/ jueves 4 de octubre de 2018

Comercio global, proceso no reversible

Cuando dentro del alpinismo, se practica la escalada en roca o hielo, la primera enseñanza que se recibe es que, al haberse avanzado un trecho considerable, es más peligroso retroceder que continuar hacia la meta establecida. Algo similar ocurre con los procesos de globalización del comercio, pues cuando se pretende revertirles, lejos de generarse algún mínimo beneficio, lo que se da, es una serie de perjuicios que afectan economías locales e internacionales.

Desde que en la Gran Bretaña se dio el referéndum para determinar si continuaban o no en la Unión Europea, en el que el NO terminó ganando, lo que iba contra lo que indicaban todas las encuestas previas, hay una sensación permanente de arrepentimiento e incluso se ha pedido con insistencia repetir el proceso, dado que se ha cobrado conciencia del gran costo que tendrá para los británicos el quedar fuera de la Europa unificada.

Incluso se han retomado aspiraciones independentistas, como la de Escocia, donde los separatistas han tomado como bandera para escindirse de los británicos, el retomar la membresía en la Unión Europea.

Señalar lo complicado y arriesgado de buscar revertir los procesos de globalización del comercio, en ningún sentido es una exageración, ya que por ejemplo en materia de productos manufacturados, cada vez los hay menos que se elaboren íntegramente en un solo país.

Por ejemplo, en materia de automóviles, es cada vez más común que los motores sean elaborados en una nación determinada, mientras que las carrocerías se hacen en otra soberanía y una serie de detalles, como asientos, filtros, aires acondicionados y demás, se hacen en otros lugares, para que finalmente todos los componentes terminen por juntarse en otra nación, en la que se le termina de dar forma a un vehículo determinado.

Algo similar ocurre con aparatos electrónicos como computadoras, teléfonos inteligentes, tabletas electrónicas y otros tantos, cuyos diferentes componentes no necesariamente son hechos en los países en los que se les termina ensamblando, procediendo circuitos, pantallas, baterías y cables, entre otros, de diferentes naciones.

Es por ello que cuando llegan líderes ultraconservadores que pretenden imponer aranceles (impuestos a la importación) a elementos como el acero y el aluminio, como ha hecho recientemente el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, lo único que se consigue es encarecer los procesos y alterarlos, lo que invariablemente va en detrimento de la economía de los consumidores, que finalmente son la razón de ser de todos los procesos comerciales.

Finalmente la presión de lo que más conviene, termina imponiéndose a cualquier línea discursiva, razón por la que de una u otra forma quedaron atrás las presiones que en su primer año de mandato, hizo Trump, respecto a terminar con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), sobre el que terminó haciéndose una renegociación que a todas luces era necesaria, particularmente por lo que han cambiado las condiciones comerciales desde 1994, año en que entró en vigor el Tratado, tiempo en el que por ejemplo, no existía aún el comercio vía internet.

Sin duda, el conseguir una renegociación exitosa del TLCAN, cuyo nombre ahora será USMCA, fue un proceso equivalente a navegar a contracorriente, siendo además de un triunfo en materia económica, un éxito en el área diplomática, algo digno del aplauso para el equipo mexicano, que por una parte debió conseguir un acuerdo de ganar-ganar con los estadounidenses y por otra dirimir las diferencias de éstos con los canadienses, para que una vez más, el Tratado fuera trilateral. Es así que seguimos constituyendo el área de libre comercio más grande del mundo.


FB: YolandaDeLaTorreV

Tw: @Yoladelatorre


Cuando dentro del alpinismo, se practica la escalada en roca o hielo, la primera enseñanza que se recibe es que, al haberse avanzado un trecho considerable, es más peligroso retroceder que continuar hacia la meta establecida. Algo similar ocurre con los procesos de globalización del comercio, pues cuando se pretende revertirles, lejos de generarse algún mínimo beneficio, lo que se da, es una serie de perjuicios que afectan economías locales e internacionales.

Desde que en la Gran Bretaña se dio el referéndum para determinar si continuaban o no en la Unión Europea, en el que el NO terminó ganando, lo que iba contra lo que indicaban todas las encuestas previas, hay una sensación permanente de arrepentimiento e incluso se ha pedido con insistencia repetir el proceso, dado que se ha cobrado conciencia del gran costo que tendrá para los británicos el quedar fuera de la Europa unificada.

Incluso se han retomado aspiraciones independentistas, como la de Escocia, donde los separatistas han tomado como bandera para escindirse de los británicos, el retomar la membresía en la Unión Europea.

Señalar lo complicado y arriesgado de buscar revertir los procesos de globalización del comercio, en ningún sentido es una exageración, ya que por ejemplo en materia de productos manufacturados, cada vez los hay menos que se elaboren íntegramente en un solo país.

Por ejemplo, en materia de automóviles, es cada vez más común que los motores sean elaborados en una nación determinada, mientras que las carrocerías se hacen en otra soberanía y una serie de detalles, como asientos, filtros, aires acondicionados y demás, se hacen en otros lugares, para que finalmente todos los componentes terminen por juntarse en otra nación, en la que se le termina de dar forma a un vehículo determinado.

Algo similar ocurre con aparatos electrónicos como computadoras, teléfonos inteligentes, tabletas electrónicas y otros tantos, cuyos diferentes componentes no necesariamente son hechos en los países en los que se les termina ensamblando, procediendo circuitos, pantallas, baterías y cables, entre otros, de diferentes naciones.

Es por ello que cuando llegan líderes ultraconservadores que pretenden imponer aranceles (impuestos a la importación) a elementos como el acero y el aluminio, como ha hecho recientemente el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, lo único que se consigue es encarecer los procesos y alterarlos, lo que invariablemente va en detrimento de la economía de los consumidores, que finalmente son la razón de ser de todos los procesos comerciales.

Finalmente la presión de lo que más conviene, termina imponiéndose a cualquier línea discursiva, razón por la que de una u otra forma quedaron atrás las presiones que en su primer año de mandato, hizo Trump, respecto a terminar con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), sobre el que terminó haciéndose una renegociación que a todas luces era necesaria, particularmente por lo que han cambiado las condiciones comerciales desde 1994, año en que entró en vigor el Tratado, tiempo en el que por ejemplo, no existía aún el comercio vía internet.

Sin duda, el conseguir una renegociación exitosa del TLCAN, cuyo nombre ahora será USMCA, fue un proceso equivalente a navegar a contracorriente, siendo además de un triunfo en materia económica, un éxito en el área diplomática, algo digno del aplauso para el equipo mexicano, que por una parte debió conseguir un acuerdo de ganar-ganar con los estadounidenses y por otra dirimir las diferencias de éstos con los canadienses, para que una vez más, el Tratado fuera trilateral. Es así que seguimos constituyendo el área de libre comercio más grande del mundo.


FB: YolandaDeLaTorreV

Tw: @Yoladelatorre