/ miércoles 20 de julio de 2022

Centenario de Luis Echeverría 

El 22 de agosto de 1968, 40 días antes de los sucesos del 2 de octubre en Tlatelolco, el secretario de Gobernación anunciaba en alocución radiofónica el comienzo de las pláticas del gobiernol con los integrantes del comité de huelga que mantenía en paro a 250 mil estudiantes desde meses atrás. El secretario Luis Echeverría adelantaba que funcionarios de diversas dependencias iniciarían desde luego diálogos con las organizaciones participantes en el conflicto y reconocía que los jóvenes representaban las demandas de la sociedad en busca de profundos cambios en la vida del país.

Al día siguiente, 23 de agosto, los miembros del Consejo General de Huelga y de otras organizaciones estudiantiles sostuvieron una larga reunión con acaloradas discusiones de las que en principio se aceptaban las propuestas del día anterior hechas por el secretario de Gobernación a condición, se dijo, de que las pláticas y negociaciones se desarrollaran de manera pública. Uno de los dirigentes del Consejo General de Huelga, Gilberto Guevara Niebla, afirma que de haberse dado ese diálogo la democracia habría llegado tempranamente y el país se habría ahorrado infinitos problemas. Guevara Niebla explica cómo prevalecían en el Consejo diferencias de opinión de miembros que se oponían a la realización de las pláticas con el argumento de que, teniendo en las manos la victoria de la huelga, no debían ceder ese triunfo al gobierno. Finalmente, a nombre del Consejo, Tomás Cervantes Cabeza de Vaca anunciaba el rechazo al ofrecimiento del Gobierno Federal y a las pláticas que ya se habían concertado con funcionarios. Se cerraba así la oportunidad, cierta y concreta de solucionar el conflicto mediante el diálogo para la atención de los seis puntos del pliego petitorio que serían tomados en cuenta no obstante que en ninguno de ellos había planteamientos de cambios políticos y sociales o reivindicaciones en favor de las clases populares.

Los hechos de esos días y otras circunstancias desmienten parte de las acusaciones que desde entonces se hicieron a Luis Echeverría, futuro presidente de México, tanto en lo que se refiere a octubre de 1968 como a los acontecimientos de los primeros años de su gobierno. El propio presidente de la República, Gustavo Díaz Ordaz, asumió ante la Nación en dos ocasiones la responsabilidad moral y política de los sucesos de octubre. El secretario de la Defensa, general Marcelino García Barragán, en autoentrevista cuya veracidad jamás fue desmentida manifestó claramente que él y sólo él, sin intervención de nadie más, acató las órdenes que sólo podía dar el presidente de la República. Específicamente García Barragán rechaza todo señalamiento de responsabilidad o corresponsabilidad del secretario Luis Echeverría en las órdenes cumplidas por el Ejército.

En los días siguientes al fallecimiento de Luis Echeverría, a los 100 años de edad, hay opiniones encontradas lo mismo en cuanto a los hechos del 2 de octubre de 1968 que al enfrentamiento entre grupos políticos y la policía el 10 de junio de 1971 y a la serie de los ocurridos en los años siguientes con la intervención de las fuerzas del orden llamada la guerra sucia. Abundan los artículos y los análisis de opinión que señalan a Luis Echeverría como responsable de una represión durante su gobierno contra grupos que sólo en forma tangencial y lejana tuvieron una relación con octubre de 1968. Horas después del enfrentamiento del 10 de junio en el que en semanas posteriores se reconoció la muerte de 12 personas, cuyos nombres nunca se dijeron, el presidente Echeverría cesó en sus funciones al entonces jefe del Departamento del Distrito Federal, Alfonso Martínez Domínguez. En cuanto a la llamada guerra sucia es claro que grupos radicales de diferente extracción y signo, llevaron a cabo secuestros y crímenes que el Ejército y las fuerzas de seguridad se vieron obligados a reprimir con los elementos que la ley les concede. Pocas son las opiniones que reconocen la labor constructiva y nacionalista del gobierno de Luis Echeverría en los seis años de su gobierno.

Conocí a Luis Echeverría en 1958 cuando, Oficial Mayor de la secretaría de Educación, por encargo de su titular José Ángel Ceniceros llevó adelante las pláticas con los dirigentes de la huelga de las escuelas normales rurales encabezados por José Guadalupe Zuno, hermano de su esposa María Esther Zuno. Mi trato con Echeverría de los años siguientes fue el del periodista con el funcionario público, con encuentros fundamentalmente con propósitos informativos. Como reportero o comentarista político seguí su carrera que lo llevó a ser funcionario de la secretaría de Marina, subsecretario de Gobernación y luego secretario del ramo en los seis años del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz. Director del diario El Mundo de Tampico, encontré en el entonces candidato a la presidencia de la República a un personaje interesado en el cumplimiento de la ley en favor de los trabajadores del periódico en el planteamiento y desarrollo de una huelga que en consonancia con el orden jurídico el gobierno de Echeverría apoyó sin reservas.

Durante los seis años de su gobierno seguí como periodista o funcionario de relaciones públicas los cambios de una administración fundamentalmente creadora de instituciones, nacionalista y en lo internacional promotora de la presencia de México al lado y de la mano de los países del Tercer Mundo y no alineados en los años intensos de la guerra fría y la bipolarización de la política mundial.

Sería prolijo enumerar en detalle las instituciones creadas por el gobierno de Luis Echeverría entre las cuales figuran el Infonavit, la Profeco, el banco de Comercio Exterior y tantas otras que siguen vigentes en el quehacer público. Luis Echeverría ensanchó el espacio de la nación con la declaración de las 200 millas de las aguas patrimoniales a partir de las 12 territoriales de nuestras costas. Fundó instituciones educativas de todos los niveles dentro de las cuales destaca la Universidad Autónoma Metropolitana, convertida en la actualidad en fuente de egresados de gran calidad en las diversas disciplinas del saber.

La amistad personal con Luis Echeverría data de los primeros años posteriores a su administración. Poco tiempo después con el expresidente convine en continuar el trabajo de un segundo libro del compañero y amigo personal de ambos, el periodista Luis Suárez. De común acuerdo, tomé unos cuantos pasajes del trabajo de Suárez. Comenzamos la tarea del libro que finalmente llevó el título de Conversaciones en San Jerónimo. Como se advierte en la introducción de ese libro, no se trata de un texto de contenido reverencial ni adulatorio de una personalidad que forma parte de la historia de México. Es una larga entrevista acompañada de acotaciones, datos, cifras y referencias no sólo de la administración de 1970- 1976 sino de una serie de consideraciones sobre la evolución histórica, económica, cultural y política del país. Se fincó en esos años una amistad entre Luis Echeverría, traducida en la asiduidad de nuestros encuentros tanto en sus casas como en las nuestras. Luis Echeverría tuvo especialmente atenciones y sincera estimación por mi esposa Rosa María. Guardo de Luis Echeverría el recuerdo imborrable de un hombre, un personaje que nos brindó una amistad sincera, franca, abierta y útil, sin más interés que el del análisis de los problemas de nuestro país y la situación del mundo entero. Echeverría nos deja la huella de su afecto y de su cercanía.

sdelrio1934@gmail.com


El 22 de agosto de 1968, 40 días antes de los sucesos del 2 de octubre en Tlatelolco, el secretario de Gobernación anunciaba en alocución radiofónica el comienzo de las pláticas del gobiernol con los integrantes del comité de huelga que mantenía en paro a 250 mil estudiantes desde meses atrás. El secretario Luis Echeverría adelantaba que funcionarios de diversas dependencias iniciarían desde luego diálogos con las organizaciones participantes en el conflicto y reconocía que los jóvenes representaban las demandas de la sociedad en busca de profundos cambios en la vida del país.

Al día siguiente, 23 de agosto, los miembros del Consejo General de Huelga y de otras organizaciones estudiantiles sostuvieron una larga reunión con acaloradas discusiones de las que en principio se aceptaban las propuestas del día anterior hechas por el secretario de Gobernación a condición, se dijo, de que las pláticas y negociaciones se desarrollaran de manera pública. Uno de los dirigentes del Consejo General de Huelga, Gilberto Guevara Niebla, afirma que de haberse dado ese diálogo la democracia habría llegado tempranamente y el país se habría ahorrado infinitos problemas. Guevara Niebla explica cómo prevalecían en el Consejo diferencias de opinión de miembros que se oponían a la realización de las pláticas con el argumento de que, teniendo en las manos la victoria de la huelga, no debían ceder ese triunfo al gobierno. Finalmente, a nombre del Consejo, Tomás Cervantes Cabeza de Vaca anunciaba el rechazo al ofrecimiento del Gobierno Federal y a las pláticas que ya se habían concertado con funcionarios. Se cerraba así la oportunidad, cierta y concreta de solucionar el conflicto mediante el diálogo para la atención de los seis puntos del pliego petitorio que serían tomados en cuenta no obstante que en ninguno de ellos había planteamientos de cambios políticos y sociales o reivindicaciones en favor de las clases populares.

Los hechos de esos días y otras circunstancias desmienten parte de las acusaciones que desde entonces se hicieron a Luis Echeverría, futuro presidente de México, tanto en lo que se refiere a octubre de 1968 como a los acontecimientos de los primeros años de su gobierno. El propio presidente de la República, Gustavo Díaz Ordaz, asumió ante la Nación en dos ocasiones la responsabilidad moral y política de los sucesos de octubre. El secretario de la Defensa, general Marcelino García Barragán, en autoentrevista cuya veracidad jamás fue desmentida manifestó claramente que él y sólo él, sin intervención de nadie más, acató las órdenes que sólo podía dar el presidente de la República. Específicamente García Barragán rechaza todo señalamiento de responsabilidad o corresponsabilidad del secretario Luis Echeverría en las órdenes cumplidas por el Ejército.

En los días siguientes al fallecimiento de Luis Echeverría, a los 100 años de edad, hay opiniones encontradas lo mismo en cuanto a los hechos del 2 de octubre de 1968 que al enfrentamiento entre grupos políticos y la policía el 10 de junio de 1971 y a la serie de los ocurridos en los años siguientes con la intervención de las fuerzas del orden llamada la guerra sucia. Abundan los artículos y los análisis de opinión que señalan a Luis Echeverría como responsable de una represión durante su gobierno contra grupos que sólo en forma tangencial y lejana tuvieron una relación con octubre de 1968. Horas después del enfrentamiento del 10 de junio en el que en semanas posteriores se reconoció la muerte de 12 personas, cuyos nombres nunca se dijeron, el presidente Echeverría cesó en sus funciones al entonces jefe del Departamento del Distrito Federal, Alfonso Martínez Domínguez. En cuanto a la llamada guerra sucia es claro que grupos radicales de diferente extracción y signo, llevaron a cabo secuestros y crímenes que el Ejército y las fuerzas de seguridad se vieron obligados a reprimir con los elementos que la ley les concede. Pocas son las opiniones que reconocen la labor constructiva y nacionalista del gobierno de Luis Echeverría en los seis años de su gobierno.

Conocí a Luis Echeverría en 1958 cuando, Oficial Mayor de la secretaría de Educación, por encargo de su titular José Ángel Ceniceros llevó adelante las pláticas con los dirigentes de la huelga de las escuelas normales rurales encabezados por José Guadalupe Zuno, hermano de su esposa María Esther Zuno. Mi trato con Echeverría de los años siguientes fue el del periodista con el funcionario público, con encuentros fundamentalmente con propósitos informativos. Como reportero o comentarista político seguí su carrera que lo llevó a ser funcionario de la secretaría de Marina, subsecretario de Gobernación y luego secretario del ramo en los seis años del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz. Director del diario El Mundo de Tampico, encontré en el entonces candidato a la presidencia de la República a un personaje interesado en el cumplimiento de la ley en favor de los trabajadores del periódico en el planteamiento y desarrollo de una huelga que en consonancia con el orden jurídico el gobierno de Echeverría apoyó sin reservas.

Durante los seis años de su gobierno seguí como periodista o funcionario de relaciones públicas los cambios de una administración fundamentalmente creadora de instituciones, nacionalista y en lo internacional promotora de la presencia de México al lado y de la mano de los países del Tercer Mundo y no alineados en los años intensos de la guerra fría y la bipolarización de la política mundial.

Sería prolijo enumerar en detalle las instituciones creadas por el gobierno de Luis Echeverría entre las cuales figuran el Infonavit, la Profeco, el banco de Comercio Exterior y tantas otras que siguen vigentes en el quehacer público. Luis Echeverría ensanchó el espacio de la nación con la declaración de las 200 millas de las aguas patrimoniales a partir de las 12 territoriales de nuestras costas. Fundó instituciones educativas de todos los niveles dentro de las cuales destaca la Universidad Autónoma Metropolitana, convertida en la actualidad en fuente de egresados de gran calidad en las diversas disciplinas del saber.

La amistad personal con Luis Echeverría data de los primeros años posteriores a su administración. Poco tiempo después con el expresidente convine en continuar el trabajo de un segundo libro del compañero y amigo personal de ambos, el periodista Luis Suárez. De común acuerdo, tomé unos cuantos pasajes del trabajo de Suárez. Comenzamos la tarea del libro que finalmente llevó el título de Conversaciones en San Jerónimo. Como se advierte en la introducción de ese libro, no se trata de un texto de contenido reverencial ni adulatorio de una personalidad que forma parte de la historia de México. Es una larga entrevista acompañada de acotaciones, datos, cifras y referencias no sólo de la administración de 1970- 1976 sino de una serie de consideraciones sobre la evolución histórica, económica, cultural y política del país. Se fincó en esos años una amistad entre Luis Echeverría, traducida en la asiduidad de nuestros encuentros tanto en sus casas como en las nuestras. Luis Echeverría tuvo especialmente atenciones y sincera estimación por mi esposa Rosa María. Guardo de Luis Echeverría el recuerdo imborrable de un hombre, un personaje que nos brindó una amistad sincera, franca, abierta y útil, sin más interés que el del análisis de los problemas de nuestro país y la situación del mundo entero. Echeverría nos deja la huella de su afecto y de su cercanía.

sdelrio1934@gmail.com