/ jueves 18 de noviembre de 2021

Cable Diplomático | Los otros efectos del COVID II 

La semana pasada hablé sobre los efectos “cortos y largos” del COVID. Creo que en terminología médica se denominarían “agudos y crónicos” y decía yo que estos efectos eran equiparables a la situación política, social y económica, donde también hay efectos agudos y crónicos una vez pasada la pandemia. Recapitulando un poco, los efectos agudos consistieron en el cierre de negocios, pérdida de puestos de trabajo, la pérdida del estilo de vida que conocíamos, etc; y entre algunos de los efectos crónicos, mencionamos aquellos que tienen que ver con la manera en que las cosas cambiaron en el panorama político (por ejemplo, cómo fue que Donald Trump perdió la reelección a la Presidencia de EUA, cuando nadie pensaba años antes que sucedería, y cómo la división política actual está haciendo que los demócratas pierdan territorio frente a sus adversarios y – quizá – la Presidencia en 2024 si se descuidan).

Pues bien, también mencioné efectos positivos, como por ejemplo el futuro del trabajo, donde después de tantos meses hemos aprendido a realizar nuestra labor desde casa. Antes de la pandemia de COVID19 lo anterior hubiese sido imposible, no porque no tuviéramos los elementos o herramientas para llevarlo a cabo, sino porque la mentalidad de las personas no estaba preparada para este cambio. En ese sentido, la pandemia nos obligó a todos a innovar y cambiar la manera en que operamos y hacemos las cosas.

En ese orden de ideas, hay otras tantas cosas que van a cambiar también en los próximos meses y años para siempre. Me refiero a la geografía y arquitectura de los bienes raíces y de cómo las ciudades se desarrollan y crecen. Por ejemplo, después de muchos meses de estar encerrados, puede uno caminar en el centro de Washington o ir a comer a un restaurante a la hora del almuerzo; pero debemos apuntar que jamás la actividad volvió a ser la misma que antes. Si bien los negocios están volviendo a abrir, la realidad es que la afluencia de clientes nunca será la misma. Las personas, como dijimos antes, ya no trabajan todo el tiempo en sus oficinas y tienen esquemas híbridos mucho más flexibles, pero esto también afecta a las zonas donde la gente compra vivienda. Los departamentos en los centros de las ciudades han sido cambiados por casas en los suburbios con patio y jardín, donde las personas tienen un espacio de esparcimiento y de cierta libertad, dado que ahora pasan mucho más tiempo en casa.

El negocio de los bienes raíces, oficinas, casas, departamentos, etc. también habrá cambiado su manera de operar. ¿Es positivo el cambio? Dice un viejo dicho que el cambio no es bueno ni malo, simplemente es. Pero yo añadiría que en este caso, permitirá esquemas mucho más flexibles y con mayor apertura que podrían traducirse en mayor productividad y un mayor balance entre la vida laboral y profesional, abonando al bienestar integral de las comunidades. Luego entonces, a pesar de lo difícil que han sido todos estos meses, la realidad es que hay cambios positivos que nos convendría aceptar plenamente.

La semana pasada hablé sobre los efectos “cortos y largos” del COVID. Creo que en terminología médica se denominarían “agudos y crónicos” y decía yo que estos efectos eran equiparables a la situación política, social y económica, donde también hay efectos agudos y crónicos una vez pasada la pandemia. Recapitulando un poco, los efectos agudos consistieron en el cierre de negocios, pérdida de puestos de trabajo, la pérdida del estilo de vida que conocíamos, etc; y entre algunos de los efectos crónicos, mencionamos aquellos que tienen que ver con la manera en que las cosas cambiaron en el panorama político (por ejemplo, cómo fue que Donald Trump perdió la reelección a la Presidencia de EUA, cuando nadie pensaba años antes que sucedería, y cómo la división política actual está haciendo que los demócratas pierdan territorio frente a sus adversarios y – quizá – la Presidencia en 2024 si se descuidan).

Pues bien, también mencioné efectos positivos, como por ejemplo el futuro del trabajo, donde después de tantos meses hemos aprendido a realizar nuestra labor desde casa. Antes de la pandemia de COVID19 lo anterior hubiese sido imposible, no porque no tuviéramos los elementos o herramientas para llevarlo a cabo, sino porque la mentalidad de las personas no estaba preparada para este cambio. En ese sentido, la pandemia nos obligó a todos a innovar y cambiar la manera en que operamos y hacemos las cosas.

En ese orden de ideas, hay otras tantas cosas que van a cambiar también en los próximos meses y años para siempre. Me refiero a la geografía y arquitectura de los bienes raíces y de cómo las ciudades se desarrollan y crecen. Por ejemplo, después de muchos meses de estar encerrados, puede uno caminar en el centro de Washington o ir a comer a un restaurante a la hora del almuerzo; pero debemos apuntar que jamás la actividad volvió a ser la misma que antes. Si bien los negocios están volviendo a abrir, la realidad es que la afluencia de clientes nunca será la misma. Las personas, como dijimos antes, ya no trabajan todo el tiempo en sus oficinas y tienen esquemas híbridos mucho más flexibles, pero esto también afecta a las zonas donde la gente compra vivienda. Los departamentos en los centros de las ciudades han sido cambiados por casas en los suburbios con patio y jardín, donde las personas tienen un espacio de esparcimiento y de cierta libertad, dado que ahora pasan mucho más tiempo en casa.

El negocio de los bienes raíces, oficinas, casas, departamentos, etc. también habrá cambiado su manera de operar. ¿Es positivo el cambio? Dice un viejo dicho que el cambio no es bueno ni malo, simplemente es. Pero yo añadiría que en este caso, permitirá esquemas mucho más flexibles y con mayor apertura que podrían traducirse en mayor productividad y un mayor balance entre la vida laboral y profesional, abonando al bienestar integral de las comunidades. Luego entonces, a pesar de lo difícil que han sido todos estos meses, la realidad es que hay cambios positivos que nos convendría aceptar plenamente.