Como si no fuera ya criminal el desempeño de la Ciudad de México en materia de seguridad vial, hace unos días la Jefa de Gobierno anunció cambios en la política de tránsito, sin que ello parezca una buena noticia, pero ésta viene acompañada de un nuevo subsecretario, Francisco Javier Moreno Montaño. Aún escépticos, por el pésimo desempeño de sus tres o cuatro predecesores, le damos el voto de confianza. El problema, no obstante, no está en las personas, sino en los procesos, que ojalá cambien.
Siempre hemos creído que el objetivo de las multas es combatir la corrupción. Más de 50 años llevamos tomando decisiones con base en ese error. El objetivo de las multas es poner orden en las calles, propiciar que se conduzca bien, que no se ponga en riesgo la vida o evitar que se haga incómodo el andar de los más vulnerables.
Sabemos que poner multas genera múltiples reacciones. Hay quienes se resisten, otros insultan, otros se vuelven violentos, pero también los hay que buscan sobornar a los policías que cumplen su función.
¿Qué es más importante, imponer el orden o evitar la corrupción? Me parece que en este caso aplica la máxima que se asocia a Winston Churchill. El que se humilla para evitar la guerra, será humillado y tendrá la guerra. El que evite poner multas para evitar la corrupción, tendrá desorden en las calles y tendrá corrupción.
Entre las decisiones ridículas, las multas tendrán descuento del 90% por pronto pago. Se eliminan causales de remisión a corralón, entre ellas la carencia de una licencia de conducir vigente. Sin embargo, lo más grave, es que en realidad son muy pocos policías los que pueden poner multas y en un pequeño sector de la ciudad.
Todos los días se estacionan vehículos sobre el puente histórico de Panzacola, en Francisco Sosa y Avenida Universidad. Muchos estamos preocupados por la preservación del patrimonio colonial de Coyoacán. El artículo 30 fracción III del Reglamento de Tránsito prohíbe estacionarse sobre puentes. Pero el área de tránsito en Coyoacán no tiene cómo poner multas, así me lo dijo el encargado, al día siguiente del anuncio de la nueva política de tránsito de la ciudad. Y así como hablo de un puente que tiene más de 250 años, podemos ver cómo las banquetas de toda la ciudad y los pasos peatonales están invadidos; hay conductas agresivas de conductores, como una que recién viralizó en Río Churubusco frente a la Alberca Olímpica; excesos de velocidad, los semáforos son decorativos, las vueltas a la izquierda, etcétera.
En la mediocridad de todos los predecesores de Francisco Moreno al frente de la Subsecretaría de Control de Tránsito, jamás se vio el cumplimiento del Reglamento de Tránsito como parte de una política de combate a las “ventanas rotas”. Es decir, el cumplimiento de un reglamento básico como el de Tránsito puede contribuir a la cultura de la legalidad y a la disminución de la inseguridad.
Necesitamos multas, no demagogia, no descuentos que eliminan el efecto de la sanción; licencias de conducir que prueben que la persona sabe manejar no que puedan tramitarse fácilmente; queremos orden en las calles, no prepotencia, ni simulación, ni mucho menos un número creciente de muertes por incidentes viales. Se puede, sólo ha faltado voluntad, ojalá Moreno Montaño la tenga.