/ jueves 14 de noviembre de 2019

Celibato y sínodo amazónico

VER

De entre los que poco conocen los procesos en nuestra Iglesia, unos están preocupados por la propuesta del reciente Sínodo para la Amazonía de poder ordenar sacerdotes a hombres casados, y otros la celebran, porque dicen que es el inicio de la abolición del celibato para los sacerdotes de rito latino. Analicemos esto.

La propuesta, en caso de ser aceptada por el Papa, no tendría valor universal, sino sólo para esa región amazónica. Si alguien se imagina que, aceptándola, se abriría el camino en todo el mundo, no necesariamente sería así. Desde tiempos de Paulo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI, se han hecho excepciones para casos determinados, y no por ello se ha abolido el celibato obligatorio.

Si otros insisten en que es necesario abolir esta ley para que no haya más sacerdotes pederastas, no saben lo que dicen, pues hay muchísimos más casos de ese delito en la propia familia, en el magisterio y en otros ambientes.

Por otra parte, algunos, incluso obispos, han afirmado que el celibato es inconcebible en las culturas indígenas, pues en ellas sólo a casados se confían cargos importantes en la comunidad. Eso se podría afirmar quizá hace años; hoy todo ha cambiado: también solteros indígenas reciben cargos en sus comunidades. Además, los indígenas nos aprecian y nos respetan mucho también por nuestro celibato, pues estamos totalmente consagrados a Dios y a ellos.

Jesús afirmó que nadie comprende la renuncia al matrimonio por el Reino de Dios, si no es por gracia, por un regalo especial de Dios. El celibato era incomprensible para judíos, griegos y romanos, como lo es hoy para italianos, españoles, franceses, alemanes, chinos, japoneses, mexicanos, etc. Yo ordené a quince sacerdotes indígenas y nadie se opuso al celibato, ni alegó obstáculos culturales. Entre los más de 60 seminaristas que teníamos, la mayoría indígenas, nadie me pidió exentarlo de esa norma. De los más de 400 diáconos permanentes, todos casados, nadie solicitó ser ordenado sacerdote. Los indígenas tienen los problemas normales que tenemos los demás en este asunto. No faltan casos de sacerdotes indígenas que sean infieles a esta consagración voluntaria, pero no son más que los de culturas no indígenas.

PENSAR

Jesús afirma: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre, y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo... Les aseguro que si no comen la carne y beben la sangre del Hijo del hombre, no tendrán vida en ustedes. Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día» (Jn 6,51-54).

Sin Eucaristía, no se puede vivir, no se puede construir una comunidad cristiana. Y para que haya este alimento de vida eterna, se requieren sacerdotes. El celibato es preciosísimo y no se debe perder; pero es más importante la Eucaristía. Si la única forma de que haya Eucaristía es que se ordenen sacerdotes a hombres casados, primero está la Eucaristía. Sin celibato se puede vivir; sin Eucaristía no se puede vivir.

Sin embargo, nuestra experiencia en la selva chiapaneca me inclina a opinar que no hace falta dar ese paso, sino promover más las vocaciones celibatarias, ordenar indígenas casados como diáconos permanentes y nombrar más ministros de la Comunión. Con pocos sacerdotes, se puede alimentar eucarísticamente a las comunidades. Pero advirtamos que la región amazónica tiene limitaciones que entre nosotros se han superado.

ACTUAR

Oremos al Espíritu Santo, para que ilumine al Papa y se tomen las decisiones más pertinentes, teniendo en cuenta que la salvación de las almas es la suprema ley.

Obispo Emérito de SCLC

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De entre los que poco conocen los procesos en nuestra Iglesia, unos están preocupados por la propuesta del reciente Sínodo para la Amazonía de poder ordenar sacerdotes a hombres casados, y otros la celebran, porque dicen que es el inicio de la abolición del celibato para los sacerdotes de rito latino. Analicemos esto.

La propuesta, en caso de ser aceptada por el Papa, no tendría valor universal, sino sólo para esa región amazónica. Si alguien se imagina que, aceptándola, se abriría el camino en todo el mundo, no necesariamente sería así. Desde tiempos de Paulo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI, se han hecho excepciones para casos determinados, y no por ello se ha abolido el celibato obligatorio.

Si otros insisten en que es necesario abolir esta ley para que no haya más sacerdotes pederastas, no saben lo que dicen, pues hay muchísimos más casos de ese delito en la propia familia, en el magisterio y en otros ambientes.

Por otra parte, algunos, incluso obispos, han afirmado que el celibato es inconcebible en las culturas indígenas, pues en ellas sólo a casados se confían cargos importantes en la comunidad. Eso se podría afirmar quizá hace años; hoy todo ha cambiado: también solteros indígenas reciben cargos en sus comunidades. Además, los indígenas nos aprecian y nos respetan mucho también por nuestro celibato, pues estamos totalmente consagrados a Dios y a ellos.

Jesús afirmó que nadie comprende la renuncia al matrimonio por el Reino de Dios, si no es por gracia, por un regalo especial de Dios. El celibato era incomprensible para judíos, griegos y romanos, como lo es hoy para italianos, españoles, franceses, alemanes, chinos, japoneses, mexicanos, etc. Yo ordené a quince sacerdotes indígenas y nadie se opuso al celibato, ni alegó obstáculos culturales. Entre los más de 60 seminaristas que teníamos, la mayoría indígenas, nadie me pidió exentarlo de esa norma. De los más de 400 diáconos permanentes, todos casados, nadie solicitó ser ordenado sacerdote. Los indígenas tienen los problemas normales que tenemos los demás en este asunto. No faltan casos de sacerdotes indígenas que sean infieles a esta consagración voluntaria, pero no son más que los de culturas no indígenas.

PENSAR

Jesús afirma: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre, y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo... Les aseguro que si no comen la carne y beben la sangre del Hijo del hombre, no tendrán vida en ustedes. Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día» (Jn 6,51-54).

Sin Eucaristía, no se puede vivir, no se puede construir una comunidad cristiana. Y para que haya este alimento de vida eterna, se requieren sacerdotes. El celibato es preciosísimo y no se debe perder; pero es más importante la Eucaristía. Si la única forma de que haya Eucaristía es que se ordenen sacerdotes a hombres casados, primero está la Eucaristía. Sin celibato se puede vivir; sin Eucaristía no se puede vivir.

Sin embargo, nuestra experiencia en la selva chiapaneca me inclina a opinar que no hace falta dar ese paso, sino promover más las vocaciones celibatarias, ordenar indígenas casados como diáconos permanentes y nombrar más ministros de la Comunión. Con pocos sacerdotes, se puede alimentar eucarísticamente a las comunidades. Pero advirtamos que la región amazónica tiene limitaciones que entre nosotros se han superado.

ACTUAR

Oremos al Espíritu Santo, para que ilumine al Papa y se tomen las decisiones más pertinentes, teniendo en cuenta que la salvación de las almas es la suprema ley.

Obispo Emérito de SCLC