/ viernes 30 de agosto de 2019

¿Cómo se diseña para la paz?

Por: Michelle Kawa

Cuando pensamos en diseño urbano, nuestra concepción no suele incluir el término de paz, pero nuestras obras, espacios, y fronteras tienen consecuencias ya que nuestras construcciones hablan a nuestras comunidades. El diseño urbano se puede utilizar como una herramienta para mantener a las personas separadas, las divide a lo largo de líneas étnicas, de clase y raciales estableciendo barreras urbanas como reacciones instintivas a los escenarios de seguridad, pero a la larga estas barreras no logran cumplir con su objetivo.

Benya Kraus (2018), estudió el caso de Belfast en Irlanda del Norte, como un ejemplo de barreras urbanas. Después de décadas de violencia entre los protestantes y los católicos, la comunidad exigió la construcción de barreras entre sus vecindarios. En la actualidad hay 109 barreras del muro de paz que se encuentran dispersas en todo Belfast. Al principio, las barreras parecían funcionar ya que la violencia disminuyó y la gente se sintió más segura, pero esta obra tuvo un costo. En 2002 un estudió de la Universidad de Ulster demostró que el 68% de las personas de 18 a 25 años nunca habían tenido una conversación significativa con nadie del otro lado; 6 de cada 10 personas informaron abuso físico o verbal desde que terminó el conflicto y refirieron que las relaciones entre los dos lados habían empeorado. A pesar de esto, la mayoría de los habitantes quieren que las barreras sigan existiendo, porque siguen teniendo miedo, ya que, una vez que se construyen barreras que dividen a las personas, es difícil librarse de ellas.

Surge entonces la pregunta: ¿Cómo nuestro entorno de construcción afecta nuestro potencial de paz o de conflicto? Según un informe de la ONU el 50% de los países que emergen de conflictos violentos se vuelven inestables en 5 años, y esto se debe a que seguimos pensando en la seguridad exclusivamente en términos de procesos políticos formales, pero estos tienden a fracasar ya que no se arraigan en la realidad local. ¿Cómo pueden las comunidades aprender a convivir el uno con el otro si sus ciudades no están construidas para hacerlo?

En los ODS, la meta número 11 propone proporcionar acceso universal a un espacio público seguro e inclusivo para el 2030, reconociendo que no se puede lograr un mundo pacífico sin transformar nuestros espacios públicos. En el caso de Belfast, para el 2035 la ciudad se ha comprometido a prescindir de todos los muros y eliminar las barreras psicológicas organizando eventos comunes en espacios públicos con el objetivo de unir. Kraus sostiene que tenemos que diseñar infraestructura que esté destinada para conectar a las personas.

Por: Michelle Kawa

Cuando pensamos en diseño urbano, nuestra concepción no suele incluir el término de paz, pero nuestras obras, espacios, y fronteras tienen consecuencias ya que nuestras construcciones hablan a nuestras comunidades. El diseño urbano se puede utilizar como una herramienta para mantener a las personas separadas, las divide a lo largo de líneas étnicas, de clase y raciales estableciendo barreras urbanas como reacciones instintivas a los escenarios de seguridad, pero a la larga estas barreras no logran cumplir con su objetivo.

Benya Kraus (2018), estudió el caso de Belfast en Irlanda del Norte, como un ejemplo de barreras urbanas. Después de décadas de violencia entre los protestantes y los católicos, la comunidad exigió la construcción de barreras entre sus vecindarios. En la actualidad hay 109 barreras del muro de paz que se encuentran dispersas en todo Belfast. Al principio, las barreras parecían funcionar ya que la violencia disminuyó y la gente se sintió más segura, pero esta obra tuvo un costo. En 2002 un estudió de la Universidad de Ulster demostró que el 68% de las personas de 18 a 25 años nunca habían tenido una conversación significativa con nadie del otro lado; 6 de cada 10 personas informaron abuso físico o verbal desde que terminó el conflicto y refirieron que las relaciones entre los dos lados habían empeorado. A pesar de esto, la mayoría de los habitantes quieren que las barreras sigan existiendo, porque siguen teniendo miedo, ya que, una vez que se construyen barreras que dividen a las personas, es difícil librarse de ellas.

Surge entonces la pregunta: ¿Cómo nuestro entorno de construcción afecta nuestro potencial de paz o de conflicto? Según un informe de la ONU el 50% de los países que emergen de conflictos violentos se vuelven inestables en 5 años, y esto se debe a que seguimos pensando en la seguridad exclusivamente en términos de procesos políticos formales, pero estos tienden a fracasar ya que no se arraigan en la realidad local. ¿Cómo pueden las comunidades aprender a convivir el uno con el otro si sus ciudades no están construidas para hacerlo?

En los ODS, la meta número 11 propone proporcionar acceso universal a un espacio público seguro e inclusivo para el 2030, reconociendo que no se puede lograr un mundo pacífico sin transformar nuestros espacios públicos. En el caso de Belfast, para el 2035 la ciudad se ha comprometido a prescindir de todos los muros y eliminar las barreras psicológicas organizando eventos comunes en espacios públicos con el objetivo de unir. Kraus sostiene que tenemos que diseñar infraestructura que esté destinada para conectar a las personas.