/ sábado 21 de noviembre de 2020

¡Como el cohetero!

El caso del General Cienfuegos, deja en evidencia a todo hijo de vecino. A México, como tierra de corruptos; a Estados Unidos, como “facilitador” de la libertad de un delincuente. Previo al juicio ya se le había juzgado, ajenos al irrestricto principio de la presunción de inocencia.

Fue una especie de comedia trágica. Desde una detención, en pleno aeropuerto de los Ángeles, exhibicionista y violatoria de los Derechos Humanos. Jalaron y agredieron a la familia del militar, como si se tratara de una banda de peligrosos sátrapas. Pero, de ese tipo de arbitrariedades poco se habla, en esta tierra azteca que tiene, a los vecinos del norte, en un pedestal.

Al mismo tiempo, desde el púlpito mañanero, AMLO –el que mucho habla mucho yerra-, se fue con todo contra quien fue el Secretario de las Fuerzas Armadas del Peñanietismo, con su típico rollo de la “decadencia del pasado neoliberal”, comparándolo con el caso de García Luna y denostando, sin la mínima prueba, a un Cienfuegos sin la posibilidad de defenderse.

Los altos mandos del Ejército pusieron el grito en el cielo –como era de esperarse- y entonces vino la marcha atrás, pero lo dicho, dicho estaba.

Llegó lo que se preveía como el “juicio del siglo” y de súbito lo devuelven a México, donde se aplaude el “triunfo diplomático” de Marcelito Ebrard. ¡Dioses del Olimpo!, con qué poco nos conformamos.

El “gran éxito” no fue sino una mínima parte de la reciprocidad del hotentote de los pelos de elote, a su “amigou” López Obrador. La sumisión incondicional, jamás vista, del tabasqueño a los deseos de Trump, tuvo su premio final, aunque, sin lugar a dudas, la factura del pago queda pendiente para la próxima administración yanqui.

¿Y las Fuerzas Armadas? Asoladas por el “sospechosismo” (Como dijera Santiago Creel). La opinión pública se mueve como un rapidísimo péndulo, máxime con la falta de credibilidad en la clase política y las instituciones, que alcanzó su zénit, en el pasado sexenio.

En cuanto hay una duda sobre cualquier funcionario –de la jerarquía que sea-, se le considera culpable sin remedio. Da igual que se le procese y exonere, porque entonces los jueces son los que resultan corruptos; si la sentencia es corta, corrupción; si es larga, “se quedó corta”.

En un país, en el que la corrupción alcanzó niveles estratosféricos, es imposible recuperar la confianza, menos aun cuando administración tras administración, sólo se ve cambio de caras y apellidos, pero no de mañas. O, ¿alguien duda de que, en el actual Régimen persiste el robadero, igual que en otros tiempos? Si enumeramos los datos de los “servidores públicos” (Bartlett, Sandoval y tantísimos otros) en tela de juicio, no nos alcanza el espacio de este artículo.

En relación al narcotráfico y las estultas declaraciones del tlatoani, en cuanto a que ya no hay territorios en manos de los capos, basta con contabilizar el número de muertos, mayor a los de la guerra del Calderonato. Suficiente con preguntarles a los habitantes de Culiacán, de la Sierra Tarahumara, Michoacán, Guanajuato y tantos más enclaves.

Las pruebas contra Cienfuegos, que se filtraron a los medios, son de risa. Habrá que ver si lo que mandaron tiene más contenido. Por lo pronto, mancharon al General, al Ejército y a México, mala sombra que termina de enlodar nuestra imagen. ¿Y la DEA? En la misma línea de podredumbre, que dice combatir. ¿Y la Justicia del otro lado? Ninguna maravilla.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq

El caso del General Cienfuegos, deja en evidencia a todo hijo de vecino. A México, como tierra de corruptos; a Estados Unidos, como “facilitador” de la libertad de un delincuente. Previo al juicio ya se le había juzgado, ajenos al irrestricto principio de la presunción de inocencia.

Fue una especie de comedia trágica. Desde una detención, en pleno aeropuerto de los Ángeles, exhibicionista y violatoria de los Derechos Humanos. Jalaron y agredieron a la familia del militar, como si se tratara de una banda de peligrosos sátrapas. Pero, de ese tipo de arbitrariedades poco se habla, en esta tierra azteca que tiene, a los vecinos del norte, en un pedestal.

Al mismo tiempo, desde el púlpito mañanero, AMLO –el que mucho habla mucho yerra-, se fue con todo contra quien fue el Secretario de las Fuerzas Armadas del Peñanietismo, con su típico rollo de la “decadencia del pasado neoliberal”, comparándolo con el caso de García Luna y denostando, sin la mínima prueba, a un Cienfuegos sin la posibilidad de defenderse.

Los altos mandos del Ejército pusieron el grito en el cielo –como era de esperarse- y entonces vino la marcha atrás, pero lo dicho, dicho estaba.

Llegó lo que se preveía como el “juicio del siglo” y de súbito lo devuelven a México, donde se aplaude el “triunfo diplomático” de Marcelito Ebrard. ¡Dioses del Olimpo!, con qué poco nos conformamos.

El “gran éxito” no fue sino una mínima parte de la reciprocidad del hotentote de los pelos de elote, a su “amigou” López Obrador. La sumisión incondicional, jamás vista, del tabasqueño a los deseos de Trump, tuvo su premio final, aunque, sin lugar a dudas, la factura del pago queda pendiente para la próxima administración yanqui.

¿Y las Fuerzas Armadas? Asoladas por el “sospechosismo” (Como dijera Santiago Creel). La opinión pública se mueve como un rapidísimo péndulo, máxime con la falta de credibilidad en la clase política y las instituciones, que alcanzó su zénit, en el pasado sexenio.

En cuanto hay una duda sobre cualquier funcionario –de la jerarquía que sea-, se le considera culpable sin remedio. Da igual que se le procese y exonere, porque entonces los jueces son los que resultan corruptos; si la sentencia es corta, corrupción; si es larga, “se quedó corta”.

En un país, en el que la corrupción alcanzó niveles estratosféricos, es imposible recuperar la confianza, menos aun cuando administración tras administración, sólo se ve cambio de caras y apellidos, pero no de mañas. O, ¿alguien duda de que, en el actual Régimen persiste el robadero, igual que en otros tiempos? Si enumeramos los datos de los “servidores públicos” (Bartlett, Sandoval y tantísimos otros) en tela de juicio, no nos alcanza el espacio de este artículo.

En relación al narcotráfico y las estultas declaraciones del tlatoani, en cuanto a que ya no hay territorios en manos de los capos, basta con contabilizar el número de muertos, mayor a los de la guerra del Calderonato. Suficiente con preguntarles a los habitantes de Culiacán, de la Sierra Tarahumara, Michoacán, Guanajuato y tantos más enclaves.

Las pruebas contra Cienfuegos, que se filtraron a los medios, son de risa. Habrá que ver si lo que mandaron tiene más contenido. Por lo pronto, mancharon al General, al Ejército y a México, mala sombra que termina de enlodar nuestra imagen. ¿Y la DEA? En la misma línea de podredumbre, que dice combatir. ¿Y la Justicia del otro lado? Ninguna maravilla.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq