/ jueves 29 de julio de 2021

Cable Diplomático | La Tercera Ola a prueba 

Los gobiernos del mundo enfrentarán la llamada “tercera ola” de la pandemia de COVID19, que no es otra cosa sino el resurgimiento de casos, infecciones y contagios del nefasto virus que ha puesto de rodillas al mundo, todo ello derivado en gran medida por la aparición de la nueva variante Delta que, de acuerdo con los expertos, es mucho más contagiosa y más peligrosa. En ese sentido el impacto de esta llamada tercera ola tendrá grandes implicaciones para los países del mundo, sus economías y sus relaciones internacionales.

En los Estados Unidos la primera consecuencia de ello es el regreso de los antiguos lineamientos para utilizar el cubrebocas en espacios cerrados. Desde hace varias semanas, el CDC recomendó que las personas que estuvieran ya total y completamente vacunadas no tendrían necesidad de seguirlo utilizando, permitiendo así el regreso de las actividades a un nivel casi similar (o igual en muchos casos) al observado antes de la pandemia. ¿A qué se debe entonces el cambio? En gran medida a que existe una gran cantidad de personas que se rehúsan a vacunarse y está comprobado que son estas personas aquellas a quienes el virus está infectando y poniendo en peligro primordialmente. Si bien la vacuna no garantiza que las personas no se reinfecten, han sido altamente efectivas en prevenir enfermedad grave (o asintomática en varios casos) y especialmente las hospitalizaciones y muertes. El Presidente Biden ha tenido incluso que admitir que el uso del cubrebocas nuevamente por la población en general sería para que los no-vacunados estén protegidos. No voy a ahondar en los cuestionamientos sobre la vacuna en sí misma. Creo que la posición es clara.

Lo anterior tendría un impacto entonces en la economía también. Si las medidas restrictivas regresan a nuestra vida cotidiana, también lo harán algunas de las normas que requieren el distanciamiento social entre nosotros. Los efectos en cascada que ello tendría nuevamente sobre la reactivación económica serían sumamente graves. Por ejemplo, la frontera entre México y Estados Unidos sigue cerrada salvo para cuestiones esenciales y con ello, el impacto que tiene para las economías de ambas naciones en esa región es altísimo. Por otro lado, las capacidades sanitarias de los países se podrían ver seriamente afectadas si el número de casos de COVID19 y de hospitalizaciones sigue subiendo. La responsabilidad es de todos. En ese sentido, con todas sus letras, el Presidente Biden reconoció que el esfuerzo de las personas vacunadas en usar el cubrebocas es para aligerar la carga de aquellos que no quieren hacerlo (de forma que considera es injusto, pero necesario).

Al final de cuentas, la tercera ola de COVID19 pondrá a prueba nuevamente a los gobernantes y volverá a situar en el centro de la discusión pública la gestión de la pandemia por parte de las diversas administraciones. Más allá de la culpa y de los dimes y diretes políticos, lo que está verdaderamente en juego es la vida de las personas y creo que, siguiendo esos lineamientos, todos tendríamos que jugar un rol más activo y escuchar lo que dice la ciencia y no la ideología.

Los gobiernos del mundo enfrentarán la llamada “tercera ola” de la pandemia de COVID19, que no es otra cosa sino el resurgimiento de casos, infecciones y contagios del nefasto virus que ha puesto de rodillas al mundo, todo ello derivado en gran medida por la aparición de la nueva variante Delta que, de acuerdo con los expertos, es mucho más contagiosa y más peligrosa. En ese sentido el impacto de esta llamada tercera ola tendrá grandes implicaciones para los países del mundo, sus economías y sus relaciones internacionales.

En los Estados Unidos la primera consecuencia de ello es el regreso de los antiguos lineamientos para utilizar el cubrebocas en espacios cerrados. Desde hace varias semanas, el CDC recomendó que las personas que estuvieran ya total y completamente vacunadas no tendrían necesidad de seguirlo utilizando, permitiendo así el regreso de las actividades a un nivel casi similar (o igual en muchos casos) al observado antes de la pandemia. ¿A qué se debe entonces el cambio? En gran medida a que existe una gran cantidad de personas que se rehúsan a vacunarse y está comprobado que son estas personas aquellas a quienes el virus está infectando y poniendo en peligro primordialmente. Si bien la vacuna no garantiza que las personas no se reinfecten, han sido altamente efectivas en prevenir enfermedad grave (o asintomática en varios casos) y especialmente las hospitalizaciones y muertes. El Presidente Biden ha tenido incluso que admitir que el uso del cubrebocas nuevamente por la población en general sería para que los no-vacunados estén protegidos. No voy a ahondar en los cuestionamientos sobre la vacuna en sí misma. Creo que la posición es clara.

Lo anterior tendría un impacto entonces en la economía también. Si las medidas restrictivas regresan a nuestra vida cotidiana, también lo harán algunas de las normas que requieren el distanciamiento social entre nosotros. Los efectos en cascada que ello tendría nuevamente sobre la reactivación económica serían sumamente graves. Por ejemplo, la frontera entre México y Estados Unidos sigue cerrada salvo para cuestiones esenciales y con ello, el impacto que tiene para las economías de ambas naciones en esa región es altísimo. Por otro lado, las capacidades sanitarias de los países se podrían ver seriamente afectadas si el número de casos de COVID19 y de hospitalizaciones sigue subiendo. La responsabilidad es de todos. En ese sentido, con todas sus letras, el Presidente Biden reconoció que el esfuerzo de las personas vacunadas en usar el cubrebocas es para aligerar la carga de aquellos que no quieren hacerlo (de forma que considera es injusto, pero necesario).

Al final de cuentas, la tercera ola de COVID19 pondrá a prueba nuevamente a los gobernantes y volverá a situar en el centro de la discusión pública la gestión de la pandemia por parte de las diversas administraciones. Más allá de la culpa y de los dimes y diretes políticos, lo que está verdaderamente en juego es la vida de las personas y creo que, siguiendo esos lineamientos, todos tendríamos que jugar un rol más activo y escuchar lo que dice la ciencia y no la ideología.