso plagio de originales europeos y estadounidenses en América Latina.

Smitty, la exitosa tira cómica del neoyorquino Walter Brendt, se copió en el extinto Mundo al Día bogotano con el título de Mojicón. El editor le impuso la tarea a uno de los grandes artistas sudamericanos, Adolfo Samper, quien no firmaba los dibujos, consciente de la inconsistencia ética. Samper triunfó luego con sus propios personajes, pero a la postre, se retiró de la caricatura y la tira cómica, pues no pudo obtener de ellas el sustento familiar.

En América Latina abunda el talento desconocido por nosotros mismos. La retribución por ese trabajo es precaria, no se puede aspirar a la fortuna, como la alcanzó, por ejemplo, el pensilvano Ham Fisher, creador de Joe Palooka.

Una de las creaciones más brillantes de la historieta latinoamericana es Balita, la bala perdida, del antioqueño León Octavio Osorio, quien lleva más de 40 años con este insólito personaje pacifista. Balita no quiere que la disparen porque es enemiga de la violencia; en sus aventuras resuelve los conflictos pacíficamente. Balita, la bala que se negó a matar, simboliza la capacidad para liberarse de un destino absurdo.

La obra y su autor cautivaron al documentalista alemán Ede Müller, quien les dedicó el cortometraje Con los pies en la tierra. Sabía que esa historia merecía contarse.