/ martes 28 de agosto de 2018

¿Caminito de la escuela?

A una semana del regreso a clases de casi 37 millones de alumnos de escuelas públicas y privadas en todo el país; la primera fase del nuevo modelo educativo ha iniciado. Sin embargo, el futuro de esta nueva fase educativa es incierto, pues la administración entrante ha dejado en claro que echará abajo la reforma en la materia, y abrirá una serie de 32 foros por todo México para diseñar una nueva estrategia. Padres de familia y estudiantes permanecemos a la expectativa de los posibles ajustes.

El Banco Mundial ha señalado que en México, más de la mitad de la población adulta cuenta apenas con educación secundaria, por lo que la media educativa nacional es de apenas 12 años, lo que nos convierte en el país con peor desempeño en el aprendizaje de ciencias, lectura y matemáticas de entre los países de la OCDE.

Aunque derivado de la reforma educativa, se han gastado en los últimos años, más de 50 mil millones de pesos en mejorar la infraestructura educativa, paradójicamente, México continúa siendo el miembro de la OCDE que menos gasta por estudiante, pues el gasto promedio por alumno continúa cercano a los 3200 dólares anuales, mientras la media en el resto de los países es de más de 15 mil dólares.

El nuevo modelo contempla tres componentes: Formación académica, que consiste en las asignaturas de observancia nacional; Desarrollo Personal y Social, entre las que se incluyen habilidades socioemocionales; y Autonomía Curricular, que da a comunidades escolares la oportunidad de definir una parte del currículo, según sus intereses y necesidades.

Sin embargo, existen por igual medidas más controvertidas como las estrictas normas respecto a las faltas de docentes y estudiantes, en dónde ahora es incluso posible, que si un niño de pre escolar o de primero de primaria, no cumple con el 80% de asistencias, éste termine reprobando el curso escolar, situación que era impensable en el antiguo modelo.

El nuevo modelo educativo parece haber nacido con caducidad anunciada. Si bien, el próximo titular de educación, Estaban Moctezuma, ha dicho que la transformación no se tratará de una reforma, sino de una estrategia de política pública, es altamente probable que el nuevo gobierno enfoque muchos de esos cambios a compromisos de campaña con grupos específicos ligados al sector magisterial.

Los más de 19 mil docentes y personal capacitados, sumados a los más de 49 mil millones de pesos invertidos en 7 programas centrales para la operación de la reforma educativa, han sido una gran apuesta de gasto público que podrían nunca ver sus resultados concretos.

Sin embargo, no hay que olvidar que el proceso legislativo por el que se aprobó la reforma educativa fue un proyecto logrado en disenso. Los escasos resultados, y las grandes expectativas generadas por más de 2 mil millones de pesos en gastos publicitarios, han dejado esa sensación de que el cambio es urgente y necesario, pero que no podemos construir una nueva política pública educativa desde cero, sino que debemos antes, tratar de identificar aciertos y áreas de oportunidad para aprovechar lo invertido.

Aún se vislumbra complejo que en 6 años, México erradique de raíz las múltiples causas que generan el rezago educativo, sin embargo es urgente una transformación que culmine en la tan anhelada mejora educativa. A pesar de ellos, antes de recorrer ese camino es indispensable contar con diagnósticos precisos y rutas claras. Quizá el primero reto será encontrar una estrategia para procesar esta transición, en la que muchos alumnos, habrán pasado hasta por 3 modelos educativos distintos sin si quiera haber salido de la educación básica.


A una semana del regreso a clases de casi 37 millones de alumnos de escuelas públicas y privadas en todo el país; la primera fase del nuevo modelo educativo ha iniciado. Sin embargo, el futuro de esta nueva fase educativa es incierto, pues la administración entrante ha dejado en claro que echará abajo la reforma en la materia, y abrirá una serie de 32 foros por todo México para diseñar una nueva estrategia. Padres de familia y estudiantes permanecemos a la expectativa de los posibles ajustes.

El Banco Mundial ha señalado que en México, más de la mitad de la población adulta cuenta apenas con educación secundaria, por lo que la media educativa nacional es de apenas 12 años, lo que nos convierte en el país con peor desempeño en el aprendizaje de ciencias, lectura y matemáticas de entre los países de la OCDE.

Aunque derivado de la reforma educativa, se han gastado en los últimos años, más de 50 mil millones de pesos en mejorar la infraestructura educativa, paradójicamente, México continúa siendo el miembro de la OCDE que menos gasta por estudiante, pues el gasto promedio por alumno continúa cercano a los 3200 dólares anuales, mientras la media en el resto de los países es de más de 15 mil dólares.

El nuevo modelo contempla tres componentes: Formación académica, que consiste en las asignaturas de observancia nacional; Desarrollo Personal y Social, entre las que se incluyen habilidades socioemocionales; y Autonomía Curricular, que da a comunidades escolares la oportunidad de definir una parte del currículo, según sus intereses y necesidades.

Sin embargo, existen por igual medidas más controvertidas como las estrictas normas respecto a las faltas de docentes y estudiantes, en dónde ahora es incluso posible, que si un niño de pre escolar o de primero de primaria, no cumple con el 80% de asistencias, éste termine reprobando el curso escolar, situación que era impensable en el antiguo modelo.

El nuevo modelo educativo parece haber nacido con caducidad anunciada. Si bien, el próximo titular de educación, Estaban Moctezuma, ha dicho que la transformación no se tratará de una reforma, sino de una estrategia de política pública, es altamente probable que el nuevo gobierno enfoque muchos de esos cambios a compromisos de campaña con grupos específicos ligados al sector magisterial.

Los más de 19 mil docentes y personal capacitados, sumados a los más de 49 mil millones de pesos invertidos en 7 programas centrales para la operación de la reforma educativa, han sido una gran apuesta de gasto público que podrían nunca ver sus resultados concretos.

Sin embargo, no hay que olvidar que el proceso legislativo por el que se aprobó la reforma educativa fue un proyecto logrado en disenso. Los escasos resultados, y las grandes expectativas generadas por más de 2 mil millones de pesos en gastos publicitarios, han dejado esa sensación de que el cambio es urgente y necesario, pero que no podemos construir una nueva política pública educativa desde cero, sino que debemos antes, tratar de identificar aciertos y áreas de oportunidad para aprovechar lo invertido.

Aún se vislumbra complejo que en 6 años, México erradique de raíz las múltiples causas que generan el rezago educativo, sin embargo es urgente una transformación que culmine en la tan anhelada mejora educativa. A pesar de ellos, antes de recorrer ese camino es indispensable contar con diagnósticos precisos y rutas claras. Quizá el primero reto será encontrar una estrategia para procesar esta transición, en la que muchos alumnos, habrán pasado hasta por 3 modelos educativos distintos sin si quiera haber salido de la educación básica.