/ miércoles 12 de agosto de 2020

Centro de Barrio | Dame todo el poder

No hay manera de que la golpiza que le dieron al “Ratero de la Combi” sea tan contundente que persuada a los demás ladrones en su intento de robar en esa u otras combis de la Zona Metropolitana. Simplemente, es un “mucho cuidado”. Tal vez ahora más asaltantes inicien el atraco estando dentro, no abordando. El linchamiento al ladrón que “se creyó lión”, no es una lección de justicia, es una lección de poder.

Estudié en la UAM - Iztapalapa. Muchos de mis compañeros eran de los municipios conurbados del norte y oriente de la metrópoli, Chimalhuacán, Ecatepec, Neza, Texcoco. Por lo que nos contaban, los asaltos en el transporte público eran, hace 30 años, algo cotidiano. En Ciudad de México “sólo” he sufrido un asalto a bordo del transporte público. “Sólo” como palabra optimista. Los usuarios que lincharon al asaltante, evidentemente, mostraron su hartazgo. La gente refiere que son varios atracos por año.

Pero insisto, la golpiza no cambia nada: la ciudadanía no denuncia los asaltos, las fiscalías están podridas. En Ciudad de México ponen policías a la entrada de las agencias para amedrentar al denunciante; en el Estado de México, una simple denuncia puede terminar en extorsión contra la víctima. Las policías preventivas no tienen capacidad de reacción y también terminan sometidas a los liderazgos delincuenciales de cada zona.

Por otro lado, si ya a finales de los 80 las ciudades dormitorio eran un problema, ahora lo son mucho más, con tiempos crecientes de traslado para decenas de miles de trabajadores, lo que ha obligado a que muchos niños y adolescentes permanezcan solos cuando regresan de la escuela, si es que entran. Esto viene provocando, por generaciones, círculos perversos en los que no hay mayor perspectiva de vida: deserción escolar temprana, embarazos adolescentes, falta de oportunidades.

La delincuencia se vuelve una forma de socialización de la economía. Los ladrones quitan lo que pueden a los trabajadores de la ciudad. Como pudimos ver, la venganza es dulce. Y no me refiero sólo a los golpes, me refiero a los memes, a las burlas. Las víctimas (todo el país) aprovecharon la debilidad de un ladrón para socializar su poder.

Esto, naturalmente, no tiene solución alguna. Al menos no en el corto o mediano plazo. Lo que hagan las autoridades o lo que hagan las víctimas impactará poco en el resultado. Las causas son profundas. Algunos tendrán esperanza en las transferencias directas a población de escasos recursos, pero no basta.

Mucho del esfuerzo debe estar en la creación de comunidad, que los jóvenes dejen de criarse solos, que tengan incentivos a continuar sus estudios, que empiece a detonarse el empleo cercano por medio de oficios locales y economía barrial. Necesitamos adultos que acompañen a los chicos a hacer tareas y a jugar. Necesitamos fortalecer las instituciones de impartición de justicia con los criterios que han trazado las organizaciones sociales que se dedican a estos temas, y no por el interés político de la autoridad en turno. Fiscalías que sirvan.

De lo contrario, este linchamiento será una anécdota más en medio de otras por venir, con el presagio de un incremento en la violencia de los asaltantes.



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No hay manera de que la golpiza que le dieron al “Ratero de la Combi” sea tan contundente que persuada a los demás ladrones en su intento de robar en esa u otras combis de la Zona Metropolitana. Simplemente, es un “mucho cuidado”. Tal vez ahora más asaltantes inicien el atraco estando dentro, no abordando. El linchamiento al ladrón que “se creyó lión”, no es una lección de justicia, es una lección de poder.

Estudié en la UAM - Iztapalapa. Muchos de mis compañeros eran de los municipios conurbados del norte y oriente de la metrópoli, Chimalhuacán, Ecatepec, Neza, Texcoco. Por lo que nos contaban, los asaltos en el transporte público eran, hace 30 años, algo cotidiano. En Ciudad de México “sólo” he sufrido un asalto a bordo del transporte público. “Sólo” como palabra optimista. Los usuarios que lincharon al asaltante, evidentemente, mostraron su hartazgo. La gente refiere que son varios atracos por año.

Pero insisto, la golpiza no cambia nada: la ciudadanía no denuncia los asaltos, las fiscalías están podridas. En Ciudad de México ponen policías a la entrada de las agencias para amedrentar al denunciante; en el Estado de México, una simple denuncia puede terminar en extorsión contra la víctima. Las policías preventivas no tienen capacidad de reacción y también terminan sometidas a los liderazgos delincuenciales de cada zona.

Por otro lado, si ya a finales de los 80 las ciudades dormitorio eran un problema, ahora lo son mucho más, con tiempos crecientes de traslado para decenas de miles de trabajadores, lo que ha obligado a que muchos niños y adolescentes permanezcan solos cuando regresan de la escuela, si es que entran. Esto viene provocando, por generaciones, círculos perversos en los que no hay mayor perspectiva de vida: deserción escolar temprana, embarazos adolescentes, falta de oportunidades.

La delincuencia se vuelve una forma de socialización de la economía. Los ladrones quitan lo que pueden a los trabajadores de la ciudad. Como pudimos ver, la venganza es dulce. Y no me refiero sólo a los golpes, me refiero a los memes, a las burlas. Las víctimas (todo el país) aprovecharon la debilidad de un ladrón para socializar su poder.

Esto, naturalmente, no tiene solución alguna. Al menos no en el corto o mediano plazo. Lo que hagan las autoridades o lo que hagan las víctimas impactará poco en el resultado. Las causas son profundas. Algunos tendrán esperanza en las transferencias directas a población de escasos recursos, pero no basta.

Mucho del esfuerzo debe estar en la creación de comunidad, que los jóvenes dejen de criarse solos, que tengan incentivos a continuar sus estudios, que empiece a detonarse el empleo cercano por medio de oficios locales y economía barrial. Necesitamos adultos que acompañen a los chicos a hacer tareas y a jugar. Necesitamos fortalecer las instituciones de impartición de justicia con los criterios que han trazado las organizaciones sociales que se dedican a estos temas, y no por el interés político de la autoridad en turno. Fiscalías que sirvan.

De lo contrario, este linchamiento será una anécdota más en medio de otras por venir, con el presagio de un incremento en la violencia de los asaltantes.



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