/ jueves 12 de noviembre de 2020

Carta cerrada al presidente López Obrador

Le llamo a mi artículo carta cerrada porque doy por descontado que como mi caso hay cientos, miles, millones, y que pasan desapercibidos y desatendidos por la autoridad, y que el Presidente no lo leerá; pasaré pues a ser parte de esos millones de que hablo. Soy una voz más. Pero tengo por lo menos esta tribuna y la de la cátedra universitaria donde enseño Derecho e investigo divulgando mi pensamiento en mis libros, conferencias, seminarios, simposios, etc.; siendo que hay voces sin el menor recurso o medio de divulgación y que se quedan como una voz en el desierto, aislada y desesperada ante el flagelo de la violencia e inseguridad que hay en México. Carta cerrada porque aunque es rígida está prácticamente destinada, digamos, al silencio oficial. No es divulgable sino tal vez solitaria. Así las cosas he sido víctima indirecta de un robo a mano armada en perjuicio de uno de mi hijos. Sucedió que el sábado pasado a las nueve de la noche detuvo su automóvil a la entrada de una farmacia situada en una avenida regularmente concurrida, hizo una compra y al salir fue despojado y encañonado por dos individuos con armas de fuego. Se consumó el robo y venturosamente mi hijo no opuso la menor resistencia. Ni qué decir tiene que un cúmulo de pensamientos recorrieron mi mente al enterarme de los hechos. Helos aquí. Sería imposible que hubiera un policía en cada esquina, ya que se necesitarían miles de policías, ni tampoco que hubieran las suficientes patrullas vigilando constantemente las calles y avenidas, las colonias. Y no digo en el Estado donde vivo sino en todos los Estados de la Federación, en México entero. Sería utópico. ¿Pero qué hacer si la inseguridad es creciente?

Ahora bien, junto con la inseguridad tenemos la pandemia que tomo como punto de referencia para recordar la insistencia con que las autoridades, en especial las federales -desde la cumbre hasta más abajo-, han insistido en que primero, en primerísimo lugar, está la vida, la integridad corporal y los atributos de la vida en sociedad: libertad, propiedad, seguridad jurídica y básicamente respeto a los derechos fundamentales. En ello, señor Presidente López Obrador, ha insistido usted hasta el cansancio. Y yo me digo, si la vida es tan importante, como lo es, por qué no se la prioriza, teniendo en cuenta pandemia, violencia e inseguridad muy por encima de otros problemas ingentes del cuerpo social. Primero la vida in extenso ya que estamos en un verdadero estado de emergencia, pues sin vida no hay progreso económico alguno, ni político, ni de ninguna clase. Sin vida no hay nada de lo que conocemos en este mundo, y sin ella no estaría usted donde está, señor Presidente. Debe usted atender la inseguridad y violencia como un compromiso moral de primer orden. Debe usted dejarlo todo y empezar con esa atención. La sociedad que usted gobierna está seriamente enferma, lo que usted no debe ignorar. Usted no va al mercado a hacer compras, ni tampoco a los comercios. Y si va doy por descontado que lo acompaña una escolta, aunque discreta pero segurísima. Nosotros, la mayoría, sí vamos. Y si usted no hace nada al respecto nos iremos acostumbrando a vivir en el fango y allí nos hundiremos. Comience por el número uno, señor Presidente López Obrador, y aunque mi carta sea cerrada sepa que sin atender el número uno el resto de la numeración se quiebra. No gobierna usted un país en situación normal, ni por la pandemia ni por la inseguridad que nos azota. Tiene usted una oportunidad de oro para salvar a su país y salvarse a sí mismo.

Profesor Emérito de la UNAM

Sígueme en Twitter: @RaulCarranca

Y Facebook: www.facebook.com/despacho.raulcarranca

Le llamo a mi artículo carta cerrada porque doy por descontado que como mi caso hay cientos, miles, millones, y que pasan desapercibidos y desatendidos por la autoridad, y que el Presidente no lo leerá; pasaré pues a ser parte de esos millones de que hablo. Soy una voz más. Pero tengo por lo menos esta tribuna y la de la cátedra universitaria donde enseño Derecho e investigo divulgando mi pensamiento en mis libros, conferencias, seminarios, simposios, etc.; siendo que hay voces sin el menor recurso o medio de divulgación y que se quedan como una voz en el desierto, aislada y desesperada ante el flagelo de la violencia e inseguridad que hay en México. Carta cerrada porque aunque es rígida está prácticamente destinada, digamos, al silencio oficial. No es divulgable sino tal vez solitaria. Así las cosas he sido víctima indirecta de un robo a mano armada en perjuicio de uno de mi hijos. Sucedió que el sábado pasado a las nueve de la noche detuvo su automóvil a la entrada de una farmacia situada en una avenida regularmente concurrida, hizo una compra y al salir fue despojado y encañonado por dos individuos con armas de fuego. Se consumó el robo y venturosamente mi hijo no opuso la menor resistencia. Ni qué decir tiene que un cúmulo de pensamientos recorrieron mi mente al enterarme de los hechos. Helos aquí. Sería imposible que hubiera un policía en cada esquina, ya que se necesitarían miles de policías, ni tampoco que hubieran las suficientes patrullas vigilando constantemente las calles y avenidas, las colonias. Y no digo en el Estado donde vivo sino en todos los Estados de la Federación, en México entero. Sería utópico. ¿Pero qué hacer si la inseguridad es creciente?

Ahora bien, junto con la inseguridad tenemos la pandemia que tomo como punto de referencia para recordar la insistencia con que las autoridades, en especial las federales -desde la cumbre hasta más abajo-, han insistido en que primero, en primerísimo lugar, está la vida, la integridad corporal y los atributos de la vida en sociedad: libertad, propiedad, seguridad jurídica y básicamente respeto a los derechos fundamentales. En ello, señor Presidente López Obrador, ha insistido usted hasta el cansancio. Y yo me digo, si la vida es tan importante, como lo es, por qué no se la prioriza, teniendo en cuenta pandemia, violencia e inseguridad muy por encima de otros problemas ingentes del cuerpo social. Primero la vida in extenso ya que estamos en un verdadero estado de emergencia, pues sin vida no hay progreso económico alguno, ni político, ni de ninguna clase. Sin vida no hay nada de lo que conocemos en este mundo, y sin ella no estaría usted donde está, señor Presidente. Debe usted atender la inseguridad y violencia como un compromiso moral de primer orden. Debe usted dejarlo todo y empezar con esa atención. La sociedad que usted gobierna está seriamente enferma, lo que usted no debe ignorar. Usted no va al mercado a hacer compras, ni tampoco a los comercios. Y si va doy por descontado que lo acompaña una escolta, aunque discreta pero segurísima. Nosotros, la mayoría, sí vamos. Y si usted no hace nada al respecto nos iremos acostumbrando a vivir en el fango y allí nos hundiremos. Comience por el número uno, señor Presidente López Obrador, y aunque mi carta sea cerrada sepa que sin atender el número uno el resto de la numeración se quiebra. No gobierna usted un país en situación normal, ni por la pandemia ni por la inseguridad que nos azota. Tiene usted una oportunidad de oro para salvar a su país y salvarse a sí mismo.

Profesor Emérito de la UNAM

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