/ martes 13 de febrero de 2018

Brecha de desigualdad entre países se atenúa

En el ámbito de las desigualdades económicas tenemos una buena y una mala noticia. Comencemos por la buena: François Bourguignon, quien llegara a disponer de muy privilegiada plataforma de información como Economista en Jefe y Vicepresidente del Banco Mundial, plantea en su libro “La globalización de la desigualdad” que después de haber transcurrido más de dos siglos de persistente incremento de la desigualdad en el nivel de vida entre los países, donde los desarrollados se distanciaban cada vez más de los subdesarrollados, estamos entrando a una tendencia donde esa desigualdad parece comenzar a atenuarse.

En realidad, la mala noticia no podemos decir que en verdad se trata de una noticia; es algo ya muy reiterado y conocido. En este mismo espacio nos hemos ocupado varias veces de la creciente desigualdad del ingreso que existe al interior de los países y ello se está acentuando tanto en las naciones avanzadas como en las rezagadas. Los niveles a los que tal desproporción está alcanzando son ostensibles y están alentando con singular potencia tanto la inconformidad e indignación sociales como los movimientos populistas y el arribo de gobernantes mesiánicos que prometen soluciones inmediatas y fáciles a problemas complejos, pero que, a pesar de su carácter taumatúrgico o irrealista, se convierten en alientos esperanzadores para crecientes masas populares indignadas. Por ello también están a la puerta amenazadoras posibilidades de violentos estallidos sociales.

Volviendo al tema de la disminución de la desigualdad entre los países, Bourguignon sostiene que la tendencia se inició desde principios de la década de los 1990s y que se aceleró al inicio del nuevo milenio. A partir de una gráfica, muestra que “En 1820 el 10% más rico del mundo disfrutaba de un nivel de vida 20 veces mayor que el 10% más pobre; para 1980 esta cifra era tres veces mayor. El coeficiente de Gini en 1820 fue de alrededor de 0.5, similar a un país relativamente desigual de hoy. En 1980 fue de 0.66, superior a cualquier nivel existente de desigualdad nacional”.

De esa catastrófica agudización de la desigualdad entre los países, el autor concluye que en los últimos 5 lustros hubo una reversión de las tendencias, de manera que tanto en índice de Gini como en el abismo que separaba a los dos deciles de los extremos, se recuperaron los niveles de mayor igualdad existentes hacia el año 1900. Por supuesto, en lo que concierne a los niveles de pobreza extrema, sí se ha logrado una muy sustancial disminución, de manera que si en 1900 dicha pobreza afectaba a más del 70% de la población mundial, ahora la adolece ya menos del todavía injustificable 20%, pero el número absoluto de los afectados no ha variado mucho.

El aspecto que nos debiera poner en guardia radica en que esta alentadora reducción de la desigualdad entre los países del mundo se debe esencialmente al sobresaliente desempeño que han logrado con sus economías dos gigantes de la población: primero China y después la India, aunque también han destacado otros países asiáticos, mientras que africanos y latinoamericanos hemos tenido un desempeño muy mediocre y por tanto no somos auténticos beneficiarios de esa plausible tendencia. Es indispensable que, como los asiáticos, sepamos montarnos y capitalizar la prevaleciente ola de la globalización.

 

amartinezv@derecho.unam.mx   @AlejoMVendrell

En el ámbito de las desigualdades económicas tenemos una buena y una mala noticia. Comencemos por la buena: François Bourguignon, quien llegara a disponer de muy privilegiada plataforma de información como Economista en Jefe y Vicepresidente del Banco Mundial, plantea en su libro “La globalización de la desigualdad” que después de haber transcurrido más de dos siglos de persistente incremento de la desigualdad en el nivel de vida entre los países, donde los desarrollados se distanciaban cada vez más de los subdesarrollados, estamos entrando a una tendencia donde esa desigualdad parece comenzar a atenuarse.

En realidad, la mala noticia no podemos decir que en verdad se trata de una noticia; es algo ya muy reiterado y conocido. En este mismo espacio nos hemos ocupado varias veces de la creciente desigualdad del ingreso que existe al interior de los países y ello se está acentuando tanto en las naciones avanzadas como en las rezagadas. Los niveles a los que tal desproporción está alcanzando son ostensibles y están alentando con singular potencia tanto la inconformidad e indignación sociales como los movimientos populistas y el arribo de gobernantes mesiánicos que prometen soluciones inmediatas y fáciles a problemas complejos, pero que, a pesar de su carácter taumatúrgico o irrealista, se convierten en alientos esperanzadores para crecientes masas populares indignadas. Por ello también están a la puerta amenazadoras posibilidades de violentos estallidos sociales.

Volviendo al tema de la disminución de la desigualdad entre los países, Bourguignon sostiene que la tendencia se inició desde principios de la década de los 1990s y que se aceleró al inicio del nuevo milenio. A partir de una gráfica, muestra que “En 1820 el 10% más rico del mundo disfrutaba de un nivel de vida 20 veces mayor que el 10% más pobre; para 1980 esta cifra era tres veces mayor. El coeficiente de Gini en 1820 fue de alrededor de 0.5, similar a un país relativamente desigual de hoy. En 1980 fue de 0.66, superior a cualquier nivel existente de desigualdad nacional”.

De esa catastrófica agudización de la desigualdad entre los países, el autor concluye que en los últimos 5 lustros hubo una reversión de las tendencias, de manera que tanto en índice de Gini como en el abismo que separaba a los dos deciles de los extremos, se recuperaron los niveles de mayor igualdad existentes hacia el año 1900. Por supuesto, en lo que concierne a los niveles de pobreza extrema, sí se ha logrado una muy sustancial disminución, de manera que si en 1900 dicha pobreza afectaba a más del 70% de la población mundial, ahora la adolece ya menos del todavía injustificable 20%, pero el número absoluto de los afectados no ha variado mucho.

El aspecto que nos debiera poner en guardia radica en que esta alentadora reducción de la desigualdad entre los países del mundo se debe esencialmente al sobresaliente desempeño que han logrado con sus economías dos gigantes de la población: primero China y después la India, aunque también han destacado otros países asiáticos, mientras que africanos y latinoamericanos hemos tenido un desempeño muy mediocre y por tanto no somos auténticos beneficiarios de esa plausible tendencia. Es indispensable que, como los asiáticos, sepamos montarnos y capitalizar la prevaleciente ola de la globalización.

 

amartinezv@derecho.unam.mx   @AlejoMVendrell