La palabra “exento” es el participio pasivo del verbo “eximir” que es liberar a alguien de un compromiso u obligación. “Exento” es como decir “eximido”, o sea que estar “exento” de alguna obligación es estar libre de ella y hay una frase que se aplica para justificar a alguien al que le pasó algo fuera de lo normal y que dice “nadie está exento de que esto le suceda”
Pero una de esas personas que cambian las palabras y dicen barbaridades, fue quien exclamó eso de que “nadie está excéntrico de que esto le suceda”, una frase bárbara porque hay una gran distancia entre “exento” que ya expliqué lo que es y la palabra “excéntrico” que se refiere a algo extravagante o fuera de lugar.
Todos esos barbarismos se perciben como expresiones pintorescas porque confunden palabras o expresiones unas con otras y el resultado son esas frases que no tienen sentido lógico pero que suenan absurdas y divertidas, por ejemplo “te voy a hacer una subgerencia” frase que le decía un tipo a otro porque quería sugerirle algo pero cambiaba la sugerencia por un puesto inmediato inferior al de la gerencia, que es la subgerencia.
“Si mal no me equivoco” decía un funcionario que quería ser muy propio en su hablar pero confundía la expresión “si mal no recuerdo” con esa otra parecida que dice “Si no me equivoco” y las mezclaba con el resultado chusco que aquí vemos.
Otro caso de revoltijo de dichos es el que quiso decir que algo le quedó “como anillo al dedo” y lo mezcló con “me quedó al dedillo” y entonces lo que le salió fue “me quedó como anillo al dedillo”, una expresión por demás pintoresca.
Un chico platicaba con otro acerca de su nueva novia con la que todavía no llevaba una relación muy íntima y decía “todavía no he intimidado mucho con ella” ¡Oye, bárbaro!, le diría yo, estás confundiendo dos verbos de nombre parecido pero que implican acciones muy diferentes. “Intimar” es crear situaciones íntimas, o sea de mucho acercamiento amoroso, mientras que el verbo “intimidar” significa causar miedo: pràcticamente lo contrario, o sea que como vas a intimar si estás intimidando.
Hay muchos casos de barbarismos similares:
“Lo malo es la autocrítica que le hacen a uno” decía una resentida actriz de quinta categoría y en otra parte de su comentario añadía que “sólo quedan restos de los vestigios” sin saber o recordar que en ese contexto los restos y los vestigios son lo mismo. Caso parecido al de aquel político casi analfabeta que afirmaba, hablando de cierta situación que “fue una casualidad fortuita del azar” cometiendo doble pleonasmo porque las casualidades son todas fortuitas y lo fortuito es algo que siempre sucede al azar.
Otro político con el mismo corte cultural se refería a una persona muy querida diciendo que “era un amigo extrañable” que era “muy desprendido de las pasiones materiales” y al que un día “le dio un derrumbe cerebral”, cuando que el amigo debe haber sido “entrañable” que significa muy querido, que “las pasiones” deben haber sido “bienes” porque ellas (las pasiones) nunca son materiales y que lo que le sobrevino al tipo seguramente fue un “derrame” y no un “derrumbe” cerebral, aunque por efecto del incidente debe haberse derrumabo sin sentido. ¡Dios mío! ¡Por lo visto los barbarismos nos invaden!