/ jueves 4 de enero de 2018

Centro derecha vs. izquierda

Para mí es muy claro el enfrentamiento político de este año en las elecciones presidenciales: Meade contra López Obrador y lo que representan. Así, el primero “contra” el segundo, y no se trata de una observación superficial porque López Obrador es el candidato a vencer, es decir, el hombre, el programa y el ideario. México, cosa curiosa, es un pueblo de izquierda pero con una fe manifiesta en la virgen de Guadalupe. Es cuestión de impulsos políticos y de creencias más que religiosas sentimentales.

La virgen representa algo intangible, consolador y en muchos casos reparador. Representa el compromiso con una duda, con una incógnita y con una esperanza. Pero el impulso político, lo que mueve al pueblo hasta el extremo de la acción, es la protesta, el “basta”. Nuestra historia lo demuestra. En un contexto reflexivo Hidalgo y Morelos, Juárez y Madero, y los héroes convulsos y volcánicos Villa y Zapata, fueron de izquierda. Su excitación política nunca pudo ser de derecha.

¿Qué es la izquierda? Una ideología progresista, liberal y avanzada en el sentido de audacia y novedad. La izquierda estimula sentimientos y emociones que, aunque puedan ser de ocasión histórica, son imprescindibles de resolver. ¿Y no es acaso motivo de esos sentimientos y emociones el hartazgo, el cansancio popular, la paciencia transformada en ira ante la corrupción y la violencia desenfrenada?

El centro derecha quiere gobernar lo que hay, con lo que se cuenta; quiere administrarlo sin grandes cambios. Quiere administrar moviendo las fichas de sitio y organizar de esa manera el desorden social. La izquierda, en cambio, quiere un cambio radical no necesariamente violento. Y el México actual, espectador y expectante, ve esto como una esperanza lúcida para renovarse. Renovación, eso es lo que necesitamos. No maquillajes muy a menudo con cosméticos comprados allende el Bravo. Queremos nuevos actores incluida también una renovación moral y espiritual.

Ahora bien, por supuesto que en toda elección de candidatos hay una expectativa de que estos triunfen y cumplan con su programa. Disraeli decía, según Stefan Zweig, que en el amor y en la política nada es seguro. Es verdad. Sin embargo, el solo hecho de que se hable de renovación moral y espiritual implica situar al elector, al depositario de la soberanía política popular, en el eje de un compromiso profundamente humano ya que no únicamente se votará moviendo una mano sino una conciencia. Y la izquierda de hoy, a mi juicio, convoca a la participación política de las conciencias. Puede que esto suene extraño en los oídos de los conservadores, pero lo evidente es que el desquiciamiento del país trae consigo la urgente necesidad de que participe votando elhombre consciente, o sea, el progresista, visionario y liberal. Yo creo que en las próximas elecciones y en tal orden de ideas habrá que rescatar lo más limpio, puro y comprometido de nuestra historia (aquí no tengo ningún escrúpulo o recelo, sino al contrario, en pronunciar el nombre de Juárez), en especial teniendo en cuenta al enloquecido del norte junto con su “muro”. Insisto en repasar y rescatar el legado de la Reforma con sus principios vertebrales de soberanía y paz. Sorpresas las habrá en julio de 2018, siendo que quien lo ignore no sabe nada de política. Lo indudable es que México necesita un cambio, el que hoy sólo es concebible políticamente hablando en los términos que propone la izquierda. No verlo así es negar que la rueda de la historia gira. El centro derecha por su parte ha mezclado, confundiéndolas, ideologías distintas. No obstante todo podría modificarse sorpresivamente de aquí a julio, pero a estas alturas los candidatos y sus programas, sus propuestas, se hallan bien alineados.

@RaulCarranca

www.facebook.com/despacho.raulcarranca

Para mí es muy claro el enfrentamiento político de este año en las elecciones presidenciales: Meade contra López Obrador y lo que representan. Así, el primero “contra” el segundo, y no se trata de una observación superficial porque López Obrador es el candidato a vencer, es decir, el hombre, el programa y el ideario. México, cosa curiosa, es un pueblo de izquierda pero con una fe manifiesta en la virgen de Guadalupe. Es cuestión de impulsos políticos y de creencias más que religiosas sentimentales.

La virgen representa algo intangible, consolador y en muchos casos reparador. Representa el compromiso con una duda, con una incógnita y con una esperanza. Pero el impulso político, lo que mueve al pueblo hasta el extremo de la acción, es la protesta, el “basta”. Nuestra historia lo demuestra. En un contexto reflexivo Hidalgo y Morelos, Juárez y Madero, y los héroes convulsos y volcánicos Villa y Zapata, fueron de izquierda. Su excitación política nunca pudo ser de derecha.

¿Qué es la izquierda? Una ideología progresista, liberal y avanzada en el sentido de audacia y novedad. La izquierda estimula sentimientos y emociones que, aunque puedan ser de ocasión histórica, son imprescindibles de resolver. ¿Y no es acaso motivo de esos sentimientos y emociones el hartazgo, el cansancio popular, la paciencia transformada en ira ante la corrupción y la violencia desenfrenada?

El centro derecha quiere gobernar lo que hay, con lo que se cuenta; quiere administrarlo sin grandes cambios. Quiere administrar moviendo las fichas de sitio y organizar de esa manera el desorden social. La izquierda, en cambio, quiere un cambio radical no necesariamente violento. Y el México actual, espectador y expectante, ve esto como una esperanza lúcida para renovarse. Renovación, eso es lo que necesitamos. No maquillajes muy a menudo con cosméticos comprados allende el Bravo. Queremos nuevos actores incluida también una renovación moral y espiritual.

Ahora bien, por supuesto que en toda elección de candidatos hay una expectativa de que estos triunfen y cumplan con su programa. Disraeli decía, según Stefan Zweig, que en el amor y en la política nada es seguro. Es verdad. Sin embargo, el solo hecho de que se hable de renovación moral y espiritual implica situar al elector, al depositario de la soberanía política popular, en el eje de un compromiso profundamente humano ya que no únicamente se votará moviendo una mano sino una conciencia. Y la izquierda de hoy, a mi juicio, convoca a la participación política de las conciencias. Puede que esto suene extraño en los oídos de los conservadores, pero lo evidente es que el desquiciamiento del país trae consigo la urgente necesidad de que participe votando elhombre consciente, o sea, el progresista, visionario y liberal. Yo creo que en las próximas elecciones y en tal orden de ideas habrá que rescatar lo más limpio, puro y comprometido de nuestra historia (aquí no tengo ningún escrúpulo o recelo, sino al contrario, en pronunciar el nombre de Juárez), en especial teniendo en cuenta al enloquecido del norte junto con su “muro”. Insisto en repasar y rescatar el legado de la Reforma con sus principios vertebrales de soberanía y paz. Sorpresas las habrá en julio de 2018, siendo que quien lo ignore no sabe nada de política. Lo indudable es que México necesita un cambio, el que hoy sólo es concebible políticamente hablando en los términos que propone la izquierda. No verlo así es negar que la rueda de la historia gira. El centro derecha por su parte ha mezclado, confundiéndolas, ideologías distintas. No obstante todo podría modificarse sorpresivamente de aquí a julio, pero a estas alturas los candidatos y sus programas, sus propuestas, se hallan bien alineados.

@RaulCarranca

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