/ jueves 9 de junio de 2022

Cable Diplomático | Forma y fondo 

Esta semana se celebra en la ciudad de Los Angeles, California, la Cumbre de las Américas que convoca a los jefes de estado y mandatarios del continente americano. Es una de las expresiones máximas de este mecanismo regional y multilateral de diplomacia en la región y en el que se deberían discutir temas de gran calado. Tradicionalmente en este tipo de eventos, la agenda se fija en función de las prioridades del país anfitrión y determina en buena medida las temáticas que habrán de ser discutidas por las autoridades de los otros países.

En esta ocasión, esta cumbre fue motivo de discusión y de vaivenes políticos derivado de un tema que es meramente logístico: ¿quién está invitado y quién no? Como se vio en días pasados, dado que el país anfitrión también decide en buena medida algunas de estas particularidades, en este caso concreto Estados Unidos hizo la lista en función de sus propias prioridades y principios de política exterior y ello provocó demasiado revuelo porque fue entonces eso lo que centró el debate y lo que estuvo y ha estado en la mesa de discusión por tanto tiempo. No es mi intención debatir sobre el hecho de la invitación y la posterior respuesta de los países ante tal cosa, pero lo que sí quiero discutir es que precisamente me parece un manejo bastante mal llevado porque ello pone los reflectores en la lista de invitados y no en el evento.

Lo que trato de decir es que la cancillería Estadunidense ha fallado en proponer una agenda con más sustancia y más significativa para la región. Nadie está hablando acerca de los temas prioritarios en esta cumbre y de cuáles son justamente aquellos asuntos que merecen la atención hemisférica para ser discutidos, sino que por el contrario, durante semanas se ha estado hablando sobre si se hizo bien o mal en invitar a determinados países en lugar de conversar sobre los temas importantes. La agenda no se supedita a los invitados en este tipo de asuntos (o en cualquier reunión, fiesta, compromiso, etc.). Por poner un ejemplo burdo: nadie decidiría (o debería decidir) festejar su cumpleaños en función de quiénes asisten al festejo. Pero creo que en general, Estados Unidos ha tenido un problema bastante grande para comunicar mejor sus puntos de vista, avanzar su agenda estratégica y hacer propuestas concretas.

Hemos visto la forma en que se han tomado decisiones erróneas en otros asuntos y se corre el riesgo de seguir enfocados en las formas y no en el fondo. La relación con Estados Unidos es tan complicada y tan importante que no podemos darnos el lujo de andar por las ramas. Hay demasiado en juego. Ahora bien, este juego se tiene que jugar entre varios y ciertamente estar peleando por la lista de invitados no es constructivo. Si bien dice el dicho que en la política “la forma es fondo” (y tiene razón), una manera de ir más allá es precisamente proponer temáticas de fondo capaces de generar discusión, consenso y acuerdos. Eso es lo que está faltando todavía.

Esta semana se celebra en la ciudad de Los Angeles, California, la Cumbre de las Américas que convoca a los jefes de estado y mandatarios del continente americano. Es una de las expresiones máximas de este mecanismo regional y multilateral de diplomacia en la región y en el que se deberían discutir temas de gran calado. Tradicionalmente en este tipo de eventos, la agenda se fija en función de las prioridades del país anfitrión y determina en buena medida las temáticas que habrán de ser discutidas por las autoridades de los otros países.

En esta ocasión, esta cumbre fue motivo de discusión y de vaivenes políticos derivado de un tema que es meramente logístico: ¿quién está invitado y quién no? Como se vio en días pasados, dado que el país anfitrión también decide en buena medida algunas de estas particularidades, en este caso concreto Estados Unidos hizo la lista en función de sus propias prioridades y principios de política exterior y ello provocó demasiado revuelo porque fue entonces eso lo que centró el debate y lo que estuvo y ha estado en la mesa de discusión por tanto tiempo. No es mi intención debatir sobre el hecho de la invitación y la posterior respuesta de los países ante tal cosa, pero lo que sí quiero discutir es que precisamente me parece un manejo bastante mal llevado porque ello pone los reflectores en la lista de invitados y no en el evento.

Lo que trato de decir es que la cancillería Estadunidense ha fallado en proponer una agenda con más sustancia y más significativa para la región. Nadie está hablando acerca de los temas prioritarios en esta cumbre y de cuáles son justamente aquellos asuntos que merecen la atención hemisférica para ser discutidos, sino que por el contrario, durante semanas se ha estado hablando sobre si se hizo bien o mal en invitar a determinados países en lugar de conversar sobre los temas importantes. La agenda no se supedita a los invitados en este tipo de asuntos (o en cualquier reunión, fiesta, compromiso, etc.). Por poner un ejemplo burdo: nadie decidiría (o debería decidir) festejar su cumpleaños en función de quiénes asisten al festejo. Pero creo que en general, Estados Unidos ha tenido un problema bastante grande para comunicar mejor sus puntos de vista, avanzar su agenda estratégica y hacer propuestas concretas.

Hemos visto la forma en que se han tomado decisiones erróneas en otros asuntos y se corre el riesgo de seguir enfocados en las formas y no en el fondo. La relación con Estados Unidos es tan complicada y tan importante que no podemos darnos el lujo de andar por las ramas. Hay demasiado en juego. Ahora bien, este juego se tiene que jugar entre varios y ciertamente estar peleando por la lista de invitados no es constructivo. Si bien dice el dicho que en la política “la forma es fondo” (y tiene razón), una manera de ir más allá es precisamente proponer temáticas de fondo capaces de generar discusión, consenso y acuerdos. Eso es lo que está faltando todavía.