/ jueves 28 de diciembre de 2017

¿Cómo dijo?

■ El sobrino que no soltaba la silla

De niños usábamos con mucha frecuencia ese dicho de que el que se fue a la Villa perdió su silla y nos daba mucho coraje cuando nos tocaba ser la víctima. En un evento en el que los asientos escaseaban, tú te sentías afortunado porque habías alcanzado un lugar privilegiado. Entonces venía un compañero, probablemente un cómplice del desgraciado que quería robarte el asiento, así que con cualquier pretexto te hacía moverte de ahí y al regresar encontrabas al otro tipo muy sentadote que además te decía burlón: el que se fue pa’ la Villa perdió su silla.

Pues resulta que originalmente la expresión en España era “el que se fue a Sevilla, perdió su silla” y que en México se cambió la ciudad y provincia española por la Villa, que es un nombre muy familiar, principalmente entre los chilangos –perdón, digo los capitalinos- porque sin decirlo se refiere a la Villa de Guadalupe donde está la Basílica de la que se considera la Virgen del mismo nombre que es, sin duda, la virgen de los mexicanos.

La alusión a la ciudad en la versión española del dicho no es solamente por la rima de silla con Sevilla. Dicen que durante el reinado de Enrique VII en Castilla, el arzobispo de Sevilla era don Alonso de Fonseca, y que un día éste le pidió a su sobrino que era arzobispo de Compostela que se quedara “a cargo de su cargo” o sea que le ha de haber dicho: “ahí te dejo para que me manejes el negocio porque tengo que ir a Comspostela a componer algunos problemas derivados de mi nueva designación como arzobispo de aquel lugar”.

Don Alonso fue, arregló lo que tenía que arreglar y volvió pero al regresar se encontró con que el gandaya de su sobrino, se sentía muy a gusto regenteando la sede que le habían dejado encargada y entonces se enfrentó con el tío diciéndole: pues el que se fue de Sevilla, perdió su silla y el que da y quita, con el diablo se desquita. Además, tío, tú nunca me dijiste que me dejabas esta silla nada más “por mientras”, así que yo no me muevo de aquí y hazle como quieras.

El tío, que se sintió defraudado, armó un escándalo que llegó a requerir la intervención del Papa y hasta del propio rey Enrique VII, de manera que el sobrino gandaya terminó en el bote condenado a cinco años mascando barrote, por ése y por otros delitos que ya venía cargando de tiempo atrás.

El buen amigo Arturo Ortega Morán ha hecho una serie de interesantes investigaciones acerca del origen de ése y muchos otros dichos, como el de “estás en Bavia” que te dicen cuando estás totalmente

distraído.

Yo creía que Bavia era sólo un nombre inventado porque se asocia con “la baba” o sea que estar en Bavia era como decir “estás en la pura baba” pero Ortega nos revela que Bavia existe y que es “una apartada comarca de la provincia de León, en España, poco fértil y bastante alejada de las zonas

pobladas…”.

En la Edad Media abundaba la caza en ese lugar y ahí se iban los reyes a practicar su deporte favorito y de pasada a “desestresarse” de su chamba de rey, que aunque a veces no lo parezca, tiene muchas presiones. Entonces cuando los súbditos iban a buscar al rey para plantearle algún problema, no era raro que les salieran con la excusa de que el soberano “estaba en Bavia” y que de momento no podía atenderlos.

Es casi igual que ahora, solo que cuando va uno a buscar a un ejecutivo importante en lugar de decir que está en Bavia le salen con la trillada excusa de que “se encuentra en junta”.

■ El sobrino que no soltaba la silla

De niños usábamos con mucha frecuencia ese dicho de que el que se fue a la Villa perdió su silla y nos daba mucho coraje cuando nos tocaba ser la víctima. En un evento en el que los asientos escaseaban, tú te sentías afortunado porque habías alcanzado un lugar privilegiado. Entonces venía un compañero, probablemente un cómplice del desgraciado que quería robarte el asiento, así que con cualquier pretexto te hacía moverte de ahí y al regresar encontrabas al otro tipo muy sentadote que además te decía burlón: el que se fue pa’ la Villa perdió su silla.

Pues resulta que originalmente la expresión en España era “el que se fue a Sevilla, perdió su silla” y que en México se cambió la ciudad y provincia española por la Villa, que es un nombre muy familiar, principalmente entre los chilangos –perdón, digo los capitalinos- porque sin decirlo se refiere a la Villa de Guadalupe donde está la Basílica de la que se considera la Virgen del mismo nombre que es, sin duda, la virgen de los mexicanos.

La alusión a la ciudad en la versión española del dicho no es solamente por la rima de silla con Sevilla. Dicen que durante el reinado de Enrique VII en Castilla, el arzobispo de Sevilla era don Alonso de Fonseca, y que un día éste le pidió a su sobrino que era arzobispo de Compostela que se quedara “a cargo de su cargo” o sea que le ha de haber dicho: “ahí te dejo para que me manejes el negocio porque tengo que ir a Comspostela a componer algunos problemas derivados de mi nueva designación como arzobispo de aquel lugar”.

Don Alonso fue, arregló lo que tenía que arreglar y volvió pero al regresar se encontró con que el gandaya de su sobrino, se sentía muy a gusto regenteando la sede que le habían dejado encargada y entonces se enfrentó con el tío diciéndole: pues el que se fue de Sevilla, perdió su silla y el que da y quita, con el diablo se desquita. Además, tío, tú nunca me dijiste que me dejabas esta silla nada más “por mientras”, así que yo no me muevo de aquí y hazle como quieras.

El tío, que se sintió defraudado, armó un escándalo que llegó a requerir la intervención del Papa y hasta del propio rey Enrique VII, de manera que el sobrino gandaya terminó en el bote condenado a cinco años mascando barrote, por ése y por otros delitos que ya venía cargando de tiempo atrás.

El buen amigo Arturo Ortega Morán ha hecho una serie de interesantes investigaciones acerca del origen de ése y muchos otros dichos, como el de “estás en Bavia” que te dicen cuando estás totalmente

distraído.

Yo creía que Bavia era sólo un nombre inventado porque se asocia con “la baba” o sea que estar en Bavia era como decir “estás en la pura baba” pero Ortega nos revela que Bavia existe y que es “una apartada comarca de la provincia de León, en España, poco fértil y bastante alejada de las zonas

pobladas…”.

En la Edad Media abundaba la caza en ese lugar y ahí se iban los reyes a practicar su deporte favorito y de pasada a “desestresarse” de su chamba de rey, que aunque a veces no lo parezca, tiene muchas presiones. Entonces cuando los súbditos iban a buscar al rey para plantearle algún problema, no era raro que les salieran con la excusa de que el soberano “estaba en Bavia” y que de momento no podía atenderlos.

Es casi igual que ahora, solo que cuando va uno a buscar a un ejecutivo importante en lugar de decir que está en Bavia le salen con la trillada excusa de que “se encuentra en junta”.

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