/ jueves 7 de julio de 2022

Cable Diplomático | La discusión de siempre 

En los últimos días se ha discutido grandemente sobre la labor del embajador y representante del gobierno del Presidente Biden en México y con ello, la discusión se vuelve a abrir entre quienes defienden y entre quienes critican. Yo diría que es la discusión de siempre. La discusión de toda la vida que no nos permite entendernos ni colaborar. La diferencia de visiones y de ides que nos tiene tan apartados unos de otros. Pero la realidad es que no es fácil de entender si no hacemos un esfuerzo consciente de atajar las diferencias culturales entre ambos países. Tanto los mexicanos como los estadunidenses decimos conocer a nuestros vecinos, cuando en la realidad, no tenemos idea de algunos temas importantes para que podamos entendernos mejor. Aquí menciono algunas de las cosas que están interfiriendo.

La primera de ellas es el estilo barroco y rebuscado en México contra el estilo directo y sin tapujos de Estados Unidos. Mientras en nuestro país nos cuesta muchísimo trabajo decir que no, poner los límites y ser francos respecto de si algo nos gusta, en Estados Unidos es lo contrario. Incluso podría interpretarse como “rudeza” cuando en realidad, no es más que un estilo. En México hay que leer entre líneas y entender que a veces, lo que no se dice es más importante que aquello que se dice. En Estados Unidos, cuando alguien dice que te va a llamar, es porque lo hará y no como despedida socialmente correcta para no llamar nunca, como sucede en nuestro país. No es que un estilo sea mejor que otro. Simplemente si no sabemos cómo actúa el otro, no podemos entender nada de lo que está diciendo.

En segundo lugar, el gran problema que tenemos es que pensamos que las cosas suceden por algo que tienen que ver con nosotros y no nos damos cuenta que en realidad, nuestros interlocutores en el terreno que sea (político, comercial, social), lo único que están haciendo es hablar a su público interno y a su audiencia doméstica y nos utilizan como herramienta. Ambos gobiernos y sociedades tienen sus propios problemas y agendas, y por ende, a veces el vecino es un actor más de esta puesta en escena y no tanto un tema dirigido contra nosotros. Si entendemos que a veces somos el vehículo pero no el destinatario, quizá la cosa sería más sencilla de ambos lados.

Por último, el tema más importante para entendernos mejor: en Estados Unidos existe una mentalidad de defensa. Para lo que sea. De pelear por el lugar propio, de no hacer concesiones, de pelear por lo que uno considera justo. Y en México a veces es lo contrario, hay que conceder, conciliar, no hacer sentir mal al otro. Mientras que en Estados Unidos se premia esta conducta y lo contrario se percibe como debilidad, en México a veces mejor le damos la vuelta a las cosas. Y así, la eterna discusión nunca se acaba.

El problema que tenemos es que no nos hemos detenidos a pensar que México y Estados Unidos son mucho más diferentes de lo que creemos y que para entendernos mejor, tenemos que asimilar y entender estas diferencias.

En los últimos días se ha discutido grandemente sobre la labor del embajador y representante del gobierno del Presidente Biden en México y con ello, la discusión se vuelve a abrir entre quienes defienden y entre quienes critican. Yo diría que es la discusión de siempre. La discusión de toda la vida que no nos permite entendernos ni colaborar. La diferencia de visiones y de ides que nos tiene tan apartados unos de otros. Pero la realidad es que no es fácil de entender si no hacemos un esfuerzo consciente de atajar las diferencias culturales entre ambos países. Tanto los mexicanos como los estadunidenses decimos conocer a nuestros vecinos, cuando en la realidad, no tenemos idea de algunos temas importantes para que podamos entendernos mejor. Aquí menciono algunas de las cosas que están interfiriendo.

La primera de ellas es el estilo barroco y rebuscado en México contra el estilo directo y sin tapujos de Estados Unidos. Mientras en nuestro país nos cuesta muchísimo trabajo decir que no, poner los límites y ser francos respecto de si algo nos gusta, en Estados Unidos es lo contrario. Incluso podría interpretarse como “rudeza” cuando en realidad, no es más que un estilo. En México hay que leer entre líneas y entender que a veces, lo que no se dice es más importante que aquello que se dice. En Estados Unidos, cuando alguien dice que te va a llamar, es porque lo hará y no como despedida socialmente correcta para no llamar nunca, como sucede en nuestro país. No es que un estilo sea mejor que otro. Simplemente si no sabemos cómo actúa el otro, no podemos entender nada de lo que está diciendo.

En segundo lugar, el gran problema que tenemos es que pensamos que las cosas suceden por algo que tienen que ver con nosotros y no nos damos cuenta que en realidad, nuestros interlocutores en el terreno que sea (político, comercial, social), lo único que están haciendo es hablar a su público interno y a su audiencia doméstica y nos utilizan como herramienta. Ambos gobiernos y sociedades tienen sus propios problemas y agendas, y por ende, a veces el vecino es un actor más de esta puesta en escena y no tanto un tema dirigido contra nosotros. Si entendemos que a veces somos el vehículo pero no el destinatario, quizá la cosa sería más sencilla de ambos lados.

Por último, el tema más importante para entendernos mejor: en Estados Unidos existe una mentalidad de defensa. Para lo que sea. De pelear por el lugar propio, de no hacer concesiones, de pelear por lo que uno considera justo. Y en México a veces es lo contrario, hay que conceder, conciliar, no hacer sentir mal al otro. Mientras que en Estados Unidos se premia esta conducta y lo contrario se percibe como debilidad, en México a veces mejor le damos la vuelta a las cosas. Y así, la eterna discusión nunca se acaba.

El problema que tenemos es que no nos hemos detenidos a pensar que México y Estados Unidos son mucho más diferentes de lo que creemos y que para entendernos mejor, tenemos que asimilar y entender estas diferencias.