/ domingo 19 de julio de 2020

Cambios provocados por la emergencia

Aunque la información sobre un nuevo virus nunca será suficiente, empezamos a dar los primeros pasos para adaptarnos a una nueva realidad, diferente a la que teníamos por segura hace apenas unos meses, y a la que deberemos adecuarnos con rapidez frente a una crisis económica que comienza a pasarnos factura en todos los segmentos de nuestra sociedad.

Para este retorno, en medio de la suspicacia por las cifras y la calidad de la información que se produce desde las entidades del país, será importante que tracemos rutas familiares, vecinales, para recuperar movilidad y convivencia. Sin datos confiables no se pueden hacer planes eficientes, así que estamos en un momento donde las y los ciudadanos podemos establecer acciones con la información que nos han repetido durante muchas semanas para cuidarnos y cuidar a otros.

La sana distancia y las medidas de higiene son dos medidas que nos acompañarán mucho tiempo hacia adelante, por lo que no tiene ningún sentido cuestionarlas o pensar que son un invento. Usar cubrebocas, gel antibacterial y no estar en espacios cerrados y aglomerados, son decisiones que podemos asumir sin que ninguna autoridad nos las tenga que estar recordando.

Mantenernos en casa, si podemos, es otra determinación que es decisiva para superar esta pandemia, por lo que también está en nosotros seguir en confinamiento hasta donde sea posible y sano en lo físico y en lo mental.

Sé que esta emergencia sanitaria ha dejado claro que los metros cuadrados son fundamentales para hacer vida al interior y esa no es la constante en las viviendas que se diseñaron como negocio en México, pero es buen momento de replantear también las condiciones de espacio que deben regir para que las y los mexicanos puedan enfrentar una contingencia como ésta o como otra que pudiera ocurrir.

Esto me lleva a dos aspectos que han surgido como parte de las condiciones básicas para sobrellevar la aparición de esta nueva cepa de coronavirus: el ejercicio físico y la movilidad individual en nuestras ciudades. En el caso de la primera, la actividad física, en una nación con altos índices de obesidad y mala alimentación, ya no es un tema solo estético, sino una obligación sanitaria para que enfermedades como el Covid-19 no cobren miles de vidas que pudieron salvarse.

Hábitos de salud encaminados a evitar vicios, sedentarismo, consumo de comida chatarra, ya no son opcionales, sino una obligación de salud personal y de salud pública. No olvidemos que en pocos meses vamos a enfrentar la suma de pacientes por Covid-19 y de enfermedades como la influenza y la neumonía, además de aquellos que se han quedado en suspenso con sus tratamientos porque son población de riesgo frente al coronavirus.

Esa mezcla anticipa pronósticos sombríos en el número de muertes durante 2020 y es una llamada de atención sobre lo que viviremos en los próximos años, en tanto encontramos una vacuna y tratamientos efectivos. Es decir, adaptarnos al coronavirus no solo es un proceso biológico, también es uno social ante el cual parece que no nos estamos preparando en el mediano plazo.

Y eso involucra el uso masivo de la bicicleta, por ejemplo, para evitar las concentraciones del transporte público, la adaptación de calles y avenidas para que sea posible, y la disminución del uso del automóvil en ciudades que ya colapsaron por el tráfico. Hace apenas unos días, científicos advirtieron de los efectos nocivos que tiene la polución ambiental en quienes, felizmente, se recuperaron de Covid-19.

Lo mismo aplica para las reglas sanitarias, nunca más de etiqueta, para estornudar, toser, evitar escupir por todos lados y hasta de comportamiento en lugares cerrados como restaurantes, bares y tiendas. De ellas depende nuestra supervivencia, física y económica, mientras logramos inmunizarnos.

Mucho podrán argumentar que, bueno, ya con la vacuna y los fármacos será suficiente para despertar de esta pesadilla. Solo hago un rápido recordatorio: lo mismo dijimos hace una década con la influenza, que duró menos semanas que esta contingencia, y nos tardamos años en recuperarnos. No hay garantía de que, superado este episodio, no surja otro virus en los próximos años.

Si no tomamos el cambio social en nuestras manos, perderemos otra oportunidad de cambiar nuestro entorno para siempre y mejorar la forma en que vivimos, comemos, nos transportamos y convivimos con medidas de higiene. Hagamos conciencia.



Experto en temas de seguridad pública.



Aunque la información sobre un nuevo virus nunca será suficiente, empezamos a dar los primeros pasos para adaptarnos a una nueva realidad, diferente a la que teníamos por segura hace apenas unos meses, y a la que deberemos adecuarnos con rapidez frente a una crisis económica que comienza a pasarnos factura en todos los segmentos de nuestra sociedad.

Para este retorno, en medio de la suspicacia por las cifras y la calidad de la información que se produce desde las entidades del país, será importante que tracemos rutas familiares, vecinales, para recuperar movilidad y convivencia. Sin datos confiables no se pueden hacer planes eficientes, así que estamos en un momento donde las y los ciudadanos podemos establecer acciones con la información que nos han repetido durante muchas semanas para cuidarnos y cuidar a otros.

La sana distancia y las medidas de higiene son dos medidas que nos acompañarán mucho tiempo hacia adelante, por lo que no tiene ningún sentido cuestionarlas o pensar que son un invento. Usar cubrebocas, gel antibacterial y no estar en espacios cerrados y aglomerados, son decisiones que podemos asumir sin que ninguna autoridad nos las tenga que estar recordando.

Mantenernos en casa, si podemos, es otra determinación que es decisiva para superar esta pandemia, por lo que también está en nosotros seguir en confinamiento hasta donde sea posible y sano en lo físico y en lo mental.

Sé que esta emergencia sanitaria ha dejado claro que los metros cuadrados son fundamentales para hacer vida al interior y esa no es la constante en las viviendas que se diseñaron como negocio en México, pero es buen momento de replantear también las condiciones de espacio que deben regir para que las y los mexicanos puedan enfrentar una contingencia como ésta o como otra que pudiera ocurrir.

Esto me lleva a dos aspectos que han surgido como parte de las condiciones básicas para sobrellevar la aparición de esta nueva cepa de coronavirus: el ejercicio físico y la movilidad individual en nuestras ciudades. En el caso de la primera, la actividad física, en una nación con altos índices de obesidad y mala alimentación, ya no es un tema solo estético, sino una obligación sanitaria para que enfermedades como el Covid-19 no cobren miles de vidas que pudieron salvarse.

Hábitos de salud encaminados a evitar vicios, sedentarismo, consumo de comida chatarra, ya no son opcionales, sino una obligación de salud personal y de salud pública. No olvidemos que en pocos meses vamos a enfrentar la suma de pacientes por Covid-19 y de enfermedades como la influenza y la neumonía, además de aquellos que se han quedado en suspenso con sus tratamientos porque son población de riesgo frente al coronavirus.

Esa mezcla anticipa pronósticos sombríos en el número de muertes durante 2020 y es una llamada de atención sobre lo que viviremos en los próximos años, en tanto encontramos una vacuna y tratamientos efectivos. Es decir, adaptarnos al coronavirus no solo es un proceso biológico, también es uno social ante el cual parece que no nos estamos preparando en el mediano plazo.

Y eso involucra el uso masivo de la bicicleta, por ejemplo, para evitar las concentraciones del transporte público, la adaptación de calles y avenidas para que sea posible, y la disminución del uso del automóvil en ciudades que ya colapsaron por el tráfico. Hace apenas unos días, científicos advirtieron de los efectos nocivos que tiene la polución ambiental en quienes, felizmente, se recuperaron de Covid-19.

Lo mismo aplica para las reglas sanitarias, nunca más de etiqueta, para estornudar, toser, evitar escupir por todos lados y hasta de comportamiento en lugares cerrados como restaurantes, bares y tiendas. De ellas depende nuestra supervivencia, física y económica, mientras logramos inmunizarnos.

Mucho podrán argumentar que, bueno, ya con la vacuna y los fármacos será suficiente para despertar de esta pesadilla. Solo hago un rápido recordatorio: lo mismo dijimos hace una década con la influenza, que duró menos semanas que esta contingencia, y nos tardamos años en recuperarnos. No hay garantía de que, superado este episodio, no surja otro virus en los próximos años.

Si no tomamos el cambio social en nuestras manos, perderemos otra oportunidad de cambiar nuestro entorno para siempre y mejorar la forma en que vivimos, comemos, nos transportamos y convivimos con medidas de higiene. Hagamos conciencia.



Experto en temas de seguridad pública.



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