/ jueves 1 de julio de 2021

Cable Diplomático | La frontera

En días recientes tuve la oportunidad de visitar la frontera norte de nuestro país y pasar unos días en la región. Desde Washington, D.C. tomé un vuelo a San Diego para posteriormente cruzar a México en carro. Además de los contrastes entre ambos lados de la “línea” (fronteriza) que resultan más que evidentes, hay muchas historias de cómo ambos países están interrelacionados entre sí.

La primera de ellas me la contó un conductor de Uber en San Diego. Después de platicar sobre cosas sin demasiada importancia, al enterarse que éramos mexicanos, nos comentó que él vivía en Rosarito desde hacía más de 12 años. Un estadunidense retirado, sin hablar prácticamente español mas que unas cuantas frases, conducía todos los días para cruzar la frontera desde Tijuana a San Diego y manejar su carro como Uber para ganar dinero. Por la obvia conversión entre dólares y pesos, esta transacción le resultaba más que efectiva para sostener su modo de vida del lado mexicano. Y así todos los días.

La segunda historia proviene de la persona que estaba en la recepción en el hotel de San Diego, quien al enterarse de nuestra nacionalidad, también nos dijo que era mexicano (de Tijuana) y que todos los días también cruzaba la frontera entre ambos países para trabajar en dicho hotel y regresar a su casa en Tijuana para después repetir la rutina más adelante.

La tercera historia fronteriza me la contó la persona que nos atendió con la renta de un vehículo en Tijuana y nos dijo que aunque le gustaría trabajar en Estados Unidos, no puede hacerlo porque no está autorizado a hacerlo y que el simple costo de obtener una visa de turista para visitar a sus vecinos resultaría complicado, pero que en el caso de sus familiares, ellos sí podían trabajar en San Diego porque tenían “papeles”.

La última historia me la contó una persona que atendía un negocio en San Diego y que también cruzaba todos los días para trabajar, pero que había tenido problemas con su autorización para cruzar por la línea rápida y tenía que hacer fila por más de dos horas diarias para llegar a su trabajo a tiempo, pero que a pesar de ello, prefería hacerlo por la conversión de dólares a pesos, naturalmente.

Y así, creo que hay muchas más historias que se podrían contar sobre la frontera de nuestro país con Estados Unidos. Las hay varias, no solamente en Tijuana, sino a lo largo de todos los estados hasta el otro extremo, con una actividad que no se detiene en la línea fronteriza y que resulta benéfico para algunos y no tanto para otros. Ello me puso a pensar en el nivel de relación que tienen nuestras naciones y cómo es que somos interdependientes uno del otro (ya sea que nos guste o no, es la realidad). Y esta es también la realidad para quienes lo viven todos los días y tienen otra concepción de la vida binacional y bicultural, quienes entienden las formas de vivir de ambos lados y que pueden ser exitosos (si tienen posibilidad de hacerlo). Pero también el drama que resulta para quienes no tienen esa oportunidad y la desigualdad que ello genera. Seguiremos hablando de ello próximamente.

En días recientes tuve la oportunidad de visitar la frontera norte de nuestro país y pasar unos días en la región. Desde Washington, D.C. tomé un vuelo a San Diego para posteriormente cruzar a México en carro. Además de los contrastes entre ambos lados de la “línea” (fronteriza) que resultan más que evidentes, hay muchas historias de cómo ambos países están interrelacionados entre sí.

La primera de ellas me la contó un conductor de Uber en San Diego. Después de platicar sobre cosas sin demasiada importancia, al enterarse que éramos mexicanos, nos comentó que él vivía en Rosarito desde hacía más de 12 años. Un estadunidense retirado, sin hablar prácticamente español mas que unas cuantas frases, conducía todos los días para cruzar la frontera desde Tijuana a San Diego y manejar su carro como Uber para ganar dinero. Por la obvia conversión entre dólares y pesos, esta transacción le resultaba más que efectiva para sostener su modo de vida del lado mexicano. Y así todos los días.

La segunda historia proviene de la persona que estaba en la recepción en el hotel de San Diego, quien al enterarse de nuestra nacionalidad, también nos dijo que era mexicano (de Tijuana) y que todos los días también cruzaba la frontera entre ambos países para trabajar en dicho hotel y regresar a su casa en Tijuana para después repetir la rutina más adelante.

La tercera historia fronteriza me la contó la persona que nos atendió con la renta de un vehículo en Tijuana y nos dijo que aunque le gustaría trabajar en Estados Unidos, no puede hacerlo porque no está autorizado a hacerlo y que el simple costo de obtener una visa de turista para visitar a sus vecinos resultaría complicado, pero que en el caso de sus familiares, ellos sí podían trabajar en San Diego porque tenían “papeles”.

La última historia me la contó una persona que atendía un negocio en San Diego y que también cruzaba todos los días para trabajar, pero que había tenido problemas con su autorización para cruzar por la línea rápida y tenía que hacer fila por más de dos horas diarias para llegar a su trabajo a tiempo, pero que a pesar de ello, prefería hacerlo por la conversión de dólares a pesos, naturalmente.

Y así, creo que hay muchas más historias que se podrían contar sobre la frontera de nuestro país con Estados Unidos. Las hay varias, no solamente en Tijuana, sino a lo largo de todos los estados hasta el otro extremo, con una actividad que no se detiene en la línea fronteriza y que resulta benéfico para algunos y no tanto para otros. Ello me puso a pensar en el nivel de relación que tienen nuestras naciones y cómo es que somos interdependientes uno del otro (ya sea que nos guste o no, es la realidad). Y esta es también la realidad para quienes lo viven todos los días y tienen otra concepción de la vida binacional y bicultural, quienes entienden las formas de vivir de ambos lados y que pueden ser exitosos (si tienen posibilidad de hacerlo). Pero también el drama que resulta para quienes no tienen esa oportunidad y la desigualdad que ello genera. Seguiremos hablando de ello próximamente.