/ jueves 30 de septiembre de 2021

Cable Diplomático | La mesa está puesta

La división y la polarización en Estados Unidos crece de nivel cada día más y más. Los temas que dividen a la sociedad de dicho país son muchos; y lo peor del asunto es que la herida no es superficial, es decir, desde mi parecer, son diferencias irreconciliables. Y a veces parece que importa más tener la razón aún y cuando ello vaya en contra de los argumentos lógicos más básicos. En ese sentido cabe destacar que en México también tenemos nuestra propia dosis de locura y también tenemos algunas diferencias irreconciliables, incluso a pesar de los argumentos más sensatos: lo que trato de decir es que no es un tema de premisas o naciones, sino de pasiones y de ideas. Yo recuerdo que mi padre, citando a alguien que no recuerdo, decía que no hay nada más poderoso que una idea a la que le llega su tiempo.


Pero en el caso que nos ocupa – Estados Unidos – la mesa está puesta para que haya una confrontación mayor que se agravará en cada momento de ahora al 2024, como afirmé hace unos días. Ello, para decirlo con todas sus letras, en detrimento de la gobernabilidad democrática del Presidente Biden y su partido, así como afectando la capacidad de sacar adelante los temas más importantes de su agenda. Esta herida profunda ha sido bien leída (y quizá hasta propiciada) por los políticos republicanos que han visto cuarteaduras en la maquinaria política del Partido Demócrata. Me refiero a lo sucedido por ejemplo en Afganistán, el asunto del techo de deuda que el Congreso debe aprobar en los próximos días y otros temas como los planes de infraestructura, etc. Aunado a eso, el pulso se puede tomar con las insinuaciones que ha hecho el ex Presidente Donald Trump de volver a competir por la presidencia en 2024, y debo decir que si las cosas siguen por este camino, tendría una gran posibilidad de triunfar.


Lo anterior representa un gran incentivo para él y su partido para seguir dándole cabida y atención a esta enorme división. Pero vemos una cosa: aún y cuando ello sirva para ganar el poder, ¿de qué sirve tener a la mitad del país en contra? Esa exactamente tendría que ser la lección que debemos aprender todos. No sirve de nada conquistar el poder para luego alienar a quienes piensan diferente. Dijimos en semanas anteriores que Karl Von Clausewitz afirmó que “todo reino dividido marcha a su destrucción” y realmente tiene razón; y un reino destruido no vale la pena gobernar.


La lección entonces es para todos nosotros. ¿Qué estamos haciendo con quienes piensan diferente a nosotros? ¿Cómo incrementar nuestra tolerancia y nuestra capacidad de ser más inclusivos todos con todos? Independientemente de nuestra ideología, ¿cómo le hacemos para tratar de ser más objetivos, más neutrales y más analíticos al momento de tomar decisiones? ¿Cómo ser más tolerantes entre nosotros? Por todo lo que hemos dicho antes, la respuesta no está ni estará en los gobernantes o los gobiernos, sino en los ciudadanos, en nosotros.

La división y la polarización en Estados Unidos crece de nivel cada día más y más. Los temas que dividen a la sociedad de dicho país son muchos; y lo peor del asunto es que la herida no es superficial, es decir, desde mi parecer, son diferencias irreconciliables. Y a veces parece que importa más tener la razón aún y cuando ello vaya en contra de los argumentos lógicos más básicos. En ese sentido cabe destacar que en México también tenemos nuestra propia dosis de locura y también tenemos algunas diferencias irreconciliables, incluso a pesar de los argumentos más sensatos: lo que trato de decir es que no es un tema de premisas o naciones, sino de pasiones y de ideas. Yo recuerdo que mi padre, citando a alguien que no recuerdo, decía que no hay nada más poderoso que una idea a la que le llega su tiempo.


Pero en el caso que nos ocupa – Estados Unidos – la mesa está puesta para que haya una confrontación mayor que se agravará en cada momento de ahora al 2024, como afirmé hace unos días. Ello, para decirlo con todas sus letras, en detrimento de la gobernabilidad democrática del Presidente Biden y su partido, así como afectando la capacidad de sacar adelante los temas más importantes de su agenda. Esta herida profunda ha sido bien leída (y quizá hasta propiciada) por los políticos republicanos que han visto cuarteaduras en la maquinaria política del Partido Demócrata. Me refiero a lo sucedido por ejemplo en Afganistán, el asunto del techo de deuda que el Congreso debe aprobar en los próximos días y otros temas como los planes de infraestructura, etc. Aunado a eso, el pulso se puede tomar con las insinuaciones que ha hecho el ex Presidente Donald Trump de volver a competir por la presidencia en 2024, y debo decir que si las cosas siguen por este camino, tendría una gran posibilidad de triunfar.


Lo anterior representa un gran incentivo para él y su partido para seguir dándole cabida y atención a esta enorme división. Pero vemos una cosa: aún y cuando ello sirva para ganar el poder, ¿de qué sirve tener a la mitad del país en contra? Esa exactamente tendría que ser la lección que debemos aprender todos. No sirve de nada conquistar el poder para luego alienar a quienes piensan diferente. Dijimos en semanas anteriores que Karl Von Clausewitz afirmó que “todo reino dividido marcha a su destrucción” y realmente tiene razón; y un reino destruido no vale la pena gobernar.


La lección entonces es para todos nosotros. ¿Qué estamos haciendo con quienes piensan diferente a nosotros? ¿Cómo incrementar nuestra tolerancia y nuestra capacidad de ser más inclusivos todos con todos? Independientemente de nuestra ideología, ¿cómo le hacemos para tratar de ser más objetivos, más neutrales y más analíticos al momento de tomar decisiones? ¿Cómo ser más tolerantes entre nosotros? Por todo lo que hemos dicho antes, la respuesta no está ni estará en los gobernantes o los gobiernos, sino en los ciudadanos, en nosotros.