/ miércoles 9 de mayo de 2018

Centro de barrio | Los impuestos

Los impuestos y los requisitos forman parte de las acciones que los gobiernos deben instrumentar, nos guste o no. Sin embargo, en los últimos años, ante el fracaso para generar una escala de desarrollo y beneficios que satisfaga a la mayoría, tanto las campañas políticas como la inmediatez del ejercicio de gobierno han dado al traste a la posibilidad de sacrificar hoy para recibir mayores beneficios mañana.

Desde que Andrés Manuel López Obrador instrumentó la pensión para los adultos mayores en 2001, quedó de manifiesto en la política mexicana que la tendencia es a la tangibilidad de las acciones de gobierno, versus la planeación que es percibida como intangible. Esto es, sin duda, un riesgo. No quiero decir que los adultos mayores no deban tener esta pensión o no la merezcan, lo que preocupa es que cuando el gobierno prioriza lo inmediato, abandona la posibilidad de construir un mundo mejor en el futuro. Todo gasto social debe tener un respaldo en los ingresos, sin sacrificar egresos, salvo aquellos innecesarios.

La propuesta de una pensión universal (Ricardo Anaya), no es más que la continuidad de esta aspiración a un estado tangible.

El llamado neoliberalismo nos llevó a la disciplina financiera y el libre comercio. El primero de los dos, a un dólar de libre flotación, mejores tasas de interés, inflaciones inferiores al 3% y a una infraestructura pagada por los usuarios y no por toda la población (autopistas de cuota, puertos y aeropuertos privados, por ejemplo). Del libre comercio también podemos decir mucho, a casi 25 años de la aprobación del Tratado de Libre Comercio, México ha fortalecido su producción industrial y ha ampliado su clase media. Si hoy padecemos una inflación superior, no sólo es por la liberación del precio de la gasolina, sino porque este gobierno se alejó de la disciplina financiera que prevaleció desde 1995, en busca de la tangibilidad de los beneficios.

La planeación exige una proyección financiera de cómo pagar la infraestructura y en el camino está la antipopular y demoniaca palabra “impuestos”. Queremos más infraestructura, gasto social y finanzas sanas, hay que cobrar impuestos. Siempre está la posibilidad de sacrificar infraestructura y/o finanzas sanas ... y creo que ya lo estamos viviendo.

Desde hace décadas, la Ciudad de México padece problemas en el abasto de agua; pese a los más de 250 kilómetros de trenes urbanos y suburbanos, los más de 200 kilómetros de metrobús o mexibús, la Zona Metropolitana está muy lejos de contar con un transporte adecuado.

La congestión vehicular está a tope no por las políticas del sexenio que termina: desde que tengo memoria hemos padecido la congestión. Y de la contaminación puedo decir lo mismo. ¿Y eso cómo se resuelve? Con planeación e inversiones, algo que toma más de un ciclo de gobierno.

Entonces vuelve la tentación del estado tangible.

En la lucha que muchas personas hemos dado, sea a través del activismo, de los documentos o de las acciones de gobierno, a favor de la seguridad vial, hay medidas difíciles pero necesarias: necesitamos que se sienta el peso del gobierno para corregir conductas de quienes manejan un vehículo, necesitamos multas. Hoy ya varios candidatos prometen quitar las fotomultas. Nos gana el gobierno tangible... pero esa no es la mejor ruta.

Los impuestos y los requisitos forman parte de las acciones que los gobiernos deben instrumentar, nos guste o no. Sin embargo, en los últimos años, ante el fracaso para generar una escala de desarrollo y beneficios que satisfaga a la mayoría, tanto las campañas políticas como la inmediatez del ejercicio de gobierno han dado al traste a la posibilidad de sacrificar hoy para recibir mayores beneficios mañana.

Desde que Andrés Manuel López Obrador instrumentó la pensión para los adultos mayores en 2001, quedó de manifiesto en la política mexicana que la tendencia es a la tangibilidad de las acciones de gobierno, versus la planeación que es percibida como intangible. Esto es, sin duda, un riesgo. No quiero decir que los adultos mayores no deban tener esta pensión o no la merezcan, lo que preocupa es que cuando el gobierno prioriza lo inmediato, abandona la posibilidad de construir un mundo mejor en el futuro. Todo gasto social debe tener un respaldo en los ingresos, sin sacrificar egresos, salvo aquellos innecesarios.

La propuesta de una pensión universal (Ricardo Anaya), no es más que la continuidad de esta aspiración a un estado tangible.

El llamado neoliberalismo nos llevó a la disciplina financiera y el libre comercio. El primero de los dos, a un dólar de libre flotación, mejores tasas de interés, inflaciones inferiores al 3% y a una infraestructura pagada por los usuarios y no por toda la población (autopistas de cuota, puertos y aeropuertos privados, por ejemplo). Del libre comercio también podemos decir mucho, a casi 25 años de la aprobación del Tratado de Libre Comercio, México ha fortalecido su producción industrial y ha ampliado su clase media. Si hoy padecemos una inflación superior, no sólo es por la liberación del precio de la gasolina, sino porque este gobierno se alejó de la disciplina financiera que prevaleció desde 1995, en busca de la tangibilidad de los beneficios.

La planeación exige una proyección financiera de cómo pagar la infraestructura y en el camino está la antipopular y demoniaca palabra “impuestos”. Queremos más infraestructura, gasto social y finanzas sanas, hay que cobrar impuestos. Siempre está la posibilidad de sacrificar infraestructura y/o finanzas sanas ... y creo que ya lo estamos viviendo.

Desde hace décadas, la Ciudad de México padece problemas en el abasto de agua; pese a los más de 250 kilómetros de trenes urbanos y suburbanos, los más de 200 kilómetros de metrobús o mexibús, la Zona Metropolitana está muy lejos de contar con un transporte adecuado.

La congestión vehicular está a tope no por las políticas del sexenio que termina: desde que tengo memoria hemos padecido la congestión. Y de la contaminación puedo decir lo mismo. ¿Y eso cómo se resuelve? Con planeación e inversiones, algo que toma más de un ciclo de gobierno.

Entonces vuelve la tentación del estado tangible.

En la lucha que muchas personas hemos dado, sea a través del activismo, de los documentos o de las acciones de gobierno, a favor de la seguridad vial, hay medidas difíciles pero necesarias: necesitamos que se sienta el peso del gobierno para corregir conductas de quienes manejan un vehículo, necesitamos multas. Hoy ya varios candidatos prometen quitar las fotomultas. Nos gana el gobierno tangible... pero esa no es la mejor ruta.

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