/ jueves 30 de junio de 2022

Cable Diplomático | Extremos en guerra 

En días recientes la Suprema Corte de Estados Unidos rechazó una jurisprudencia conocida como Roe v. Wade por la cual se garantizaba el derecho a la privacidad por el que se frenaban legislaciones contrarias a la libre práctica del aborto en el país. Con este cambio de política, muchas legislaciones estatales entraron en vigor al no tener un “freno” a nivel federal, echando por tierra los esfuerzos de garantizar el acceso al mismo. Más allá de juzgar el argumento moral por el cual el aborto debe permitirse o prohibirse, quiero hablar en esta ocasión de agendas políticas en esta nación. Este resultado de la semana pasada ha sido un largo proceso que lleva años fraguándose por el que el Partido Republicano fue haciéndose del control de más distritos y finalmente de la Corte Suprema mediante la nominación de jueces conservadores que comulgan con una visión muy particular sobre diversos asuntos, siendo el aborto uno de ellos.

Muchos se hacen la pregunta sobre si lo anterior era necesario y el costo que los republicanos tuvieron que pagar por lo anterior. En otras palabras, aguantaron y toleraron los excesos antidemocráticos y autoritarios del expresidente Donald Trump a cambio de que éste nombrara a jueces con este perfil ideológico para la Suprema Corte. Para muchos, la decisión del máximo tribunal es un logro y una conquista y pagaron ese precio con gusto.

La división no cesa. Cada vez hay una polarización más y más creciente en Estados Unidos entre quienes desean avanzar más esta agenda conservadora y entre quienes prefieren la agenda liberal. Ambos lados se radicalizan más cada día: para algunos liberales de extremo, la eventual presidencia de Hillary Clinton resultaba intolerante, abriendo la puerta a Trump en ese momento. Y para los de extrema republicana, los intentos de subvertir la elección de 2020 son menos importantes que la agenda política. Tan poco constructivos unos extremos como los otros.

¿Qué nos espera en este año electoral entonces? ¿Qué sigue? La cosa no pinta bien porque para ambos grupos el fin justifica los medios, como decía Maquiavelo, y los extremos se distancian cada vez más. No hay posibilidad de conciliar entre ambas visiones del mundo y los temas resultan no solamente divisivos sino explosivos. Estamos llegando a una supremacía de la posverdad y con ello, una anulación de facto de la democracia y los mecanismos por los cuales la sociedad civil puede participar de forma concertada. Estamos en un punto en el que cualquier cosa se vale y se valen todavía más con tal de imponer la visión particular de una persona o un grupo sobre la mayoría.

Creo que en nuestro país también tenemos que estar muy atentos a lo que sucede políticamente, porque corremos el grave de riesgo de caminar por esta ruta de polarización donde cualquier cosa se vale con tal de imponer una visión determinada del mundo y de la realidad. Como lo vemos en Estados Unidos, el problema radica en que nadie ha sido capaz de poner un hasta aquí y mientras eso no suceda, la brecha se abrirá cada vez más. Deberían todos los políticos en todo el mundo recordar y hacer suya la frase célebre de “el respeto al derecho ajeno es la paz”.

En días recientes la Suprema Corte de Estados Unidos rechazó una jurisprudencia conocida como Roe v. Wade por la cual se garantizaba el derecho a la privacidad por el que se frenaban legislaciones contrarias a la libre práctica del aborto en el país. Con este cambio de política, muchas legislaciones estatales entraron en vigor al no tener un “freno” a nivel federal, echando por tierra los esfuerzos de garantizar el acceso al mismo. Más allá de juzgar el argumento moral por el cual el aborto debe permitirse o prohibirse, quiero hablar en esta ocasión de agendas políticas en esta nación. Este resultado de la semana pasada ha sido un largo proceso que lleva años fraguándose por el que el Partido Republicano fue haciéndose del control de más distritos y finalmente de la Corte Suprema mediante la nominación de jueces conservadores que comulgan con una visión muy particular sobre diversos asuntos, siendo el aborto uno de ellos.

Muchos se hacen la pregunta sobre si lo anterior era necesario y el costo que los republicanos tuvieron que pagar por lo anterior. En otras palabras, aguantaron y toleraron los excesos antidemocráticos y autoritarios del expresidente Donald Trump a cambio de que éste nombrara a jueces con este perfil ideológico para la Suprema Corte. Para muchos, la decisión del máximo tribunal es un logro y una conquista y pagaron ese precio con gusto.

La división no cesa. Cada vez hay una polarización más y más creciente en Estados Unidos entre quienes desean avanzar más esta agenda conservadora y entre quienes prefieren la agenda liberal. Ambos lados se radicalizan más cada día: para algunos liberales de extremo, la eventual presidencia de Hillary Clinton resultaba intolerante, abriendo la puerta a Trump en ese momento. Y para los de extrema republicana, los intentos de subvertir la elección de 2020 son menos importantes que la agenda política. Tan poco constructivos unos extremos como los otros.

¿Qué nos espera en este año electoral entonces? ¿Qué sigue? La cosa no pinta bien porque para ambos grupos el fin justifica los medios, como decía Maquiavelo, y los extremos se distancian cada vez más. No hay posibilidad de conciliar entre ambas visiones del mundo y los temas resultan no solamente divisivos sino explosivos. Estamos llegando a una supremacía de la posverdad y con ello, una anulación de facto de la democracia y los mecanismos por los cuales la sociedad civil puede participar de forma concertada. Estamos en un punto en el que cualquier cosa se vale y se valen todavía más con tal de imponer la visión particular de una persona o un grupo sobre la mayoría.

Creo que en nuestro país también tenemos que estar muy atentos a lo que sucede políticamente, porque corremos el grave de riesgo de caminar por esta ruta de polarización donde cualquier cosa se vale con tal de imponer una visión determinada del mundo y de la realidad. Como lo vemos en Estados Unidos, el problema radica en que nadie ha sido capaz de poner un hasta aquí y mientras eso no suceda, la brecha se abrirá cada vez más. Deberían todos los políticos en todo el mundo recordar y hacer suya la frase célebre de “el respeto al derecho ajeno es la paz”.