/ viernes 1 de marzo de 2019

Cero tolerancia a la pederastia

Ha concluido, en Roma, el encuentro de los obispos presidentes de las conferencias episcopales de todo el mundo, convocados por el Papa Francisco para enfrentar con más eficacia la lucha contra el abuso de menores por parte de miembros de nuestra Iglesia.

He leído con detenimiento todas las intervenciones que hubo, no sólo las del Papa, de los obispos y cardenales, sino también de las víctimas y de otras personas. Mucho me llamó la atención la claridad y profundidad, así como el respeto y la competencia, de Valentina Alasraki, periodista mexicana. Todo se puede consultar en la página del vaticano: www.vatican.va

No faltan voces que digan que todo sigue igual, que son puras palabras y promesas. Siguen desconfiando, porque muchos han sufrido en carne propia no haber sido escuchados a tiempo y sostienen que sus victimarios no han sido castigados como merecen. Es explicable su postura. De todo aprendemos, para no seguir cometiendo errores del pasado. Sin embargo, no se puede decir que todo quede en palabras. Se ha avanzado mucho, aunque todavía nos falta más para que este delito desaparezca.

Se resalta también que el fenómeno no se circunscribe a clérigos de la Iglesia, sino que es bastante generalizado, aunque son pocas las víctimas que se atreven a denunciarlo.

Por ello, lo que la Iglesia está haciendo, debería estimular a otras instancias a profundizar en las raíces e implementar medidas más eficaces para su justo tratamiento.

El Papa Francisco, en su discurso conclusivo, entre muchas otras cosas, dijo: Quisiera reafirmar con claridad: si en la Iglesia se descubre incluso un solo caso de abuso —que representa ya en sí mismo una monstruosidad—, ese caso será afrontado con la mayor seriedad” (24-II-2019).

ACTUAR

Condenemos claramente estos delitos, pero no califiquemos como pedófilos a todos los clérigos. Hay casos muy deplorables, pero la inmensa mayoría es fiel a su vocación y respeta la dignidad de los niños y de la comunidad. Si vemos algún desorden, sigamos el consejo evangélico: hablar directamente con la persona, hacerlo con testigos y, si es necesario, denunciarlo ante la comunidad y las autoridades civiles y religiosas. Y oremos al Espíritu Santo, para purificar más y más a nuestra Iglesia.

Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas

Ha concluido, en Roma, el encuentro de los obispos presidentes de las conferencias episcopales de todo el mundo, convocados por el Papa Francisco para enfrentar con más eficacia la lucha contra el abuso de menores por parte de miembros de nuestra Iglesia.

He leído con detenimiento todas las intervenciones que hubo, no sólo las del Papa, de los obispos y cardenales, sino también de las víctimas y de otras personas. Mucho me llamó la atención la claridad y profundidad, así como el respeto y la competencia, de Valentina Alasraki, periodista mexicana. Todo se puede consultar en la página del vaticano: www.vatican.va

No faltan voces que digan que todo sigue igual, que son puras palabras y promesas. Siguen desconfiando, porque muchos han sufrido en carne propia no haber sido escuchados a tiempo y sostienen que sus victimarios no han sido castigados como merecen. Es explicable su postura. De todo aprendemos, para no seguir cometiendo errores del pasado. Sin embargo, no se puede decir que todo quede en palabras. Se ha avanzado mucho, aunque todavía nos falta más para que este delito desaparezca.

Se resalta también que el fenómeno no se circunscribe a clérigos de la Iglesia, sino que es bastante generalizado, aunque son pocas las víctimas que se atreven a denunciarlo.

Por ello, lo que la Iglesia está haciendo, debería estimular a otras instancias a profundizar en las raíces e implementar medidas más eficaces para su justo tratamiento.

El Papa Francisco, en su discurso conclusivo, entre muchas otras cosas, dijo: Quisiera reafirmar con claridad: si en la Iglesia se descubre incluso un solo caso de abuso —que representa ya en sí mismo una monstruosidad—, ese caso será afrontado con la mayor seriedad” (24-II-2019).

ACTUAR

Condenemos claramente estos delitos, pero no califiquemos como pedófilos a todos los clérigos. Hay casos muy deplorables, pero la inmensa mayoría es fiel a su vocación y respeta la dignidad de los niños y de la comunidad. Si vemos algún desorden, sigamos el consejo evangélico: hablar directamente con la persona, hacerlo con testigos y, si es necesario, denunciarlo ante la comunidad y las autoridades civiles y religiosas. Y oremos al Espíritu Santo, para purificar más y más a nuestra Iglesia.

Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas