/ jueves 27 de enero de 2022

Cable Diplomático | Reinos divididos

Recuerdo bien que mi padre solía usar la frase de Karl Von Clausewitz que reza: “todo reino dividido marcha a su destrucción”. Como politólogo, siempre me llamó la atención las teorías sobre la vida pública conocidas como “realismo político” (por ejemplo, Maquiavelo es un autor que podría mencionarse en este punto). ¿Por qué digo lo anterior? La razón es sencilla: porque entre otras cosas, además de enunciar verdades crudas y difíciles de asimilar, estos autores mencionan cosas que debemos tomar en cuenta y una de ellas tiene que ver con las sociedades polarizadas y divididas.

Esto sucede de forma cada vez más frecuente en los países y naciones y de manera particular, en México y en Estados Unidos, donde la sociedad cada vez se separa y se confronta más entre ella; y en ese sentido, los medios no están excluidos de la misma batalla. Y ello quizá se perciba de forma más clara en la Unión Americana, donde los medios de información (cadenas de televisión, periódicos, noticieros de radio, etc.) se manifiestan abiertamente en pro o en contra del partido y persona gobernante, o bien, no ocultan sus filias y fobias y cuáles son sus lealtades políticas e ideológicas. Y una vez que la anterior división se ha establecido, pareciera que es la misión de algunos medios – no todos – de hacer la vida imposible para el candidato o presidente contrario. Y en ese contexto se inscribe el desafortunado incidente donde hace unos días, el Presidente Biden insulta a un reportero de Fox News, sin darse cuenta que el micrófono estaba prendido. Y eso es como pólvora que corre y se incendia, porque abona en este discurso de quienes están a favor y quiénes en contra, sin importar demasiado quién tiene la razón. No es algo tampoco exclusivo de esta administración.

Y esa profunda división ha calado hasta lo más profundo de la sociedad americana, y cada día se hace más grande; cada día las posibilidades de encontrar un lugar común se hacen menos y cada día el país tiene menos posibilidades de enfrentar los retos actuales haciendo un frente común. Podríamos también decir que el principal ataque de Rusia contra Estados Unidos no fue militar, sino sembrando la división política entre sus ciudadanos desde la elección de 2016 de la cual no han podido salir.

Lo mismo podríamos decir de México. Nuestro país también sufre de una enorme polarización social y de una ahondada división política entre los ciudadanos. No hay punto intermedio: o se ama o se odia al gobierno, a la oposición, etc. No hay forma de conciliar las diferencias y no hay un frente común ante los problemas. Sin ir más allá, debemos detenernos y pensar en las palabras de Clausewitz: la división de un reino (o un país, por decirlo así) conduce a su destrucción. Allí tenemos varios ejemplos, pero no debemos perder tiempo: estamos desperdiciando oportunidades que más tarde vamos a necesitar. Llegará un punto en que efectiva y verdaderamente no sea posible encontrar un lugar común en donde quepamos todos, con diferencias ideológicas incluidas. No caigamos en la trampa de pensar que las cosas se arreglarán por sí solas. Tenemos que hacer algo.

Recuerdo bien que mi padre solía usar la frase de Karl Von Clausewitz que reza: “todo reino dividido marcha a su destrucción”. Como politólogo, siempre me llamó la atención las teorías sobre la vida pública conocidas como “realismo político” (por ejemplo, Maquiavelo es un autor que podría mencionarse en este punto). ¿Por qué digo lo anterior? La razón es sencilla: porque entre otras cosas, además de enunciar verdades crudas y difíciles de asimilar, estos autores mencionan cosas que debemos tomar en cuenta y una de ellas tiene que ver con las sociedades polarizadas y divididas.

Esto sucede de forma cada vez más frecuente en los países y naciones y de manera particular, en México y en Estados Unidos, donde la sociedad cada vez se separa y se confronta más entre ella; y en ese sentido, los medios no están excluidos de la misma batalla. Y ello quizá se perciba de forma más clara en la Unión Americana, donde los medios de información (cadenas de televisión, periódicos, noticieros de radio, etc.) se manifiestan abiertamente en pro o en contra del partido y persona gobernante, o bien, no ocultan sus filias y fobias y cuáles son sus lealtades políticas e ideológicas. Y una vez que la anterior división se ha establecido, pareciera que es la misión de algunos medios – no todos – de hacer la vida imposible para el candidato o presidente contrario. Y en ese contexto se inscribe el desafortunado incidente donde hace unos días, el Presidente Biden insulta a un reportero de Fox News, sin darse cuenta que el micrófono estaba prendido. Y eso es como pólvora que corre y se incendia, porque abona en este discurso de quienes están a favor y quiénes en contra, sin importar demasiado quién tiene la razón. No es algo tampoco exclusivo de esta administración.

Y esa profunda división ha calado hasta lo más profundo de la sociedad americana, y cada día se hace más grande; cada día las posibilidades de encontrar un lugar común se hacen menos y cada día el país tiene menos posibilidades de enfrentar los retos actuales haciendo un frente común. Podríamos también decir que el principal ataque de Rusia contra Estados Unidos no fue militar, sino sembrando la división política entre sus ciudadanos desde la elección de 2016 de la cual no han podido salir.

Lo mismo podríamos decir de México. Nuestro país también sufre de una enorme polarización social y de una ahondada división política entre los ciudadanos. No hay punto intermedio: o se ama o se odia al gobierno, a la oposición, etc. No hay forma de conciliar las diferencias y no hay un frente común ante los problemas. Sin ir más allá, debemos detenernos y pensar en las palabras de Clausewitz: la división de un reino (o un país, por decirlo así) conduce a su destrucción. Allí tenemos varios ejemplos, pero no debemos perder tiempo: estamos desperdiciando oportunidades que más tarde vamos a necesitar. Llegará un punto en que efectiva y verdaderamente no sea posible encontrar un lugar común en donde quepamos todos, con diferencias ideológicas incluidas. No caigamos en la trampa de pensar que las cosas se arreglarán por sí solas. Tenemos que hacer algo.