/ domingo 27 de enero de 2019

¿Cómo dijo? 

Todo en chiquito es más sabrosito

Me acabo de comer unos taquitos bien sabrosos, con su salsita picosita. Luego un atolito, ¿por qué no? Y para completar la mañana no puede faltar el cafecito, que si me lo acompaña con un pedacito de pan, pues mejor.

Usamos mucho el diminutivo en México, de eso no hay duda. O sea que hacemos chiquitas las cosas con la intención de dar un énfasis muy notable a lo que queremos decir. O tal vez, más que énfasis, lo que queremos es dar un mayor sentido de cordialidad a lo que decimos. Lo más curioso es que por lo general funciona.

No es lo mismo decir: “¿quieren café?” a decir: “¿quieren un cafecito?”, estará usted de acuerdo. Usando el diminutivo se rompe con la horrible frialdad de la primera opción, porque si no, la invitación no se apetece porque es como tomarse un café que ya se enfrió… ¡guácala!

Si voy de visita a una casa extraña y me dicen: “¿quieres un café?” podría pensar que la invitación es forzada o nada más “por cumplir”, o tal vez hasta pensaría que lo que quieren es que ya me vaya. En cambio, la expresión “¿un cafecito?” suena mucho más cordial y desde que me la dicen ya casi me parece aspirar el aroma del café y me siento como si estuviera en mi propia casa con mi familia; definitivamente es mucho más atractiva la invitación, todo por agregarle un diminutivo.

Los mexicanos somos adictos al “diminutivismo” que hasta el adverbio lo usamos con mucha frecuencia en esa forma, violando flagrantemente la regla gramatical de que el adverbio es un elemento invariable de la oración, es decir, que no tiene género, número ni persona, y que por supuesto tampoco puede aceptar convertirse a aumentativo o diminutivo.

“Ahorita vengo, no me tardo nadita. Nada más voy aquí cerquita pero prontito regreso…” Expresiones como ésta se dan mucho en nuestro lenguaje cotidiano, utilizando barbarismos a granel y causando vahídos —o sea, desvanecimientos— a más de un purista de la lengua, porque “ahora”, “nada”, “cerca” y “pronto” son adverbios que, como le digo, no pueden cambiar.

Tan fuerte es la costumbre que ya se han aceptado “ahorita” “cerquita” y “prontito” por la Academia Española de la Lengua. Y es que no les quedó más remedio, porque se usan tanto que hay que aceptarlas como una parte importante de nuestro lenguaje.

Además, ¿qué haríamos sin los diminutivos? No quiero imaginarlo ni tantito…


Consultorio Verbal comodijo2@hotmail.com Twitter: @comodijo


PREGUNTA DEL PÚBLICO: ¿Cómo hace el pato? pregunta Gabriela Sánchez.

LE RESPONDO: Pues “cuac cuac”. Bueno, antes de que me lance el tomatazo, le digo que el pato parpa. Así se dice al sonido que producen los patos.

AHORA LE PREGUNTO: ¡Es usted un corifeo! Ah, muchas gracias… a ver, espere, primero necesito saber qué es un corifeo:


  • Un deportista ganador.
  • Un líder de opinión.
  • Un cantante de coros.
  • Un mal orador.


RESPUESTA: b. Corifeo viene del griego corifé que se refiere a la cima. Ahora se le llama corifeo a una persona que es seguida por otras en una opinión o ideología.

Frase reflexiva para terminar: Hablar cualquiera puede. Para conversar se necesita inteligencia. ¿Cómo dijo? Hasta la próxima.


Todo en chiquito es más sabrosito

Me acabo de comer unos taquitos bien sabrosos, con su salsita picosita. Luego un atolito, ¿por qué no? Y para completar la mañana no puede faltar el cafecito, que si me lo acompaña con un pedacito de pan, pues mejor.

Usamos mucho el diminutivo en México, de eso no hay duda. O sea que hacemos chiquitas las cosas con la intención de dar un énfasis muy notable a lo que queremos decir. O tal vez, más que énfasis, lo que queremos es dar un mayor sentido de cordialidad a lo que decimos. Lo más curioso es que por lo general funciona.

No es lo mismo decir: “¿quieren café?” a decir: “¿quieren un cafecito?”, estará usted de acuerdo. Usando el diminutivo se rompe con la horrible frialdad de la primera opción, porque si no, la invitación no se apetece porque es como tomarse un café que ya se enfrió… ¡guácala!

Si voy de visita a una casa extraña y me dicen: “¿quieres un café?” podría pensar que la invitación es forzada o nada más “por cumplir”, o tal vez hasta pensaría que lo que quieren es que ya me vaya. En cambio, la expresión “¿un cafecito?” suena mucho más cordial y desde que me la dicen ya casi me parece aspirar el aroma del café y me siento como si estuviera en mi propia casa con mi familia; definitivamente es mucho más atractiva la invitación, todo por agregarle un diminutivo.

Los mexicanos somos adictos al “diminutivismo” que hasta el adverbio lo usamos con mucha frecuencia en esa forma, violando flagrantemente la regla gramatical de que el adverbio es un elemento invariable de la oración, es decir, que no tiene género, número ni persona, y que por supuesto tampoco puede aceptar convertirse a aumentativo o diminutivo.

“Ahorita vengo, no me tardo nadita. Nada más voy aquí cerquita pero prontito regreso…” Expresiones como ésta se dan mucho en nuestro lenguaje cotidiano, utilizando barbarismos a granel y causando vahídos —o sea, desvanecimientos— a más de un purista de la lengua, porque “ahora”, “nada”, “cerca” y “pronto” son adverbios que, como le digo, no pueden cambiar.

Tan fuerte es la costumbre que ya se han aceptado “ahorita” “cerquita” y “prontito” por la Academia Española de la Lengua. Y es que no les quedó más remedio, porque se usan tanto que hay que aceptarlas como una parte importante de nuestro lenguaje.

Además, ¿qué haríamos sin los diminutivos? No quiero imaginarlo ni tantito…


Consultorio Verbal comodijo2@hotmail.com Twitter: @comodijo


PREGUNTA DEL PÚBLICO: ¿Cómo hace el pato? pregunta Gabriela Sánchez.

LE RESPONDO: Pues “cuac cuac”. Bueno, antes de que me lance el tomatazo, le digo que el pato parpa. Así se dice al sonido que producen los patos.

AHORA LE PREGUNTO: ¡Es usted un corifeo! Ah, muchas gracias… a ver, espere, primero necesito saber qué es un corifeo:


  • Un deportista ganador.
  • Un líder de opinión.
  • Un cantante de coros.
  • Un mal orador.


RESPUESTA: b. Corifeo viene del griego corifé que se refiere a la cima. Ahora se le llama corifeo a una persona que es seguida por otras en una opinión o ideología.

Frase reflexiva para terminar: Hablar cualquiera puede. Para conversar se necesita inteligencia. ¿Cómo dijo? Hasta la próxima.


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