/ miércoles 19 de diciembre de 2018

Centro de barrio | La caída de Los Pinos

Tengo el recuerdo de haber caminado, en más de una ocasión, por el puente que se encuentra frente a Los Pinos. Uno podía llegar de la Segunda Sección de Chapultepec, cruzar el Periférico y entrar a un área jardinada que terminó siendo utilizada como estacionamiento para visitantes de Presidencia. En los años ochenta y principios de los noventa, la vigilancia comenzaba hasta que uno se encontraba en Molino del Rey.

Con el paso del tiempo la seguridad se incrementó, el puente quedó limitado en su uso para quienes llegaban al estacionamiento que referí. Ya para la década actual, las revisiones iniciaban a la salida del Metro Constituyentes y en cualquier acceso peatonal, muchos metros antes de Los Pinos. Es decir, el Estado Mayor Presidencial se fue “agandallando” la calle, el espacio público.

Hace unos días, con la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador, Los Pinos dejó de ser la casa y oficina del Presidente de la República; se está convirtiendo en un espacio cultural al servicio de todos. Vicente Fox había ofrecido también abrir al público Los Pinos pero, al igual que otras promesas, incumplió.

Uno de los primeros actos culturales en Los Pinos ha sido la exhibición de Roma, la película de Alfonso Cuarón que, como señaló hace unos días el medio británico “Independent”, exhibe el sistema de castas en México. Tengo constantes discrepancias con las decisiones del nuevo gobierno, pero lo que hay que reconocer, sin duda, es que una sociedad controlada por una minoría étnica tiende a preservar las burbujas sociales, y sus privilegios o carencias, con los que hemos convivido desde la época de la Independencia.

Un presidente con una vida de rico en un palacio imperial tiene un alto grado de disociación de la realidad, frente a un presidente que escucha la plaza pública desde su ventana. Los Pinos cerró como Residencia del Jefe del Estado Mexicano para siempre. No veo cómo otro pueda volver a despachar allí.

Roma llegó a Los Pinos en el momento adecuado y simbólico. El idioma mixteco se está escuchando en pantallas de todo el mundo, el personaje de Cleo resume lo que queremos transformar. Al mismo tiempo, la apertura de Los Pinos es una demanda social: “El bosque es de todos, Los Pinos de uno solo”.

Me opongo a creer que la transformación es unipersonal a cargo de un iluminado, pues obedece a procesos sociales que van mucho más allá de los aciertos y errores del personaje. Vivimos una época que sí nos llevará a otro México. La caída de Los Pinos la resume muy bien, el transformarlo en un centro cultural es una gran idea, me encantaría que muralistas urbanos intervengan la fachada con el escudo nacional al centro; pienso que Los Pinos debe ser también el eje de la recuperación de las decenas de lenguas mexicanas, que tendrían que formar parte de nuestro sistema educativo.

Pienso en la urgente conciliación de ese México mestizo y aspiracional, con ese poderoso México criollo y ese ignorado México indígena. A la vez, me doy cuenta que la apertura de Los Pinos será uno de los grandes hitos en la historia nacional y que su mayor reto es ese encuentro de los muchos Méxicos en uno solo.

Tengo el recuerdo de haber caminado, en más de una ocasión, por el puente que se encuentra frente a Los Pinos. Uno podía llegar de la Segunda Sección de Chapultepec, cruzar el Periférico y entrar a un área jardinada que terminó siendo utilizada como estacionamiento para visitantes de Presidencia. En los años ochenta y principios de los noventa, la vigilancia comenzaba hasta que uno se encontraba en Molino del Rey.

Con el paso del tiempo la seguridad se incrementó, el puente quedó limitado en su uso para quienes llegaban al estacionamiento que referí. Ya para la década actual, las revisiones iniciaban a la salida del Metro Constituyentes y en cualquier acceso peatonal, muchos metros antes de Los Pinos. Es decir, el Estado Mayor Presidencial se fue “agandallando” la calle, el espacio público.

Hace unos días, con la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador, Los Pinos dejó de ser la casa y oficina del Presidente de la República; se está convirtiendo en un espacio cultural al servicio de todos. Vicente Fox había ofrecido también abrir al público Los Pinos pero, al igual que otras promesas, incumplió.

Uno de los primeros actos culturales en Los Pinos ha sido la exhibición de Roma, la película de Alfonso Cuarón que, como señaló hace unos días el medio británico “Independent”, exhibe el sistema de castas en México. Tengo constantes discrepancias con las decisiones del nuevo gobierno, pero lo que hay que reconocer, sin duda, es que una sociedad controlada por una minoría étnica tiende a preservar las burbujas sociales, y sus privilegios o carencias, con los que hemos convivido desde la época de la Independencia.

Un presidente con una vida de rico en un palacio imperial tiene un alto grado de disociación de la realidad, frente a un presidente que escucha la plaza pública desde su ventana. Los Pinos cerró como Residencia del Jefe del Estado Mexicano para siempre. No veo cómo otro pueda volver a despachar allí.

Roma llegó a Los Pinos en el momento adecuado y simbólico. El idioma mixteco se está escuchando en pantallas de todo el mundo, el personaje de Cleo resume lo que queremos transformar. Al mismo tiempo, la apertura de Los Pinos es una demanda social: “El bosque es de todos, Los Pinos de uno solo”.

Me opongo a creer que la transformación es unipersonal a cargo de un iluminado, pues obedece a procesos sociales que van mucho más allá de los aciertos y errores del personaje. Vivimos una época que sí nos llevará a otro México. La caída de Los Pinos la resume muy bien, el transformarlo en un centro cultural es una gran idea, me encantaría que muralistas urbanos intervengan la fachada con el escudo nacional al centro; pienso que Los Pinos debe ser también el eje de la recuperación de las decenas de lenguas mexicanas, que tendrían que formar parte de nuestro sistema educativo.

Pienso en la urgente conciliación de ese México mestizo y aspiracional, con ese poderoso México criollo y ese ignorado México indígena. A la vez, me doy cuenta que la apertura de Los Pinos será uno de los grandes hitos en la historia nacional y que su mayor reto es ese encuentro de los muchos Méxicos en uno solo.

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