/ martes 27 de febrero de 2018

China subvalúa su moneda y México la sobrevalúa

En el artículo del martes pasado nos referíamos a la naturaleza de la globalización, la cual ha traído como consecuencia el que durante las últimas cuatro décadas se hayan cuadruplicado los intercambios comerciales entre los países del planeta. Esa trascendental transformación de las relaciones entre las naciones ha impulsado con singular vigor el imperativo de dotar a los aparatos productivos nacionales de mayor competitividad para enfrentar unos desafíos que ya no se limitan a los lanzados por competidores del ámbito local, sino que se extienden sin límites a lo ancho y largo del mundo.

Hoy, nuestros artesanos que fabricaban banderas mexicanas para fiestas septembrinas o vírgenes de Guadalupe para las decembrinas, se están viendo obligados a competir con productos enviados desde lejanas tierras asiáticas, y si eso sucede con bienes de tan simple elaboración y reducido costo, imaginemos lo que está aconteciendo con productos de mucha mayor rentabilidad.

A pesar de las múltiples quejas que se vierten en torno a la globalización, podemos constatar hoy que un país como China que era mucho más subdesarrollado que nosotros supo montarse en la ola de la globalización y capitalizarla, de manera que pudo hacer crecer su PIB a un extraordinario ritmo que llegó a sobrepasar el 10% anual. Lo hizo con mucho esfuerzo, con disciplina, con intenso trabajo y asumiendo importantes sacrificios. Existen notables diferencias en la estrategia asumida por China con respecto a la conducida por México, pero concentrémonos aquí en una, en el abierto contraste entre la sobrevaluación y subvaluación de las respectivas monedas.

Mientras China, ante el imperativo de competitividad, ha optado por mantener subvaluado su renminbi, en México hemos optado por lo opuesto: mantener sobrevaluado nuestro peso. Seguimos aquí el realista y pragmático criterio promovido por José Luis Calva Téllez, al adoptar como medida fundamental del valor de la moneda la competitividad o falta de competitividad del aparato productivo del país, de manera que si la balanza de cuenta corriente es deficitaria, la moneda está sobrevaluada y si superavitaria, subvaluada.

Mantener una moneda sobrevaluada tiene la enorme ventaja de adornar a los gobernantes porque brinda a la colectividad nacional un más elevado poder adquisitivo del que debiera tener si la balanza de cuenta corriente estuviera en equilibrio. Brinda mayor bienestar material pero sin sustento en largo plazo, ya que la sobrevaluación tiene como contrapartida natural el abaratar las importaciones y encarecer las exportaciones, con lo cual tienden a agudizarse tanto el déficit de cuenta corriente como las necesidades de devaluación.

China se ha sabido montar en la ola de la globalización porque ha asumido esfuerzos y sacrificios de austeridad, impulsando un elevado nivel de ahorro e inversión que al menos duplica el realizado en México, de forma tal que alcanza una tasa de inversión del 40% de su PIB. Además, se ha plegado a mayor austeridad al mantener una moneda subvaluada, lo cual reduce su poder de compra, pero que al abaratar sus exportaciones y encarecer sus importaciones, conquista más y más mercados, tendiendo así a maximizar la inversión interna y con ello a crear más y más empleos y a generar más riqueza al interior de su país.

amartinezv@derecho.unam.mx @AlejoMVendrell

En el artículo del martes pasado nos referíamos a la naturaleza de la globalización, la cual ha traído como consecuencia el que durante las últimas cuatro décadas se hayan cuadruplicado los intercambios comerciales entre los países del planeta. Esa trascendental transformación de las relaciones entre las naciones ha impulsado con singular vigor el imperativo de dotar a los aparatos productivos nacionales de mayor competitividad para enfrentar unos desafíos que ya no se limitan a los lanzados por competidores del ámbito local, sino que se extienden sin límites a lo ancho y largo del mundo.

Hoy, nuestros artesanos que fabricaban banderas mexicanas para fiestas septembrinas o vírgenes de Guadalupe para las decembrinas, se están viendo obligados a competir con productos enviados desde lejanas tierras asiáticas, y si eso sucede con bienes de tan simple elaboración y reducido costo, imaginemos lo que está aconteciendo con productos de mucha mayor rentabilidad.

A pesar de las múltiples quejas que se vierten en torno a la globalización, podemos constatar hoy que un país como China que era mucho más subdesarrollado que nosotros supo montarse en la ola de la globalización y capitalizarla, de manera que pudo hacer crecer su PIB a un extraordinario ritmo que llegó a sobrepasar el 10% anual. Lo hizo con mucho esfuerzo, con disciplina, con intenso trabajo y asumiendo importantes sacrificios. Existen notables diferencias en la estrategia asumida por China con respecto a la conducida por México, pero concentrémonos aquí en una, en el abierto contraste entre la sobrevaluación y subvaluación de las respectivas monedas.

Mientras China, ante el imperativo de competitividad, ha optado por mantener subvaluado su renminbi, en México hemos optado por lo opuesto: mantener sobrevaluado nuestro peso. Seguimos aquí el realista y pragmático criterio promovido por José Luis Calva Téllez, al adoptar como medida fundamental del valor de la moneda la competitividad o falta de competitividad del aparato productivo del país, de manera que si la balanza de cuenta corriente es deficitaria, la moneda está sobrevaluada y si superavitaria, subvaluada.

Mantener una moneda sobrevaluada tiene la enorme ventaja de adornar a los gobernantes porque brinda a la colectividad nacional un más elevado poder adquisitivo del que debiera tener si la balanza de cuenta corriente estuviera en equilibrio. Brinda mayor bienestar material pero sin sustento en largo plazo, ya que la sobrevaluación tiene como contrapartida natural el abaratar las importaciones y encarecer las exportaciones, con lo cual tienden a agudizarse tanto el déficit de cuenta corriente como las necesidades de devaluación.

China se ha sabido montar en la ola de la globalización porque ha asumido esfuerzos y sacrificios de austeridad, impulsando un elevado nivel de ahorro e inversión que al menos duplica el realizado en México, de forma tal que alcanza una tasa de inversión del 40% de su PIB. Además, se ha plegado a mayor austeridad al mantener una moneda subvaluada, lo cual reduce su poder de compra, pero que al abaratar sus exportaciones y encarecer sus importaciones, conquista más y más mercados, tendiendo así a maximizar la inversión interna y con ello a crear más y más empleos y a generar más riqueza al interior de su país.

amartinezv@derecho.unam.mx @AlejoMVendrell