/ lunes 8 de noviembre de 2021

Ceguera de taller o de soberbia

El presidente Andrés Manuel López Obrador se ha caracterizado por tener un rol protagónico en la política mexicana en los últimos años, lo preocupante es que para muchas personas (incluso creo que para él mismo) dejó de ser un hombre y se convirtió en un símbolo distorsionado de la realidad.

La admiración propia y de sus seguidores llega a tal grado que se ha puesto a la misma altura de personajes como Benito Juárez y denominó a su movimiento “la cuarta transformación” porque desde su perspectiva no ha habido otro cambio más grande desde la revolución mexicana.

Los verdaderos líderes no piden atención a gritos, sino que permiten que sus actos hablen por ellos mismos. Recientemente el presidente puso en ridículo a nuestro país ante la comunidad internacional al afirmar que 105 países se reunieron en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático inspirados en la propuesta del mandatario mexicano “Sembrando vida” para plantear un plan de reforestación mundial que permita alcanzar la Agenda 2030.

Por si no fuera suficiente acusar de plagio literalmente a medio mundo, se atrevió a decir que solo participan en estas cumbres por moda y solo usan la defensa del ambiente como discurso, mientras que los jefes de estado neoliberales viajan en aviones de lujo, o plantean incrementar la extracción de petróleo.

Quizá al presidente se le olvida que su gobierno invertirá casi 9 mil millones de dólares en la construcción de una nueva refinería, precisamente para aumentar la obtención del llamado oro negro; por su visión tan corta, ideas arcaicas y más que otra cosa, su necedad, le impiden reconocer que esto es más un capricho personal que un beneficio para las y los mexicanos.

Y es que, pareciera ser que AMLO hoy está cegado por la soberbia, pues a pesar de los múltiples señalamientos, cuestionamientos y datos que refutan sus dichos, él se empeña en decir que le asiste la razón.

No obstante, de acuerdo con el Instituto de Recursos mundiales, WRI (por sus cifras en inglés) derivado de una primera evaluación del programa se llegó a dos conclusiones importantes: La primera, no se trata de un programa con perspectiva ambiental, sino económica, pues plantea inyectar recursos en las zonas rurales más pobres del país; en segundo lugar, contrario a lo que se esperaba, pareciera ser que el programa más bien está teniendo un efecto negativo en materia ambiental.

Lo anterior se debe a que el programa, por como está planteado, podría haber incentivado una pérdida de coberturas forestales de 72.830 hectáreas durante 2019, que fue precisamente su primer año de operación, ya que según reportan diversas asociaciones ambientalistas, hay campesinos que deforestan sus tierras para inscribirlas en el programa y recibir los beneficios económicos, es decir, se causa un daño ambiental al querer combatir otro, como dirían las abuelitas: salió más caro el remedio que la enfermedad.

Naturalmente, la favorita del presidente para sentarse en palacio nacional después de él tiene que seguir la misma escuela, hacer méritos para ganarse con el sudor de su frente y a costa de los capitalinos la venia de su ascendiente político.

Algunos ejemplos de esto son los múltiples cambios de uso de suelo que se han impulsado y hasta gestionado desde gobierno central para aumentar las construcciones en la ciudad, sumando más metros cuadrados de concreto sin un planteamiento claro de impulso a las áreas verdes; o bien: la reducción en los criterios de sustentabilidad de vivienda social en la recientemente modificada Norma 26.

Hoy ambos personajes tienen algo en común, están tan ensimismados en sus objetivos políticos que con incapaces de dar un paso atrás, evaluar sus actos y reconocer que han tenido errores, pero definitivamente este no es un caso de ceguera de taller, más bien parece ceguera de soberbia, pues poco a poco regresamos a los tiempos en que nada ni nadie se encontraba más allá del designio presidencial.

El presidente Andrés Manuel López Obrador se ha caracterizado por tener un rol protagónico en la política mexicana en los últimos años, lo preocupante es que para muchas personas (incluso creo que para él mismo) dejó de ser un hombre y se convirtió en un símbolo distorsionado de la realidad.

La admiración propia y de sus seguidores llega a tal grado que se ha puesto a la misma altura de personajes como Benito Juárez y denominó a su movimiento “la cuarta transformación” porque desde su perspectiva no ha habido otro cambio más grande desde la revolución mexicana.

Los verdaderos líderes no piden atención a gritos, sino que permiten que sus actos hablen por ellos mismos. Recientemente el presidente puso en ridículo a nuestro país ante la comunidad internacional al afirmar que 105 países se reunieron en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático inspirados en la propuesta del mandatario mexicano “Sembrando vida” para plantear un plan de reforestación mundial que permita alcanzar la Agenda 2030.

Por si no fuera suficiente acusar de plagio literalmente a medio mundo, se atrevió a decir que solo participan en estas cumbres por moda y solo usan la defensa del ambiente como discurso, mientras que los jefes de estado neoliberales viajan en aviones de lujo, o plantean incrementar la extracción de petróleo.

Quizá al presidente se le olvida que su gobierno invertirá casi 9 mil millones de dólares en la construcción de una nueva refinería, precisamente para aumentar la obtención del llamado oro negro; por su visión tan corta, ideas arcaicas y más que otra cosa, su necedad, le impiden reconocer que esto es más un capricho personal que un beneficio para las y los mexicanos.

Y es que, pareciera ser que AMLO hoy está cegado por la soberbia, pues a pesar de los múltiples señalamientos, cuestionamientos y datos que refutan sus dichos, él se empeña en decir que le asiste la razón.

No obstante, de acuerdo con el Instituto de Recursos mundiales, WRI (por sus cifras en inglés) derivado de una primera evaluación del programa se llegó a dos conclusiones importantes: La primera, no se trata de un programa con perspectiva ambiental, sino económica, pues plantea inyectar recursos en las zonas rurales más pobres del país; en segundo lugar, contrario a lo que se esperaba, pareciera ser que el programa más bien está teniendo un efecto negativo en materia ambiental.

Lo anterior se debe a que el programa, por como está planteado, podría haber incentivado una pérdida de coberturas forestales de 72.830 hectáreas durante 2019, que fue precisamente su primer año de operación, ya que según reportan diversas asociaciones ambientalistas, hay campesinos que deforestan sus tierras para inscribirlas en el programa y recibir los beneficios económicos, es decir, se causa un daño ambiental al querer combatir otro, como dirían las abuelitas: salió más caro el remedio que la enfermedad.

Naturalmente, la favorita del presidente para sentarse en palacio nacional después de él tiene que seguir la misma escuela, hacer méritos para ganarse con el sudor de su frente y a costa de los capitalinos la venia de su ascendiente político.

Algunos ejemplos de esto son los múltiples cambios de uso de suelo que se han impulsado y hasta gestionado desde gobierno central para aumentar las construcciones en la ciudad, sumando más metros cuadrados de concreto sin un planteamiento claro de impulso a las áreas verdes; o bien: la reducción en los criterios de sustentabilidad de vivienda social en la recientemente modificada Norma 26.

Hoy ambos personajes tienen algo en común, están tan ensimismados en sus objetivos políticos que con incapaces de dar un paso atrás, evaluar sus actos y reconocer que han tenido errores, pero definitivamente este no es un caso de ceguera de taller, más bien parece ceguera de soberbia, pues poco a poco regresamos a los tiempos en que nada ni nadie se encontraba más allá del designio presidencial.