/ miércoles 25 de octubre de 2017

Centro de barrio | Movilidad resiliente

El pasado 19 de septiembre, tras el sismo, visité sin éxito algunas estaciones de Ecobici. La razón era obvia, entre la falta de energía eléctrica y la crisis de las comunicaciones, ninguna estación estaba en servicio. Como me encontraba en el Barrio Chino al momento del temblor, empecé a caminar como otras miles de personas en busca de una ruta hacia mi destino.

Al llegar al metro Salto del Agua entré pensando que no había trenes, pero sí los había. En Pino Suárez cambié a la línea 2, que esa tenía más problemas de funcionamiento. Las pausas en cada estación eran eternas, sumadas al estrés de no tener comunicación con la familia ni con el trabajo. Desde allí la escena era repetida, la gente caminando hacia el sur, el tránsito congestionado, las pick ups repletas y uno que otro edificio cuarteado o colapsado.

En vialidades con Metrobús, los vehículos particulares circulaban, lentamente, en el carril exclusivo. Resulta que gracias al Metrobús y los corredores Cero Emisiones de trolebús, la Ciudad de México cuenta ya con más de 300 kilómetros de carriles para ambulancias.

Al ocupar los carriles del metrobús, los conductores que lo invadieron el 19S tuvieron la conducta menos solidaria sin darse cuenta. No estoy censurando a nadie porque en la crisis fuimos espontáneos ante la falta de detalle en las previsiones de la ciudad, en realidad esto habla de una de las discusiones más importantes por detonar en los próximos meses: ¿cómo movernos en la emergencia?

Calzada de Tlalpan carece de carriles exclusivos para el transporte público, al igual que otras avenidas, y es la ruta hacia el sur de la ciudad. Uno de los retos debería ser señalizar con un color especial movimientos en emergencia: espacios peatonales, espacios para uso colectivo, espacios para vehículos de emergencia. Utilicemos colores distintos a la señalización común (basada en amarillo y blanco, en el caso de la señalización horizontal, es decir la que se coloca en el piso) para guiarnos con esos señalamientos durante una emergencia y los simulacros previos. Vialidades sin carriles segregados de transporte público podrían habilitarlos durante las horas de mayor crisis.

Me parece fundamental que el carril de alta de vialidades de acceso controlado se oriente a los servicios de emergencia; y el de baja, cuando las banquetas puedan desbordarse, se asigne a los peatones. Habrá que pensar otras medidas, como contar con bicicletas en puntos estratégicos en toda la ciudad, para apoyar una emergencia en un momento dado.

De hecho, uno de los recuerdos más impactantes del 19 de septiembre, ya por la noche, fue justo el de la ciudad colmada de bicicletas. Miles de personas ayudando a vincular necesidades y apoyos por medio de la bicicleta, una imagen que seguramente fue nueva y resultado de una gestión por la movilidad sustentable.

Estamos concientes que nuestra preparación para una nueva emergencia se reforzará en los próximos años, y uno de los elementos que debe considerar es cómo ayudarnos a mover en las horas inmediatas al sismo. La ciudad era un caos y hubo quienes debieron caminar decenas de kilómetros para llegar a su destino, algo que debería ser más fácil y más solidario. Al mismo tiempo, los centros de acopio y las zonas afectadas tuvieron una mala vinculación con el automóvil en las primeras horas, hasta que se delimitaron áreas restringidas y se establecieron momentos de silencio absoluto.

El pasado 19 de septiembre, tras el sismo, visité sin éxito algunas estaciones de Ecobici. La razón era obvia, entre la falta de energía eléctrica y la crisis de las comunicaciones, ninguna estación estaba en servicio. Como me encontraba en el Barrio Chino al momento del temblor, empecé a caminar como otras miles de personas en busca de una ruta hacia mi destino.

Al llegar al metro Salto del Agua entré pensando que no había trenes, pero sí los había. En Pino Suárez cambié a la línea 2, que esa tenía más problemas de funcionamiento. Las pausas en cada estación eran eternas, sumadas al estrés de no tener comunicación con la familia ni con el trabajo. Desde allí la escena era repetida, la gente caminando hacia el sur, el tránsito congestionado, las pick ups repletas y uno que otro edificio cuarteado o colapsado.

En vialidades con Metrobús, los vehículos particulares circulaban, lentamente, en el carril exclusivo. Resulta que gracias al Metrobús y los corredores Cero Emisiones de trolebús, la Ciudad de México cuenta ya con más de 300 kilómetros de carriles para ambulancias.

Al ocupar los carriles del metrobús, los conductores que lo invadieron el 19S tuvieron la conducta menos solidaria sin darse cuenta. No estoy censurando a nadie porque en la crisis fuimos espontáneos ante la falta de detalle en las previsiones de la ciudad, en realidad esto habla de una de las discusiones más importantes por detonar en los próximos meses: ¿cómo movernos en la emergencia?

Calzada de Tlalpan carece de carriles exclusivos para el transporte público, al igual que otras avenidas, y es la ruta hacia el sur de la ciudad. Uno de los retos debería ser señalizar con un color especial movimientos en emergencia: espacios peatonales, espacios para uso colectivo, espacios para vehículos de emergencia. Utilicemos colores distintos a la señalización común (basada en amarillo y blanco, en el caso de la señalización horizontal, es decir la que se coloca en el piso) para guiarnos con esos señalamientos durante una emergencia y los simulacros previos. Vialidades sin carriles segregados de transporte público podrían habilitarlos durante las horas de mayor crisis.

Me parece fundamental que el carril de alta de vialidades de acceso controlado se oriente a los servicios de emergencia; y el de baja, cuando las banquetas puedan desbordarse, se asigne a los peatones. Habrá que pensar otras medidas, como contar con bicicletas en puntos estratégicos en toda la ciudad, para apoyar una emergencia en un momento dado.

De hecho, uno de los recuerdos más impactantes del 19 de septiembre, ya por la noche, fue justo el de la ciudad colmada de bicicletas. Miles de personas ayudando a vincular necesidades y apoyos por medio de la bicicleta, una imagen que seguramente fue nueva y resultado de una gestión por la movilidad sustentable.

Estamos concientes que nuestra preparación para una nueva emergencia se reforzará en los próximos años, y uno de los elementos que debe considerar es cómo ayudarnos a mover en las horas inmediatas al sismo. La ciudad era un caos y hubo quienes debieron caminar decenas de kilómetros para llegar a su destino, algo que debería ser más fácil y más solidario. Al mismo tiempo, los centros de acopio y las zonas afectadas tuvieron una mala vinculación con el automóvil en las primeras horas, hasta que se delimitaron áreas restringidas y se establecieron momentos de silencio absoluto.

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