/ martes 12 de mayo de 2020

Clase media y democracia: un debate pertinente

Desde hace casi un lustro, en el mundo occidental empezó a gestarse un fenómeno político particular: los regímenes conservadores empezaron a llegar al poder por vías democráticas. Esto quiere decir que la gente empezó a votar por candidatos “anti-establishment” que buscan el aislacionismo económico, exacerban los nacionalismos y rechazan la cooperación global; en otras palabras, que van contra las normas e instituciones de la democracia liberal. Las razones: la creciente insatisfacción con el desempeño microeconómico; la sensación de que, gane quien gane, las cosas no cambian mucho; la corrupción en la esfera política; la creciente inseguridad y desigualdad; así como la permanencia de una élite intocable (datos de Pew Research Center).

Hoy, la pandemia de COVID-19 no sólo amenaza la vida de las personas y la economía de los países, sino que también pone en jaque la capacidad de las instituciones públicas y del gobierno para proveer servicios básicos como salud y educación; evitar que las personas pierdan sus empresas y patrimonio y, en general para generar confianza sobre las estrategias y cifras que comparten.

¿Por qué debe preocuparnos (y ocuparnos) está situación? Porque si las instituciones construidas democráticamente no tienen la capacidad de brindar certeza sobre el futuro, la población se va a terminar de desencantar de ellas (y con justa razón), ¿quién apoyaría una forma de gobierno que no puede dar ninguna seguridad ni bienestar?

En México no podemos ignorar este asunto porque construir nuestro inacabado camino a la democracia ha costado sangre, sudor y lágrimas, así que no podemos darnos el lujo de dejar que se desmorone. Además, todos sabemos que los regímenes menos democráticos son tierra fértil para la pobreza y el irrespeto a los derechos más básicos como la libertad, la vida y la propiedad. Y porque la libre empresa y el fortalecimiento de la clase media, no se explican sin democracia. Esto no es cosa menor ya que la consolidación de la clase media significa que cada vez más personas salen de la pobreza y van mejorando el modo de vida propio y de sus familias. Esta misma clase media es la que emprende e invierte su patrimonio en micro, pequeñas y medianas empresas, que son las que piden a las autoridades piso parejo para competir, reglas claras y poner fin al “capitalismo de cuates” que nada más deja participar a aquellos que están ligados con la política, generalmente de formas poco honestas. En otras palabras, a México le conviene tener cada vez más clase media y cada vez menos pobreza y menos desigualdad.

Pero hablar de ensanchar a la clase media en un contexto donde hay cierres de empresas, pérdida de empleos, pocos créditos disponibles y una erosión profunda a la seguridad social, puede parecer una locura; sin embargo, el futuro inmediato de nuestro país, de nuestra empresa, de nuestro empleo y de nuestra familia, depende de la forma en que respondamos a esta situación, así que más nos vale ponernos en acción.

Hoy tenemos frente a nosotros el reto de reactivar la economía nacional mediante un regreso ordenado y progresivo, donde la responsabilidad del empleador y del colaborador no se limite al espacio laboral, sino que se evalúen los riesgos de cada sector económico en su contexto local. En otras palabras, nos tenemos que preguntar cómo vamos a echar a andar a las empresas tomando en cuenta factores que antes no eran tan evidentes como: la distancia dentro de la planta, la distancia que cada trabajador recorre hacia su centro de trabajo, cuantos que protocolos está siguiendo la ciudad donde se encuentra la planta, cuantos hospitales hay en la localidad. En fin, la responsabilidad de la reactivación económica es extensiva a autoridades de los tres órdenes de gobierno, a empleadores y a trabajadores.

Y en esta tarea, será muy importante la coordinación con las autoridades de salud y seguridad laboral y de instancias como el IMSS, que si bien está trabajando en lineamientos para un regreso seguro, deberá también abrir los canales de comunicación para que todos los espacios laborales, desde los micro hasta las grandes fábricas y corporativos, se enteren de las nuevas medidas que deberemos procurar.

Por otra parte, para impulsar el consumo habrá que considerar que la demanda cambiará y que los consumidores que vamos a encontrar en juniono tendrán las mismas necesidades y posibilidades que tuvieron en marzo. Es decir, la estrategia que adoptemos hoy deberá ser pensada para los próximos 18 meses al menos, pues al no existir cura o vacuna probada y garantizada, vamos a tener que coexistir con el virus, haciendo todo lo humanamente posible para asegurarnos de que no cobre más vidas ni que haya lugar para nuevos brotes masivos.

Desde hace casi un lustro, en el mundo occidental empezó a gestarse un fenómeno político particular: los regímenes conservadores empezaron a llegar al poder por vías democráticas. Esto quiere decir que la gente empezó a votar por candidatos “anti-establishment” que buscan el aislacionismo económico, exacerban los nacionalismos y rechazan la cooperación global; en otras palabras, que van contra las normas e instituciones de la democracia liberal. Las razones: la creciente insatisfacción con el desempeño microeconómico; la sensación de que, gane quien gane, las cosas no cambian mucho; la corrupción en la esfera política; la creciente inseguridad y desigualdad; así como la permanencia de una élite intocable (datos de Pew Research Center).

Hoy, la pandemia de COVID-19 no sólo amenaza la vida de las personas y la economía de los países, sino que también pone en jaque la capacidad de las instituciones públicas y del gobierno para proveer servicios básicos como salud y educación; evitar que las personas pierdan sus empresas y patrimonio y, en general para generar confianza sobre las estrategias y cifras que comparten.

¿Por qué debe preocuparnos (y ocuparnos) está situación? Porque si las instituciones construidas democráticamente no tienen la capacidad de brindar certeza sobre el futuro, la población se va a terminar de desencantar de ellas (y con justa razón), ¿quién apoyaría una forma de gobierno que no puede dar ninguna seguridad ni bienestar?

En México no podemos ignorar este asunto porque construir nuestro inacabado camino a la democracia ha costado sangre, sudor y lágrimas, así que no podemos darnos el lujo de dejar que se desmorone. Además, todos sabemos que los regímenes menos democráticos son tierra fértil para la pobreza y el irrespeto a los derechos más básicos como la libertad, la vida y la propiedad. Y porque la libre empresa y el fortalecimiento de la clase media, no se explican sin democracia. Esto no es cosa menor ya que la consolidación de la clase media significa que cada vez más personas salen de la pobreza y van mejorando el modo de vida propio y de sus familias. Esta misma clase media es la que emprende e invierte su patrimonio en micro, pequeñas y medianas empresas, que son las que piden a las autoridades piso parejo para competir, reglas claras y poner fin al “capitalismo de cuates” que nada más deja participar a aquellos que están ligados con la política, generalmente de formas poco honestas. En otras palabras, a México le conviene tener cada vez más clase media y cada vez menos pobreza y menos desigualdad.

Pero hablar de ensanchar a la clase media en un contexto donde hay cierres de empresas, pérdida de empleos, pocos créditos disponibles y una erosión profunda a la seguridad social, puede parecer una locura; sin embargo, el futuro inmediato de nuestro país, de nuestra empresa, de nuestro empleo y de nuestra familia, depende de la forma en que respondamos a esta situación, así que más nos vale ponernos en acción.

Hoy tenemos frente a nosotros el reto de reactivar la economía nacional mediante un regreso ordenado y progresivo, donde la responsabilidad del empleador y del colaborador no se limite al espacio laboral, sino que se evalúen los riesgos de cada sector económico en su contexto local. En otras palabras, nos tenemos que preguntar cómo vamos a echar a andar a las empresas tomando en cuenta factores que antes no eran tan evidentes como: la distancia dentro de la planta, la distancia que cada trabajador recorre hacia su centro de trabajo, cuantos que protocolos está siguiendo la ciudad donde se encuentra la planta, cuantos hospitales hay en la localidad. En fin, la responsabilidad de la reactivación económica es extensiva a autoridades de los tres órdenes de gobierno, a empleadores y a trabajadores.

Y en esta tarea, será muy importante la coordinación con las autoridades de salud y seguridad laboral y de instancias como el IMSS, que si bien está trabajando en lineamientos para un regreso seguro, deberá también abrir los canales de comunicación para que todos los espacios laborales, desde los micro hasta las grandes fábricas y corporativos, se enteren de las nuevas medidas que deberemos procurar.

Por otra parte, para impulsar el consumo habrá que considerar que la demanda cambiará y que los consumidores que vamos a encontrar en juniono tendrán las mismas necesidades y posibilidades que tuvieron en marzo. Es decir, la estrategia que adoptemos hoy deberá ser pensada para los próximos 18 meses al menos, pues al no existir cura o vacuna probada y garantizada, vamos a tener que coexistir con el virus, haciendo todo lo humanamente posible para asegurarnos de que no cobre más vidas ni que haya lugar para nuevos brotes masivos.