/ martes 9 de noviembre de 2021

Cáncer de mama: culpa y desgaste

por Itzel Nicté Uc


Lucila González era una mujer muy chispeante y luminosa, le gustaban las fotografías, pintarse el cabello y remarcar un lunar que tenía cerca de la boca, así la recuerda su esposo Miguel. Cuando el cáncer de mamá llegó a sus vidas, las cosas cambiaron.

Miguel Ángel Rosales recuerda a su esposa con cariño. Fue el cáncer de mama detectado a destiempo lo que la alejó de su lado. Él es originario de la Ciudad de México y cnoció a su difunta esposa en 1993. Ella se llamaba Lucila González y era originaria de Zapopan, Jalisco. En 1996 contrajeron nupcias.

Lucila detectó una bola en su seno izquierdo y acudió a atenderse con médicos privados recomendados por su cuñado. Lamentablemente, dichos médicos no hicieron el diagnóstico de la enfermedad a tiempo, a pesar de haberle realizado biopsias y otros estudios médicos.

El diagnóstico del cáncer llegó un par de años después, cuando acudió a atenderse en el ISSSTE. Es probable que, si los médicos especialistas del sector privado que Lucila visitó con anterioridad hubieran detectado la enfermedad, su lucha contra el cáncer hubiera dado mejores resultados. Lamentablemente, no fue así.

Lo que más le dolió a Lucia fue cortarse el cabello “Ella amaba mucho su cabello. Yo le decía ‘tienes que cortártelo, más vale de una vez para que estés bien. Después te va a crecer’ pero a ella le dolía mucho eso”, contó su esposo.

Con las quimioterapias y el tratamiento, también vino el deterioro físico. Estaban terminando de construir una casa. Ella seguía trabajando. Miguel trabajaba de forma intermitente, ya que estaba al pendiente del cuidado de sus hijos.

Miguel Ángel Rosales recuerda que el acompañamiento de la lucha contra el cáncer de su esposa fue difícil y desgastante. Fue él quien se convirtió en su cuidador, y cuenta que tuvo que aprender y comprender muchas cosas sobre la enfermedad; el proceso de aceptación fue particularmente difícil.

En el proceso pueden darse la negación y sentimientos de culpa. “¿Por qué yo?”, “¿qué está pasando ahora?”, “¿por qué ahora que estamos en la casa y tenemos dos niños?” son algunas de las preguntas que Miguel se hacía.

Convertirse en el compañero de batalla de Lucila no fue una decisión sencilla. Miguel llegó a presentar sentimientos de culpa, al pensar que quizá él había sido el detonante de la enfermedad de su esposa.

“Es muy duro para las personas que acompañan. Yo no dormía bien. Estaba al pendiente de que ella estuviera cómoda y limpia. Yo hacía todo lo de la casa” cuenta Miguel. “Hoy en día sé que tomé la mejor decisión, pero fue muy doloroso”, afirmó.

Lucila perdió la batalla contra el cáncer, una guerra en la que el dolor estaba siempre presente. Tras la muerte de su esposa, Miguel se dedicó a los trabajos de cuidado del hogar y de crianza, un rol que socialmente se le atribuye a las mujeres. Esto no representó un conflicto para él. Aunque no le importaban los comentarios machistas que pudieran hacer sobre su rol de cuidador, confiesa que las lágrimas si se las reservó para los momentos de privacidad.

“Aún duele, pero ya es menos”, aseguró Miguel.

A pesar de que la Norma Oficial Mexicana 041-SSA2-201 recomienda que las mujeres entre 40 y 69 años se realicen la mastografía cada dos años, la cobertura a nivel nacional es insuficiente (20%) para contribuir con la disminución de la mortalidad, según informa el INSP.

Como Lucila, existen miles de mujeres cuya detección tardía de la enfermedad empeoró las posibilidades de vencer a la enfermedad, cuestión que demuestra la necesidad de continuar impulsando campañas de prevención del cáncer de mama con base en la autoexploración mamaria y la mastografía, en un país donde los datos de morbilidad y mortalidad por cáncer de mama continúan a la alza.

De acuerdo con el Instituto Nacional del Seguro Popular (INSP) la detección tardía del cáncer de mama es una de las principales problemáticas en México, donde en los últimos años el número de muertes causadas por esta enfermedad ha aumentado de forma alarmante, principalmente por el retraso en el inicio del tratamiento, ya sea por la tardanza en la búsqueda de atención médica luego de que una mujer presenta un posible síntoma de cáncer de mama, o por la demora en el sistema de salud, particularmente al dar el diagnóstico definitivo.

En México, el cáncer de mama representa la primera causa de muerte por cáncer en las mujeres. En los últimos años el registro de decesos por dicha enfermedad ha aumentado de forma alarmante. Se trata de una enfermedad terminal que afecta física y emocionalmente no sólo a las mujeres que la padecen sino también a sus cuidadores, de acuerdo con la American Cáncer Society.

La enfermedad no sólo la afectó a ella, también a quienes estaban cerca. Esta enfermedad no sólo afecta a las pacientes, también a las personas que las acompañan y les cuidan, como los familiares y amigos que también se enfrentan al desgaste físico y emocional que representa lidiar con la enfermedad.

Colaboración compartida por La Cadera de Eva


por Itzel Nicté Uc


Lucila González era una mujer muy chispeante y luminosa, le gustaban las fotografías, pintarse el cabello y remarcar un lunar que tenía cerca de la boca, así la recuerda su esposo Miguel. Cuando el cáncer de mamá llegó a sus vidas, las cosas cambiaron.

Miguel Ángel Rosales recuerda a su esposa con cariño. Fue el cáncer de mama detectado a destiempo lo que la alejó de su lado. Él es originario de la Ciudad de México y cnoció a su difunta esposa en 1993. Ella se llamaba Lucila González y era originaria de Zapopan, Jalisco. En 1996 contrajeron nupcias.

Lucila detectó una bola en su seno izquierdo y acudió a atenderse con médicos privados recomendados por su cuñado. Lamentablemente, dichos médicos no hicieron el diagnóstico de la enfermedad a tiempo, a pesar de haberle realizado biopsias y otros estudios médicos.

El diagnóstico del cáncer llegó un par de años después, cuando acudió a atenderse en el ISSSTE. Es probable que, si los médicos especialistas del sector privado que Lucila visitó con anterioridad hubieran detectado la enfermedad, su lucha contra el cáncer hubiera dado mejores resultados. Lamentablemente, no fue así.

Lo que más le dolió a Lucia fue cortarse el cabello “Ella amaba mucho su cabello. Yo le decía ‘tienes que cortártelo, más vale de una vez para que estés bien. Después te va a crecer’ pero a ella le dolía mucho eso”, contó su esposo.

Con las quimioterapias y el tratamiento, también vino el deterioro físico. Estaban terminando de construir una casa. Ella seguía trabajando. Miguel trabajaba de forma intermitente, ya que estaba al pendiente del cuidado de sus hijos.

Miguel Ángel Rosales recuerda que el acompañamiento de la lucha contra el cáncer de su esposa fue difícil y desgastante. Fue él quien se convirtió en su cuidador, y cuenta que tuvo que aprender y comprender muchas cosas sobre la enfermedad; el proceso de aceptación fue particularmente difícil.

En el proceso pueden darse la negación y sentimientos de culpa. “¿Por qué yo?”, “¿qué está pasando ahora?”, “¿por qué ahora que estamos en la casa y tenemos dos niños?” son algunas de las preguntas que Miguel se hacía.

Convertirse en el compañero de batalla de Lucila no fue una decisión sencilla. Miguel llegó a presentar sentimientos de culpa, al pensar que quizá él había sido el detonante de la enfermedad de su esposa.

“Es muy duro para las personas que acompañan. Yo no dormía bien. Estaba al pendiente de que ella estuviera cómoda y limpia. Yo hacía todo lo de la casa” cuenta Miguel. “Hoy en día sé que tomé la mejor decisión, pero fue muy doloroso”, afirmó.

Lucila perdió la batalla contra el cáncer, una guerra en la que el dolor estaba siempre presente. Tras la muerte de su esposa, Miguel se dedicó a los trabajos de cuidado del hogar y de crianza, un rol que socialmente se le atribuye a las mujeres. Esto no representó un conflicto para él. Aunque no le importaban los comentarios machistas que pudieran hacer sobre su rol de cuidador, confiesa que las lágrimas si se las reservó para los momentos de privacidad.

“Aún duele, pero ya es menos”, aseguró Miguel.

A pesar de que la Norma Oficial Mexicana 041-SSA2-201 recomienda que las mujeres entre 40 y 69 años se realicen la mastografía cada dos años, la cobertura a nivel nacional es insuficiente (20%) para contribuir con la disminución de la mortalidad, según informa el INSP.

Como Lucila, existen miles de mujeres cuya detección tardía de la enfermedad empeoró las posibilidades de vencer a la enfermedad, cuestión que demuestra la necesidad de continuar impulsando campañas de prevención del cáncer de mama con base en la autoexploración mamaria y la mastografía, en un país donde los datos de morbilidad y mortalidad por cáncer de mama continúan a la alza.

De acuerdo con el Instituto Nacional del Seguro Popular (INSP) la detección tardía del cáncer de mama es una de las principales problemáticas en México, donde en los últimos años el número de muertes causadas por esta enfermedad ha aumentado de forma alarmante, principalmente por el retraso en el inicio del tratamiento, ya sea por la tardanza en la búsqueda de atención médica luego de que una mujer presenta un posible síntoma de cáncer de mama, o por la demora en el sistema de salud, particularmente al dar el diagnóstico definitivo.

En México, el cáncer de mama representa la primera causa de muerte por cáncer en las mujeres. En los últimos años el registro de decesos por dicha enfermedad ha aumentado de forma alarmante. Se trata de una enfermedad terminal que afecta física y emocionalmente no sólo a las mujeres que la padecen sino también a sus cuidadores, de acuerdo con la American Cáncer Society.

La enfermedad no sólo la afectó a ella, también a quienes estaban cerca. Esta enfermedad no sólo afecta a las pacientes, también a las personas que las acompañan y les cuidan, como los familiares y amigos que también se enfrentan al desgaste físico y emocional que representa lidiar con la enfermedad.

Colaboración compartida por La Cadera de Eva