/ miércoles 25 de marzo de 2020

Centro de Barrio | La cobardía

Viendo la parálisis mundial que está comenzando por la Pandemia del COVID-19 podemos suponer que, mientras más pronto se toman las decisiones y más estrictas sean las medidas, más pronto saldremos del atolladero. No es fácil para las personas, menos para los gobiernos.

No sabemos qué tanto la singularidad de una pandemia como la que vivimos subjetiviza las decisiones, pero es difícil entender cómo las estrategias para combatir el coronavirus se diversifican en cada lugar, desde los países que insisten en las pruebas y el seguimiento de cada positivo, como Singapur y Corea del Sur, hasta los que quedaron rebasados por el problema y tuvieron que encerrar a toda la población, como Italia y España.

Con conocimiento o sin él, grupos crecientes de población exigen medidas más estrictas. Por las mañanas, el Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López Gatell habla para el presidente: “no es una fuerza de contagio sino una fuerza moral”; enciende las alarmas de muchos, por muy buen epidemiólogo que sea.

En los estados, el que parece tener una estrategia distinta es Enrique Alfaro, gobernador de Jalisco. Habla rápido, con seguridad, consultando a la Universidad de Guadalajara e inspirado en la estrategia de Corea del Sur. En Ciudad de México, con unos libreros como escenografía que comunica un “Yo sí sé”, Claudia Sheinbaum da los mensajes más contundentes de sus 16 meses de gobierno. Sin embargo, hay algo contradictorio: el presidente todo lo desafía, ama a las masas e invita a mantener la vida en las calles para apoyar al pueblo bueno.

A Claudia Sheinbaum le gana la lealtad al presidente, se sabe una de sus principales aliadas, tal vez la más disciplinada, era Secretaria de Medio Ambiente de la capital y terminó talando árboles y sembrando columnas de concreto; ahora lo hace otra vez, no tiene alternativa, alguien tiene que contratar las patentes de José María Rioboó. Es científica, pero el presidente la tiene acorralada en muchos temas, el más grave, la pandemia.

Sheinbaum debe estar analizando el problema con el método científico y escuchando a su Secretaria de Salud, la Doctora Olivia López Arellano, también epidemióloga. Sin embargo, si la solución fuera aplicar miles de pruebas en todos los hospitales y clínicas de la ciudad, públicas y privadas, o simplemente, parar toda actividad o cualquier otra solución distinta a la del presidente, Sheinbaum callaría, ignoraría los más de 2.5 millones de votos que recibió. Hay una razón.

Sheinbaum habría ganado la elección aún sin AMLO ... pero no habría podido ganar la candidatura de Morena frente a Martí Batres ni a Ricardo Monreal sin la bendición del hoy presidente.

La crisis se avecina. Si México repite las tendencias de Italia y España, en un mes estaremos hablando de miles de muertos, Ciudad de México paralizada, hospitales llenos, zombies en las calles asaltando comercios, la sombra del Vive Latino, y el Detente en la mano, como único aliado. Sheinbaum sabe que necesita acciones firmes, que los mensajes irresponsables del presidente costarán vidas, pero al final de cuentas, sucumbirá a la cobardía y solo sabrá pronunciar dos palabras ante su vecino del Zócalo: Sí Señor.

Viendo la parálisis mundial que está comenzando por la Pandemia del COVID-19 podemos suponer que, mientras más pronto se toman las decisiones y más estrictas sean las medidas, más pronto saldremos del atolladero. No es fácil para las personas, menos para los gobiernos.

No sabemos qué tanto la singularidad de una pandemia como la que vivimos subjetiviza las decisiones, pero es difícil entender cómo las estrategias para combatir el coronavirus se diversifican en cada lugar, desde los países que insisten en las pruebas y el seguimiento de cada positivo, como Singapur y Corea del Sur, hasta los que quedaron rebasados por el problema y tuvieron que encerrar a toda la población, como Italia y España.

Con conocimiento o sin él, grupos crecientes de población exigen medidas más estrictas. Por las mañanas, el Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López Gatell habla para el presidente: “no es una fuerza de contagio sino una fuerza moral”; enciende las alarmas de muchos, por muy buen epidemiólogo que sea.

En los estados, el que parece tener una estrategia distinta es Enrique Alfaro, gobernador de Jalisco. Habla rápido, con seguridad, consultando a la Universidad de Guadalajara e inspirado en la estrategia de Corea del Sur. En Ciudad de México, con unos libreros como escenografía que comunica un “Yo sí sé”, Claudia Sheinbaum da los mensajes más contundentes de sus 16 meses de gobierno. Sin embargo, hay algo contradictorio: el presidente todo lo desafía, ama a las masas e invita a mantener la vida en las calles para apoyar al pueblo bueno.

A Claudia Sheinbaum le gana la lealtad al presidente, se sabe una de sus principales aliadas, tal vez la más disciplinada, era Secretaria de Medio Ambiente de la capital y terminó talando árboles y sembrando columnas de concreto; ahora lo hace otra vez, no tiene alternativa, alguien tiene que contratar las patentes de José María Rioboó. Es científica, pero el presidente la tiene acorralada en muchos temas, el más grave, la pandemia.

Sheinbaum debe estar analizando el problema con el método científico y escuchando a su Secretaria de Salud, la Doctora Olivia López Arellano, también epidemióloga. Sin embargo, si la solución fuera aplicar miles de pruebas en todos los hospitales y clínicas de la ciudad, públicas y privadas, o simplemente, parar toda actividad o cualquier otra solución distinta a la del presidente, Sheinbaum callaría, ignoraría los más de 2.5 millones de votos que recibió. Hay una razón.

Sheinbaum habría ganado la elección aún sin AMLO ... pero no habría podido ganar la candidatura de Morena frente a Martí Batres ni a Ricardo Monreal sin la bendición del hoy presidente.

La crisis se avecina. Si México repite las tendencias de Italia y España, en un mes estaremos hablando de miles de muertos, Ciudad de México paralizada, hospitales llenos, zombies en las calles asaltando comercios, la sombra del Vive Latino, y el Detente en la mano, como único aliado. Sheinbaum sabe que necesita acciones firmes, que los mensajes irresponsables del presidente costarán vidas, pero al final de cuentas, sucumbirá a la cobardía y solo sabrá pronunciar dos palabras ante su vecino del Zócalo: Sí Señor.

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