/ jueves 21 de abril de 2022

Cable Diplomático | Las pequeñas cosas 

En México tenemos muchas maneras de decir las cosas. En esta ocasión y como dice el dicho, son las pequeñas piedras en el zapato lo que realmente nos dificulta caminar y hace cansado el recorrido y no las grandes montañas que tenemos que escalar. Este refrán o dicho popular tiene enormes repercusiones en nuestra vida cotidiana y tiene diversas interpretaciones que podrían enseñarnos valiosas lecciones en la manera en que nos llevamos y nos relacionamos como personas, como comunidad y sociedad, pero también como país. En ese sentido quiero traer a cuenta que en materia de diplomacia y relaciones internacionales son precisamente estas situaciones la que debemos prestar atención si queremos ser exitosos en la manera en que nos conducimos ante el mundo.

En la relación entre México y Estados Unidos pasa lo mismo. Muchas veces pensamos en esta idea que vive en el imaginario colectivo sobre la forma en que nuestro vecino del norte apabulla con su estrepitosa forma de ser nuestra convivencia mutua y nosotros pensamos que un mal día habremos de sufrir las consecuencias devastadoras de ser vecinos. Pero lo anterior no va a suceder por diversas razones. Si bien hay una desproporcionalidad en la forma en que nuestra existencia está relacionada una con otra, son las pequeñas cosas cotidianas que harán de nuestra convivencia algo llevadero o un dolor de cabeza. ¿Qué es lo que está en juego entonces? ¿De qué depende lo anterior? No tememos una catástrofe masiva o una invasión soberana, no, La cosa no va por allí.

Pongo un ejemplo concreto: la multiplicidad de temas que hay en la frontera y la compleja relación de ambos países. En concreto, de forma muy reciente, el tema de las inspecciones comerciales a los vehículos y los transportes y la manera en que se resuelve este tema administrativo. Es una piedra en el zapato que, sin alterar los principios fundamentales de nuestra relación, puede ocasionar graves daños y problemas. Otro ejemplo es la migración.

Pero si no ponemos atención a ello, pronto vamos a tener un problema arancelario, comercial, de intercambio de información, de seguridad, etc. El asunto de fondo es que son estas “pequeñas” piedras en el zapato lo que generan los mayores dolores de cabeza. Dice un famoso economista italiano que el 80% de los problemas – a veces – proviene del 20% de los asuntos. Siguiendo esta lógica tenemos que ser más inteligentes. Veámoslo de esta forma: en una relación de amigos, de pareja, en un matrimonio, incluso en una relación laboral, los detalles y las pequeñas cosas del diario son las que fortalecen o debilitan los vínculos que tenemos, y por ende, tenemos que prestar atención a estos. Para bien o para mal, los grandes dolores de cabeza pueden venir precisamente de esas pequeñas circunstancias y cotidianidades que acaban por desgastar hasta las relaciones más duraderas; al mismo tiempo, son estas cosas las que unen y fortalecen los vínculos sociales (y diplomáticos). Hagamos entonces lo posible por empezar por lo más pequeño, porque tarde o temprano, terminará por dictar nuestra compleja realidad y nuestra coexistencia. Sería una lección valiosa para todos.

En México tenemos muchas maneras de decir las cosas. En esta ocasión y como dice el dicho, son las pequeñas piedras en el zapato lo que realmente nos dificulta caminar y hace cansado el recorrido y no las grandes montañas que tenemos que escalar. Este refrán o dicho popular tiene enormes repercusiones en nuestra vida cotidiana y tiene diversas interpretaciones que podrían enseñarnos valiosas lecciones en la manera en que nos llevamos y nos relacionamos como personas, como comunidad y sociedad, pero también como país. En ese sentido quiero traer a cuenta que en materia de diplomacia y relaciones internacionales son precisamente estas situaciones la que debemos prestar atención si queremos ser exitosos en la manera en que nos conducimos ante el mundo.

En la relación entre México y Estados Unidos pasa lo mismo. Muchas veces pensamos en esta idea que vive en el imaginario colectivo sobre la forma en que nuestro vecino del norte apabulla con su estrepitosa forma de ser nuestra convivencia mutua y nosotros pensamos que un mal día habremos de sufrir las consecuencias devastadoras de ser vecinos. Pero lo anterior no va a suceder por diversas razones. Si bien hay una desproporcionalidad en la forma en que nuestra existencia está relacionada una con otra, son las pequeñas cosas cotidianas que harán de nuestra convivencia algo llevadero o un dolor de cabeza. ¿Qué es lo que está en juego entonces? ¿De qué depende lo anterior? No tememos una catástrofe masiva o una invasión soberana, no, La cosa no va por allí.

Pongo un ejemplo concreto: la multiplicidad de temas que hay en la frontera y la compleja relación de ambos países. En concreto, de forma muy reciente, el tema de las inspecciones comerciales a los vehículos y los transportes y la manera en que se resuelve este tema administrativo. Es una piedra en el zapato que, sin alterar los principios fundamentales de nuestra relación, puede ocasionar graves daños y problemas. Otro ejemplo es la migración.

Pero si no ponemos atención a ello, pronto vamos a tener un problema arancelario, comercial, de intercambio de información, de seguridad, etc. El asunto de fondo es que son estas “pequeñas” piedras en el zapato lo que generan los mayores dolores de cabeza. Dice un famoso economista italiano que el 80% de los problemas – a veces – proviene del 20% de los asuntos. Siguiendo esta lógica tenemos que ser más inteligentes. Veámoslo de esta forma: en una relación de amigos, de pareja, en un matrimonio, incluso en una relación laboral, los detalles y las pequeñas cosas del diario son las que fortalecen o debilitan los vínculos que tenemos, y por ende, tenemos que prestar atención a estos. Para bien o para mal, los grandes dolores de cabeza pueden venir precisamente de esas pequeñas circunstancias y cotidianidades que acaban por desgastar hasta las relaciones más duraderas; al mismo tiempo, son estas cosas las que unen y fortalecen los vínculos sociales (y diplomáticos). Hagamos entonces lo posible por empezar por lo más pequeño, porque tarde o temprano, terminará por dictar nuestra compleja realidad y nuestra coexistencia. Sería una lección valiosa para todos.