/ miércoles 29 de mayo de 2019

Centro de Barrio | Contingencias y solidaridad

En los procesos para medir la calidad del aire hay un semáforo bastante simple: si la calidad del aire es buena, se reporta en verde y se refiere a niveles inferiores a los 50 Imecas (Índice Metropolitano de Calidad del Aire). De 51 a 100 Imecas, tenemos una calidad regular; de 101 a 150, la calidad es mala; de 151 a 200 es muy mala, de 201 a 300 es extremadamente mala, y en más de 301 se considera peligrosa. Hace algunos años estábamos expuestos en más ocasiones y por más horas a un ambiente peligroso o extremadamente malo. Esto ha cambiado y, en general, nos hemos acostumbrado a una calidad del aire simplemente mala.

El reciente anuncio de que se reforzarán las restricciones vehiculares durante las contingencias es positivo. Ahora todos los conductores serán parte de las restricciones vehiculares: llama la atención que hasta los vehículos con ínfimas o nulas emisiones (híbridos o eléctricos) quedarán sujetos a la restricción de circulación.

Más allá de las medidas que se han anunciado para una contingencia, ¿cuándo deberíamos detonar una contingencia? Urge transitar hacia medidas que nos aseguren un aire limpio siempre. Es decir, la condición regular en el aire exige acciones diferenciadas de una buena, no quedarnos de brazos cruzados; las contingencias deben dispararse al llegar al umbral de mala y no de muy mala.

Hoy, sin embargo, viviríamos 350 días al año en contingencia: en 2018 sólo hubo 15 días en los que ninguna estación de monitoreo rebasó los 100 Imecas. En 2016, cuando se redujo el límite para detonar las contingencias a 150, sufrimos una temporada de contingencias diarias.

Todos tenemos derecho a un medio ambiente sano, así lo dice la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Esto es independiente de si abordamos un auto, o no, lo cual exige medidas agresivas en el combate a la contaminación. Nuestras autoridades, y los conductores igual, no están muy dispuestas a reforzar las medidas preventivas y actuar en condiciones previas a las actuales.

Más allá de lo obvio y trillado de “promover el transporte público sustentable”, necesitamos un acuerdo social que permita que menos autos resuelvan las necesidades de desplazamiento de más personas y no sigamos circulando con un solo ocupante: la clave de esta historia no sólo está en las políticas de transporte público, sino también en las herramientas colaborativas que puedan desarrollarse para que, en un ambiente de seguridad haya solidaridad en la movilidad y, por consecuencia, con el medio ambiente.

Sí necesitamos mejorar la calidad del transporte público: autobuses, metrobús, metro. Sin embargo, todos los servicios actuales quedan desbordados por la demanda. Lo único que nos dará un crecimiento acelerado de la oferta es por la vía de la solidaridad: si mi coche hoy circula, oferto viajes en mi ruta y, a su vez, el día que descanse alguien me beneficiará por la vía del aventón. Hoy, a través de redes de confianza, esto es posible, pero necesitamos potenciarlo y, a la vez, bajar el umbral en que se dispara la contingencia.

Saquemos la Mala calidad de aire de nuestras vidas. Urgen políticas y acciones más audaces para transformar las condiciones ambientales y de transporte de la ciudad, pero más allá de la planeación de un gran sistema de transporte, sólo nos queda la vía solidaria.

En los procesos para medir la calidad del aire hay un semáforo bastante simple: si la calidad del aire es buena, se reporta en verde y se refiere a niveles inferiores a los 50 Imecas (Índice Metropolitano de Calidad del Aire). De 51 a 100 Imecas, tenemos una calidad regular; de 101 a 150, la calidad es mala; de 151 a 200 es muy mala, de 201 a 300 es extremadamente mala, y en más de 301 se considera peligrosa. Hace algunos años estábamos expuestos en más ocasiones y por más horas a un ambiente peligroso o extremadamente malo. Esto ha cambiado y, en general, nos hemos acostumbrado a una calidad del aire simplemente mala.

El reciente anuncio de que se reforzarán las restricciones vehiculares durante las contingencias es positivo. Ahora todos los conductores serán parte de las restricciones vehiculares: llama la atención que hasta los vehículos con ínfimas o nulas emisiones (híbridos o eléctricos) quedarán sujetos a la restricción de circulación.

Más allá de las medidas que se han anunciado para una contingencia, ¿cuándo deberíamos detonar una contingencia? Urge transitar hacia medidas que nos aseguren un aire limpio siempre. Es decir, la condición regular en el aire exige acciones diferenciadas de una buena, no quedarnos de brazos cruzados; las contingencias deben dispararse al llegar al umbral de mala y no de muy mala.

Hoy, sin embargo, viviríamos 350 días al año en contingencia: en 2018 sólo hubo 15 días en los que ninguna estación de monitoreo rebasó los 100 Imecas. En 2016, cuando se redujo el límite para detonar las contingencias a 150, sufrimos una temporada de contingencias diarias.

Todos tenemos derecho a un medio ambiente sano, así lo dice la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Esto es independiente de si abordamos un auto, o no, lo cual exige medidas agresivas en el combate a la contaminación. Nuestras autoridades, y los conductores igual, no están muy dispuestas a reforzar las medidas preventivas y actuar en condiciones previas a las actuales.

Más allá de lo obvio y trillado de “promover el transporte público sustentable”, necesitamos un acuerdo social que permita que menos autos resuelvan las necesidades de desplazamiento de más personas y no sigamos circulando con un solo ocupante: la clave de esta historia no sólo está en las políticas de transporte público, sino también en las herramientas colaborativas que puedan desarrollarse para que, en un ambiente de seguridad haya solidaridad en la movilidad y, por consecuencia, con el medio ambiente.

Sí necesitamos mejorar la calidad del transporte público: autobuses, metrobús, metro. Sin embargo, todos los servicios actuales quedan desbordados por la demanda. Lo único que nos dará un crecimiento acelerado de la oferta es por la vía de la solidaridad: si mi coche hoy circula, oferto viajes en mi ruta y, a su vez, el día que descanse alguien me beneficiará por la vía del aventón. Hoy, a través de redes de confianza, esto es posible, pero necesitamos potenciarlo y, a la vez, bajar el umbral en que se dispara la contingencia.

Saquemos la Mala calidad de aire de nuestras vidas. Urgen políticas y acciones más audaces para transformar las condiciones ambientales y de transporte de la ciudad, pero más allá de la planeación de un gran sistema de transporte, sólo nos queda la vía solidaria.

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