/ viernes 19 de noviembre de 2021

Carbono azul

Del 1º al 12 de noviembre pasado, se realizó la Conferencia de las Partes de Cambio Climático (COP) 26 en Glasgow, con una expectativa muy alta, debida a la emergencia ambiental que se vive en el planeta. El problema del cambio climático es integral pues involucra temas de tipo ambiental, social y económico. Es decir, sus alcances son multisectoriales.

El punto de partida de la COP26 fue revisar el nivel de cumplimiento del Acuerdo de París (2015), con el objetivo de mantener la temperatura media del planeta por debajo de los 2OC con respecto a los niveles preindustriales. Al mismo tiempo, de evaluar la meta ideal que busca evitar el calentamiento global en 1.5 OC. Para alcanzar estas metas , sería necesario aumentar las contribuciones nacionalmente determinadas, con el fin de: integrar una hoja de ruta para desarrollar el plan de descarbonización, garantizar el cumplimiento del monto financiero de los cien mil millones de dólares para ayudar a los países en desarrollo a impulsar sus respectivos planes de adaptación, consensar el tema relacionado con la transparencia climática, así como las soluciones basadas en la naturaleza (SBN).

Con respecto al concepto de SBN, es fundamental resaltar la importancia de la agenda azul en el marco de cambio climático. Para ello es indispensable destacar diferentes opciones relacionadas con la conservación de los mares, no solo por su función principal de generador de oxígeno, sino también porque representa una posibilidad de sumidero de dióxido de carbono (CO2). Conservar los mares va de la mano con combatir el cambio climático. Estas estrategias son reconocidas como de “carbono azul”.

Los sumideros de carbono son depósitos naturales -océanos y bosques- que capturan el CO2 de la atmósfera y reducen así, la concentración de éste en el aire. Los océanos lo capturan a través de los corales, el plancton, las algas, algunas bacterias fotosintéticas, los peces, y los pastos marinos. El secuestro de carbono se hace a través de la fotosíntesis, es decir las especies vegetales absorben el CO2, almacenan parte del carbono y luego devuelven el oxígeno nuevamente a la atmósfera.

Al igual que los sumideros de carbono terrestres, los mares también tienen un límite y cuando éste se ve rebasado, se provoca la acidificación de los océanos. Este fenómeno implica una reducción del pH resultante de la absorción de dióxido de carbono, lo que provoca un impacto negativo en un amplio universo de especies de diversidad marina.

Comparando la misma extensión de conservación en zonas terrestres y oceánicas, los mares pueden secuestrar el carbón en mayor proporción.La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA) indica que “un manglar puede almacenar hasta 10 veces más carbono que la misma extensión en zona terrestre”. Por su parte, la organización Conservación Internacional (CI) señala que “además de que los pozos de carbono azul son el hábitat de una importante variedad de especies de biodiversidad, también ayudan a mantener la calidad del agua en las costas y son importantes sumideros de carbono”.

Lamentablemente desde la década de los 90´s las zonas costeras han experimentado una amenaza permanente, asociada al crecimiento poblacional, turístico y crecimiento de la flota de pesca industrial. Por esta razón, las externalidades generadas hoy son negativas y producto de la destrucción de estos sitios, en lugar de ser sumideros de CO2 , progresivamente se transforman en zonas donde se liberan grandes cantidades de dióxido de carbono. Cabe resaltar que restaurar del deterioro a estas zonas llevará mucho tiempo. No es nada sencillo recuperar el carbono que ya se había liberado a la atmósfera, como producto de la destrucción de ecosistemas.

Una vez que se tienen los sumideros de carbono azul, se deben plantear esquemas similares a lo que ya se hace en zonas terrestres, constituir mercados de bonos de carbono. A partir de acciones de este tipo, podrá obtenerse dinero y destinarse a incrementar las zonas de restauración de mangles, pastos marinos, humedales y biodiversidad marina. Para comprender la magnitud de lo que se puede lograr, sirva decir que cuando mueren las ballenas de gran tamaño (azul, franca, gris, jorobada), su masa corporal se hunde hasta el fondo marino. Cada ballena absorbe alrededor de 33 toneladas de CO2, con lo que se saca esa misma cantidad de carbono durante siglos de la atmósfera. Si lo comparamos con un árbol que absorbe máximo 22kg de CO2 anualmente, es evidente la trascendencia que tienen los océanos en esta materia.

Además del reconocimiento a la importancia de los mares respecto al cambio climático, señaladas, en la COP26, se acordó reducir las emisiones de carbono y trabajar en los sistemas de salud. Siendo que México tiene el doble de extensión en franja marina que en zonas terrestres, tenemos una verdadera ventana de oportunidad para apostarle a la conservación de los mares y su biodiversidad. La Comisión de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) tiene una gran responsabilidad y un enorme reto, que deben quedar contemplados en la Estrategia Nacional de Mares y Costas. Esto también deberá abonar positivamente en la Estrategia Nacional de Cambio Climático. Se avecina un nuevo y vibrante momento para los mares mexicanos.

Del 1º al 12 de noviembre pasado, se realizó la Conferencia de las Partes de Cambio Climático (COP) 26 en Glasgow, con una expectativa muy alta, debida a la emergencia ambiental que se vive en el planeta. El problema del cambio climático es integral pues involucra temas de tipo ambiental, social y económico. Es decir, sus alcances son multisectoriales.

El punto de partida de la COP26 fue revisar el nivel de cumplimiento del Acuerdo de París (2015), con el objetivo de mantener la temperatura media del planeta por debajo de los 2OC con respecto a los niveles preindustriales. Al mismo tiempo, de evaluar la meta ideal que busca evitar el calentamiento global en 1.5 OC. Para alcanzar estas metas , sería necesario aumentar las contribuciones nacionalmente determinadas, con el fin de: integrar una hoja de ruta para desarrollar el plan de descarbonización, garantizar el cumplimiento del monto financiero de los cien mil millones de dólares para ayudar a los países en desarrollo a impulsar sus respectivos planes de adaptación, consensar el tema relacionado con la transparencia climática, así como las soluciones basadas en la naturaleza (SBN).

Con respecto al concepto de SBN, es fundamental resaltar la importancia de la agenda azul en el marco de cambio climático. Para ello es indispensable destacar diferentes opciones relacionadas con la conservación de los mares, no solo por su función principal de generador de oxígeno, sino también porque representa una posibilidad de sumidero de dióxido de carbono (CO2). Conservar los mares va de la mano con combatir el cambio climático. Estas estrategias son reconocidas como de “carbono azul”.

Los sumideros de carbono son depósitos naturales -océanos y bosques- que capturan el CO2 de la atmósfera y reducen así, la concentración de éste en el aire. Los océanos lo capturan a través de los corales, el plancton, las algas, algunas bacterias fotosintéticas, los peces, y los pastos marinos. El secuestro de carbono se hace a través de la fotosíntesis, es decir las especies vegetales absorben el CO2, almacenan parte del carbono y luego devuelven el oxígeno nuevamente a la atmósfera.

Al igual que los sumideros de carbono terrestres, los mares también tienen un límite y cuando éste se ve rebasado, se provoca la acidificación de los océanos. Este fenómeno implica una reducción del pH resultante de la absorción de dióxido de carbono, lo que provoca un impacto negativo en un amplio universo de especies de diversidad marina.

Comparando la misma extensión de conservación en zonas terrestres y oceánicas, los mares pueden secuestrar el carbón en mayor proporción.La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA) indica que “un manglar puede almacenar hasta 10 veces más carbono que la misma extensión en zona terrestre”. Por su parte, la organización Conservación Internacional (CI) señala que “además de que los pozos de carbono azul son el hábitat de una importante variedad de especies de biodiversidad, también ayudan a mantener la calidad del agua en las costas y son importantes sumideros de carbono”.

Lamentablemente desde la década de los 90´s las zonas costeras han experimentado una amenaza permanente, asociada al crecimiento poblacional, turístico y crecimiento de la flota de pesca industrial. Por esta razón, las externalidades generadas hoy son negativas y producto de la destrucción de estos sitios, en lugar de ser sumideros de CO2 , progresivamente se transforman en zonas donde se liberan grandes cantidades de dióxido de carbono. Cabe resaltar que restaurar del deterioro a estas zonas llevará mucho tiempo. No es nada sencillo recuperar el carbono que ya se había liberado a la atmósfera, como producto de la destrucción de ecosistemas.

Una vez que se tienen los sumideros de carbono azul, se deben plantear esquemas similares a lo que ya se hace en zonas terrestres, constituir mercados de bonos de carbono. A partir de acciones de este tipo, podrá obtenerse dinero y destinarse a incrementar las zonas de restauración de mangles, pastos marinos, humedales y biodiversidad marina. Para comprender la magnitud de lo que se puede lograr, sirva decir que cuando mueren las ballenas de gran tamaño (azul, franca, gris, jorobada), su masa corporal se hunde hasta el fondo marino. Cada ballena absorbe alrededor de 33 toneladas de CO2, con lo que se saca esa misma cantidad de carbono durante siglos de la atmósfera. Si lo comparamos con un árbol que absorbe máximo 22kg de CO2 anualmente, es evidente la trascendencia que tienen los océanos en esta materia.

Además del reconocimiento a la importancia de los mares respecto al cambio climático, señaladas, en la COP26, se acordó reducir las emisiones de carbono y trabajar en los sistemas de salud. Siendo que México tiene el doble de extensión en franja marina que en zonas terrestres, tenemos una verdadera ventana de oportunidad para apostarle a la conservación de los mares y su biodiversidad. La Comisión de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) tiene una gran responsabilidad y un enorme reto, que deben quedar contemplados en la Estrategia Nacional de Mares y Costas. Esto también deberá abonar positivamente en la Estrategia Nacional de Cambio Climático. Se avecina un nuevo y vibrante momento para los mares mexicanos.